domingo, 19 de mayo de 2013

GUÍA DE LA HABANA









GUIA DE LA HABANA, CUBA.
(Incluye referencias sobre el legado de los indianos catalanes en la capital cubana)

® Travel Coach Cuba

COSAS QUE DEBE SABER ANTES DE SU VUELO A LA ISLA.

  

¿Cómo volar a Cuba?


Varias líneas aéreas conectan a España con la mayor de las Antillas: Cubana de Aviación, Iberia, Air Europe y Air France realizan vuelos frecuentes. El precio de un boleto en estas líneas depende de la temporada. En temporada baja es posible adquirirlos por una cifra que oscila entre los 670 y los 720 euros, aunque en oferta han llegado a venderse en 420 euros el boleto; en temporada alta, los precios ascienden entre 820 y 900 euros 

Nuestra mejor experiencia de vuelo ha sido con Air France. Sus billetes económicos, la comodidad de sus Boing 777 (el legroom es algo más amplio) y el variado catering abordo la convierten en una línea aérea recomendable para viajar a Cuba.


Cubana de Aviación ofrece buenos precios, aunque si se es previsor y reserva con tiempo, es posible viajar con otras líneas a precios igualmente módicos. Los meses más costosos para viajar son julio y principios de agosto. En España, Cubana de Aviación tiene salida desde Madrid.

La frecuencia de vuelo de estas compañías varía también según la época del año, pero Iberia era, en general, la que sostenía el mayor número de vuelos anuales. Desde hace poco esta línea aérea se ha planteado modificar su calendario de vuelos “por razones estratégicas”, y es que desde Cuba aporta poco o ningún turismo a la península.

Una vez en la isla, Cubana de Aviación le permite realizar vuelos domésticos, sugiriéndose reservar estos al momento de adquirir el billete a la isla. Otra cosa es que haga su reservación de vuelo nacional en las oficinas de esta línea aérea localizada en La Rampa (Calle 23, La Habana). Además del Internacional José Martí, en La Habana, hay  aeropuertos en Varadero, Santiago de Cuba, Isla de la Juventud, Cayo Largo, Cayo Coco, Cienfuegos, Camagüey, Bayamo, Manzanillo, Holguín y Baracoa.

Existen además otras líneas domésticas, como Aerogaviota y Aerocaribbean.y más.

 

Cuba - Vuelos domésticos

La Habana - Holguín - La Habana 
  
En Aerocaribbean: Diariamente
La Habana - Santiago de Cuba - La Habana 
  
En Aerocaribbean: Lunes, Jueves, Viernes, Domingo
La Habana - Santiago de Cuba 
  
En Aerogaviota: Sábado
La Habana - Baracoa - La Habana 
  
En Aerocaribbean: Jueves, Domingo 
  
En Aerogaviota: Viernes
La Habana - Cayo Coco - La Habana 
  
En Aerocaribbean: Diariamente
La Habana - Cayo Las Brujas - La Habana 
  
En Aerogaviota: Diariamente
La Habana - Cayo Largo del Sur - La Habana 
  
En Aerogaviota: Diariamente

ATENCIÓN: Por exigencias de las compañías aéreas, se avisa a los viajeros que deben confirmar sus vuelos de regreso a España al menos con 72 horas anteriores a la fecha de vuelo.


Ver:


  

Tasas aeroportuarias


Se abonan directamente en los aeropuertos cubanos y su importe es de 25 CUC.
Cuando se compra el boleto en cualquier agencia de turismo en la península, lo de “tasas incluidas” en el precio de boleto, no incluye el pago de ésta en el aeropuerto internacional José Martí. Esta tasa se pagará a la salida de Cuba.


Visados



Unos 22 euros es el precio de la tarjeta de entrada a la isla, y puede adquirirse en agencias de viaje o directamente en el consulado cubano.



Viajar a través de la isla


Para viajar al interior de la isla, además de las líneas aéreas domésticas, existe el servicio de ómnibus interprovinciales, el mismo de que disponen los cubanos, pero que en el caso de los turistas no tendrán que hacer largas colas; eso sí, con tarifas en CUC. También existe el tren, pero es un caos. Continuamente sufre retrasos, los coches sucios, sin oferta comestible a bordo, además de que son lentos. Tome nota de este dato: la distancia que media entre la ciudad de Girona y Madrid es aproximadamente igual a la que existe entre La Habana y la ciudad de Holguín, en el oriente cubano. En España un tren cubre esa distancia en 10 horas, en Cuba puede tardar 18 horas, y más. No recomendamos el tren para viajar por Cuba.

¿Cuándo viajar?
Preferiblemente en primavera: precios módicos, hay menos turistas y el clima es agradable. Claro, que si lo que desea es pasarlo en la playa, en estos meses es posible tomar el sol pero la mar no siempre es propicia. Esta época es excelente para la práctica del ecoturismo, el senderismo y todo cuanto tenga que ver con el turismo de naturaleza. Últimamente se ha desarrollado bastante el turismo activo en la isla, y no es infrecuente ver turistas en bicicleta recorriendo largas rutas. Para este tipo de turismo esta época es perfecta.

Clima
País tropical con un promedio de 330 días de sol al año y una temperatura media anual de 25ºC en zonas llanas y 15ºC en las alturas. Los meses más fríos son enero y febrero con una media de 21ºC. En Cuba existen sólo dos estaciones: verano e invierno; lluviosa (mayo-octubre) y seca (noviembre-abril). Durante el verano el termómetro puede ascender hasta 35º C, pero la temperatura confort es mayor consecuencia de la elevada humedad relativa que caracteriza el clima en la isla, en ocasiones superior al 98 %, de modo que lo primero que percibe el viajero al descender del avión es una bofetada de aire húmedo y caliente. Excelente tiempo para el turismo de playa.
Las mayores temperaturas se registran en el oriente, famoso por esta peculiaridad climatológica. Las más frescas se reportan en la llanura                Habana-Matanzas.  La temperatura máxima absoluta registrada en Cuba es de 38.6ºC, y fue reportada el 7 de agosto de 1969 en el aeropuerto de Guantánamo, en tanto la más baja es de 1.0ºC registrada el 21 de octubre de 1971 en el central azucarero Puerto Rico Libre.


Ciclones y terremotos

La temporada ciclónica en Cuba se extiende de julio a noviembre. La isla se encuentra ubicada al sur del trópico de Cáncer, en el límite boreal de la zona de los huracanes, expuesta además a la influencia del anticiclón del Atlántico que obliga a estos meteoros a seguir una trayectoria peligrosamente cercana a su costa sur mientras se adentran en la región del Caribe. El mes más activo  en la formación de huracanes es septiembre, y octubre el de mayor peligro para Cuba debido a las fluctuaciones del anticiclón del Atlántico.

El primer ciclón que recoge la historia de Cuba cruzó la isla el 21 de mayo de 1494, y fue reportado por Cristóbal Colón. En 1963 la isla fue azotada por el huracán Flora, uno de los mayores de que se tiene memoria y que provocó unas 4 mil muertes y la destrucción de 170 mil viviendas. Los huracanes pueden alcanzar vientos en rachas superiores a los 300 kilómetros por hora.

Los terremotos, por lo general de baja intensidad, se reportan en la región oriental, y afectan mayormente a la zona de Santiago de Cuba y Bayamo. Entre los que recoge la historia como de notable intensidad están el de 1551, 1624, 1756, 1852, 1932 (este último con 14 segundos de duración) y 1947.

Vestuario

Se sugieren los tejidos de algodón, lino o mezclas, siempre de colores que refracten la luz solar y, por supuesto, ropa de playa y trajes de baño. Para el tibio invierno cubano basta con un jersey. No olvide incluir en su equipaje además sandalias, zapatillas, pantalones cortos, camiseta y, muy importante, una gorra con visera.
La etiqueta en la isla no es exigente. Bastará con una camisa o blusa y un pantalón o saya de mediana elegancia, acaso un buen par de zapatos, cómodos. Tenga en cuenta que a una ciudad sólo se le conoce el alma desandándola a pie.

Equipaje
Recuerde que el límite de equipaje permisible en clase turística en la mayoría de las líneas aéreas es de 25-30 kilos exentos de pago, pero que sobran.
Aunque en Cuba se aplican los acuerdos tomados en la Convención sobre Facilidades Aduaneras para el Turismo, existen otras regulaciones domésticas que controlan las importaciones no comerciales:
Art. 16 del Decreto Ley No. 178. En el caso de productos pertenecientes a pasajeros, el valor de los productos comprendidos en el equipaje no podrá exceder de doscientos cincuenta (250.00) pesos moneda nacional...
En el valor a que se refiere al párrafo anterior no se incluyen los efectos personales del pasajero y los productos que están exentos del pago de los derechos de aduana...
Cada pasajero puede importar hasta 10 kg de medicamentos exentos de pago.
Se prohibe la importanción sin carácter comercial, a través de viajeros o mediante envíos, de los artículos electrodomésticos que se relacionan en el listado siguiente: Congeladores o freezer, acondicionadores de aire, videocasseteras, cocinas y hornillas eléctricas de cualquier tipo y modelo, hornos eléctricos de cualquier tipo, modelo y capacidad, freidoras eléctricas, de cualquier tipo y capacidad, calentadores eléctricos de agua, planchas eléctricas cuyo consumo exceda los 290 watts/hora sin rociado, o de 703 watts/hora con rociado y vapor, y tostadoras de pan eléctricas.

Pensiones
Lo mismo que es posible acudir a la carpeta de un hotel en busca de alojamiento, también puede reservar una habitación rentada a particulares. El alojamiento en pensiones es una práctica extendida que goza de preferencia por muchos de los turistas extranjeros que visitan la isla, particularmente en  Ciudad de La Habana.
Los precios de estos alojamientos varían según la ubicación de la vivienda. Las habitaciones en pensiones por lo general están habilitadas con aire acondicionado y baño con agua fría y caliente (esta última ya me contarán para qué, con el calor que hace). Algunas   poseen   nevera, cocina-office y TV. Aunque en muchos de estos lugares existe teléfono, los caseros prefieren no instalarlos en las habitaciones pues suelen quedar reservados para uso de la familia, aunque si lo solicitan no tienen inconvenientes en dejarlos usar por  sus inquilinos.
Los precios de alojamiento en estas pensiones pueden oscilar entre 25.00 – 30.00 CUC/día. Téngase en cuenta a la hora de pactar el precio de su pensión que éste  incluye por  lo   general   una   comisión   de 5.00 CUC/día a   la   persona   que le agencia el alojamiento. No esté muy seguro si es que alguien ofrece conducirle a “un buen lugar, limpio, bonito y seguro” que no lo haga con el objeto de obtener su comisión, ni aún cuando le diga que lo hace “porque usted se ve un tipo chévere que me ha caído bien y porque los cubanos somos gente  servicial”. Los cubanos son gente servicial, efectivamente,  mas no idiotas.
El alquiler en pensiones suele aventajar al hotelero en lo referido a las libertades del huésped.
En la mayor parte de los hoteles está limitado el acceso a las habitaciones a cubanos que no estén registrados. En el caso de la pensión el casero le permitirá la compañía sin pago adicional, eso sí, el acompañante habrá de permitir que le tomen los datos del DNI.
Sugerimos no portar cámaras de video o equipamiento fotográfico profesional de forma visible para el casero. Tampoco les gusta. Debe saber que las filmaciones pornográficas  -de probarse que han sido realizadas en la pensión-  puede costar al casero el decomiso del inmueble, además del turista dar con sus huesos en la cárcel. Aclaramos que igual puede convertirse en huésped forzozo del Estado si le sorprenden realizando este tipo de filmación en cualquier otra parte.
Si poseyera coche, es importante que el lugar donde se aloje cuente con seguridad para el mismo. No deje nunca documentos u objetos de valor en el auto.



Corriente
En Cuba el flujo de la corriente es de 110-120 voltios. Verifique que el equipo eléctrico que lleva consigo se adapte a este tipo de corriente. No olvide incluir un adaptador de corriente y enchufes americanos (patas planas).

Atención médica
La atención médica al turista está prevista en todo el país. Los servicios de carácter urgente, los primeros auxilios y la primera visita al médico son gratuitos. Desde hace unos años Cuba exige al turista un seguro médico que podrá adquirir en la propia agencia de viajes.

Medicamentos
No olvide traer medicamentos para la garganta, la gripe y afecciones respiratorias en general. Los cambios climáticos en la isla durante la temporada invernal suelen ser bruscos. En verano el aire que se respira en la calle no tiene la misma temperatura que en bares, cafeterías, hoteles, pensiones y tiendas, sobre todo en las turísticas. Aquí el aire acondicionado es permanente, con lo cual el visitante está sometido a constantes cambios de temperatura que pueden afectar las vías respiratorias.
Otros medicamentos: Bactericida para desinfectar el agua (muy útil si excursiona a lugares donde no puede comprar agua mineral embotellada), antidiarréicos, antiestamínicos, Alka-Seltzer, aspirinas, ungüento para quemaduras solares, repelente para mosquitos y termómetro.

Seguros al turista
ASISTUR es la compañía cubana número uno en materia de asistencia al viajero. Entre sus servicios se encuentran la asistencia legal a turistas y personas jurídicas radicadas en el territorio nacional.
ASISTUR está relacionada con unas 170 entidades homólogas de 40 países. Esto les posibilita cubrir prácticamente todo el mundo en lo que respecta a la prestación de servicios que se encaminan a solucionar problemas inesperados de los viajeros.
ASISTUR:
      Paseo del Prado No.254.
          Tel. 338920
           Fax. 338087


Embajada y Consulado de España
Palacio Velasco. Calle Cárcel No.51, esq. Zulueta. Ciudad Habana.
Telf. 338029, 338030
Horario de oficina: 9:00 a 14:00 h.

Ministerio de Turismo

Calle Paseo y 19. Vedado. Ciudad de La Habana

Consulado de Cuba en Barcelona

Passeig de Grácia No. 34, 2do. Telf. 934 878661. Justo en el piso de abajo existe una agencia de viajes que promueve los viajes a Cuba. Allí encontrará, desde boletos de avión y alojamiento, hasta chícharos y frijoles negros.


Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña

El mayor archivo documental sobre la presencia catalana en la isla, la única entidad empeñada en mantener viva la cultura catalana en la mayor de las Antillas. (Ver La Gran Habana. Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña).

Consulado No. 68, entre Genios y Refugio. Centro Habana.
Telf. 635879    Fax. 669274

 

Tarjetas de Crédito

Puede hacer sus pagos con dinero plástico, aunque únicamente se aceptan tarjetas Visa, Mastercard, Dinersclub, JCB y cheques de viajes emitidos por los principales bancos del mundo, OJO: no bancos norteamericanos. Para obtener efectivo puede acudir a los cajeros automáticos instalados en algunos bancos en la isla, aunque todavía son insuficientes
Ver:






Rent a Car

Casi todos los hoteles disponen de servicios Rent a Car, al menos los pertenecientes a las cadenas Gran Caribe y Horizontes. Existen varias empresas que ofrecen este servicio: Cubacar, Havanautos y Transautos las que mayor parque poseen.
El servicio de renta de autos en Cuba es caro, pero se le abaratará algo si hace la reserva online. Booktocuba.com  tiene muy buenos precios. “En mostrador” le saldrá por un ojo de la cara y la mitad del otro… aunque ojos que no ven, corazón que no siente.
Antes de retirar el vehículo deberá depositar 200 CUC por concepto de póliza con que hacer frente a un eventual deterioro del auto por negligencia o mala conducción, y que si no fuera el caso le será devuelta una vez entregado el coche.
Se pagará adicionalmente 15 CUC diarios por concepto de seguro que no incluye el robo de la radiocasetera o los neumáticos.
Es posible rentar el coche en una ciudad y devolverlo en otra, previo pago de una cantidad adicional.


Tránsito

Se establecen 50 km/h para todos los vehículos en vías urbanas y 90 km/h en carretera para vehículos de hasta 3.5 toneladas de peso máximo. En autopista el límite es de 100km/h. En caminos de tierra o terraplenes, la velocidad máxima es de 60km/h. En salidas de garajes, edificios, vías o parqueos interiores, la velocidad no excederá los 20km/h. En túneles, la velocidad sostenida es de 60km/h. En zonas donde se indiquen escuelas o zonas de niños, la velocidad, en el perímetro urbano, no rebasará los 40km/h, y 60km/h en áreas rurales.


El CUC.


Los CUC (Peso Cubano Convertible) es la moneda oficial que vas a utilizar como turista. Hay otra moneda oficial pero con muchísimo menos valor, el CUP y que no se acepta en establecimientos destinados al turismo internacional. Su valor es 24 veces menor que el CUC y lo podrá usar para pocas cosas, como por ejemplo comprar alguna cosa para comer en puestos callejeros, frutas en los mercados y viajar en autobuses locales.

Propinas

Voluntarias. En algunos sitios la propina se incluye en la cuenta a razón de un 10 % del importe consumido, pero es rara esta práctica. En la mayoría de los lugares la propina es ofrecida según entiende el cliente.



Teléfonos


Existen teléfonos públicos pagaderos en moneda nacional y a un precio muy barato: 5 centavos cada 3 minutos, exclusivamente para comunicación local. Pero la mayoría de estos aparatos que encuentre a su paso, y que reconocerá por su aspecto descuidado, no funcionan, aunque a veces los cubanos lo consiguen propinándole par de hostias para terminar hablando y escuchando por la misma bocina (milagros de la telefonía).
Existen otros teléfonos, azules, bien cuidados (los reconocerá al instante),  que comunican siempre y desde los cuales puede realizar llamadas al exterior pagos en CUC mediante tarjeta telefónica prepagada ETECSA. SUGERIMOS adquiera usted una de estas tarjetas. Le facilitará las cosas en caso de una llamada telefónica urgente desde cualquier punto fuera de los oasis turísticos.
ACLARAMOS que para lograr comunicación con otro país desde un teléfono privado, generalmente inhabilitados para llamadas directas al exterior, ésta deberá realizarse a través de operadora y bajo la modalidad de cobro revertido. Tal es el caso de las llamadas telefónicas a España, y donde no se aceptan números telefónicos de móviles. Otra cosa es desde un hotel, donde sí es posible realizar este tipo de llamada pagándola al cash o mediante tarjeta.

Ver:





Viajes multidestinos


No hay sobre la tierra otro conglomerado de países con una oferta turística tan diversa y atractiva como el Caribe. No se trata solamente de hermosas playas, un clima paradisíaco o una flora y fauna irrepetibles,  sino de un mosaico de manifestaciones culturales realmente sui géneris. Españoles, africanos, ingleses, franceses, holandeses, daneses, asiáticos y amerindios sedimentaron a través de los años una mezcla étnica muy peculiar que representa hoy lo caribeño, con historia y expresiones artísticas y sociales capaces de atraer por sí mismas el interés y la curiosidad del mundo. Quizá esta sea la razón por la que los viajes multidestinos al Caribe ganan cada vez más adeptos.
En Cuba, la entidad Havanatur inició los viajes multidestinos en el año 1989. Hoy, aunque hay varias agencias que lo gestionan de forma regular, es precisamente su iniciadora la que sigue llevando el mayor peso en la comercialización de esta modalidad.
Havanatur, convertida en un poderoso grupo internacional que integra 90 turoperadores y agentes mayoristas radicados en 40 países de Europa, Asia y América, tiene una división que se ocupa especialmente de los viajes multidestinos desde donde promueve diversos destinos desde Cuba al resto del Caribe.

Otros destinos caribeños a los que se puede viajar desde Cuba a través de Havanatur:

Cancún, Yucatán, México.
Mérida, Yucatán, México.
Nassau, Las Bahamas.
Montego Bay, Jamaica.
Negril,  Jamaica.
Ocho Ríos, Jamaica.
Santo Domingo
Gran Cayman
Martinica
Costa Rica
Panamá
Guatemala             

Para sus ofertas de Multidestinos, el grupo turístico cubano no sólo tiene en cuenta la comodidad y el presumible atractivo de los paquetes que incluyen alojamiento, boleto aéreo y transfer, sino que también deja un espacio para aquellos vacacionistas que desean decidir con absoluta libertad dónde hospedarse. Los viajes son operados fundamentalmente a través de vuelos charters. Havanatur no requiere de cantidades mínimas de pasajeros para confirmar sus salidas.
Havanatur. Gerencia de Ventas.
Calle 6 No. 117. Miramar. Ciudad de La Habana.

Reservas

En todos los hoteles con categoría de cuatro y cinco estrellas  encontrará el viajero un Buró de Turismo donde reservar excursiones, paseos, vuelos al interior del país, espectáculos en cabarets, centros nocturnos y reservas en restaurantes.

  

GEOGRAFIA, HISTORIA, FLORA Y FAUNA

Cuba: ¿Una isla?

He aquí un frecuente error en que se incurre cuando se piensa en Cuba. El país no es exactamente una isla, sino todo un vasto archipiélago integrado por más de 1,600 cayos e islotes agrupados alrededor de la mayor de sus islas: Cuba. Existe otra isla de regular tamaño en el archipiélago cubano, en su parte meridional: Isla de la Juventud  -otrora Isla de Pinos-, escenario de ficción de la novela La Isla del Tesoro, escrita por otro isleño, el escocés Robert L. Stevenson.
La isla de Cuba posee una extensión total de 110 992 km cuadrados, con una longitud de 1,250 km. Su configuración es alargada, semejando un gran caimán dormido sobre las aguas del Mar Caribe. Es esta la razón por la que sus carreteras y vías férreas se orientan de este a oeste, incluyendo tramos cortos o ramales que conducen al viajero hacia el norte o el sur.
Sus mejores playas se localizan en la costa norte: el mundialmente famoso balneario de Varadero, en la provincia de Matanzas; el rosario de Playas del Este, en Ciudad de La Habana; Santa Lucía, en Camagüey;  Guardalavaca, en la provincia de Holguín y las ubicadas en la cayería al norte de las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila, son  de las preferidas entre quienes optan por hacer turismo convencional.
Ver:

Existen otras playas al sur, como las de Cayo Largo, al sur de la provincia de Cienfuegos, y Playa Ancón, en la romántica Trinidad, una villa donde la arquitectura colonial parece recién alzada.
Para los amantes del submarinismo, la isla reserva la segunda barrera de coral del mundo (más de 400 kilómetros) al norte de la provincia de Pinar del Río. Esta barrera es apenas superada por la Gran Barrera al este de Australia.
Las aguas alrededor del archipiélago cubano son de bajo fondo y cubren un área de plataforma continental casi tan extensa como la tierra firme. Por esta razón, la travesía entre las islas se realiza en embarcaciones de poco calado. Las costas están flanqueadas muchas veces por formaciones coralinas en forma de terrazas costeras. Las temperaturas de las aguas resultan cálidas gracias a la influencia térmica de la Corriente del Golfo, y muy transparentes.
Pero Cuba no es sólo playas tal y como con frecuencia se suele adelantar en guías turísticas, revistas y anuncios para atraer vacacionistas al país. Acá también se localizan montañas, particularmente en la región oriental del país. En realidad, se trata de elevaciones de baja cota. El Pico Turquino, por ejemplo, en la Sierra Maestra, es la elevación emblemática de los cubanos y posee 1,974 metros de altura.
Aquí las montañas están dispuestas en forma de macizos aislados por amplias llanuras ocupando el 25 por ciento del territorio nacional. Existen, por tanto, tres  grupos  montañosos  importantes:  Sierra  Maestra y Sierra Cristal, al oriente; Sierra del Escambray, al centro del país; y la Cordillera de Guaniguanico en el poniente de la isla.
Los valles cubanos son reconocidos por su imponente belleza. El de Viñales, en la provincia de Pinar del Río, es probablemente uno de los más bellos del mundo. Aquí los mogotes  -pequeñas alturas calizas cupoliformes- semejan gigantescos paquidermos dormidos en medio del valle. La belleza de este lugar, donde la naturaleza ha actuado con absoluto capricho, lo convierte en sitio imprescindible para quienes visitan la isla por primera vez, y recurrente para los que regresan a ella.
Pero con todo, lo más interesante en la mayor isla del Caribe no es su naturaleza, o cualquiera de los múltiples sitios de interés histórico, arquitectónico,  religioso o cultural. Lo más atrayente acá es, sin dudas, su gente.

Flora y fauna
En Cuba se localizan unas 80 mil especies vegetales, entre ellas, gran número maderables. En épocas pasadas, la isla fue una importante productora de madera, sobre todo destinada a las construcciones navales. Toda la madera preciosa que en su tiempo emplearon los constructores españoles para las grandes obras, como es el caso de El Escorial, era cubana.
Aunque el área boscosa en el país se ha visto reducida sensiblemente en los últimos 80 años, consecuencia del cultivo extensivo de la caña de azúcar, aún permanecen en sus reservas forestales especies maderables tan apreciadas como el cedro, la caoba y el quiebrahacha, además de gran número de árboles frutales: mangos, aguacates, guayabos y pomelos, entre otros.
Pero lo típico es la Palma Real, con millones de ejemplares diseminados en todo el territorio nacional. La Palma Real preside uno de los campos del escudo nacional y se considera no sólo un símbolo patrio, sino que se le atribuye significado religioso, lo mismo que a la ceiba, el más añoso de los árboles que crecen en la isla. Talar una ceiba, para los cubanos, se tiene por modo eficaz de quedar maldecido por los dioses.
Son igualmente numerosos los manglares, montes costeros, secos, y semicaducifolios, con ejemplares que pueden alcanzar 20 y 30 metros de altura. Entre estos están los ficus y jagüeyes. Existen también pinares, sobre todo en la provincia de Pinar del Río, además de otras especies de palmaceas  de menor tamaño, como puede ser la Palma Barrigona, llamada así por su abultado “vientre”, una verdadera rareza botánica; o la Palma Corcho, un fósil viviente que se considera el árbol más antiguo del mundo.
El 59 por ciento de los bosques cubanos se localizan en las provincias de Pinar del Río, Matanzas, Holguín, Guantánamo y la Isla de la Juventud. Alrededor del 85 por ciento de estos bosques son jóvenes. A cada habitante en la isla le corresponde  0.19 hectárea de bosque.
El estado cubano ha diseñado un plan de reforestación nacional que procura el incremento y protección de las áreas boscosas, tanto maderables y preciosas como de otros tipos. La recuperación de ecosistemas devastados por la tala indiscriminada es algo  que comienza a cobrar conciencia entre los cubanos.
Entre las aproximadamente 300 especies de aves que anidan en la isla, 21 son endémicas. Aquí se localizan palomas torcasas, patos salvajes, faisanes, periquitos, pájaros carpinteros, ruiseñores cubanos y colibríes. Otro representante de la fauna local es el llamado murciélago mariposa.
Existen además 54 especies de mamíferos,  42 anfibios, 1,400 moluscos y 106 de reptiles. En Cuba no existen serpientes venenosas, fieras y otros depredadores, a excepción del cocodrilo cubano, menor que el caimán americano, pero igualmente peligroso. La mayor población de cocodrilos en estado natural se halla en el inmenso humedal de la Ciénaga de Zapata, el más extenso del Caribe, al sur de la provincia de Matanzas. También se han localizado poblaciones de estos saurios en la Ciénaga de Lanier, en la Isla de la Juventud.
En general, el endemismo en Cuba es de los significativos de la región, pero la destrucción de los bosques, unido en algunos casos a la caza indiscriminada, contribuyó a que mermara la población de animales. La creación de reservas naturales, parques nacionales y refugios, ha hecho posible recuperar algunas de estas especies en peligro de extinción.
En el país existen cotos de pesca y caza, o para la contemplación y la fotografía, aunque esta última modalidad aún no comporta una alta incidencia entre las preferencias del turismo que visita la isla.


Historia de Cuba de bolsillo.  Cronología
Cuba se encuentra habitada desde hace unos 6 mil años, si bien el reciente hallazgo de un equeleto humano de la raza mongoloide de 8 mil años de antiguedad, no sólo apunta a un posible poblamiento anterior, sino al derrumbe de la hipótesis, sostenida hasta nuestros días, de que los primeros pobladores de la isla fueron indoamericanos procedentes del continente, los que se supone llegaron primero a la zona oriental de Cuba en sucesivas olas migratorias a lo largo del arco de las antillas menores, terminando por dispersarse en el  resto del territorio cubano y algunos de los cayos adyacentes, si bien el más importante asentamiento se sostuvo en el oriente del país.
En la parte central y occidental de la isla, las comunidades indígenas eran de menor desarrollo, integradas por cazadores y recolectores, en tanto en el oriente, los grupos humanos asentados, de origen araucano, conocían la agricultura. Pero estos grupos aborígenes fueron exterminados prácticamente durante el proceso de conquista de la isla,  descubierta por Cristóbal Colón el 28 de octubre de 1492.
Exterminados prácticamente los indios, muertos por la espada o el arcabuz durante la campaña de conquista capitaneada por el extremeño (y extremado) Don Diego Velázquez, o extenuados por el duro trabajo en las minas y la agricultura, los nuevos colonos idearon traer desde el África nuevos siervos que se ocuparan del trabajo en la colonia. Así llegan a Cuba los primeros negros esclavos que, con el decursar del tiempo, conformaron parte de la población cubana.
Pero el verdadero valor de esta colonia, entonces, no estaba en sus minas de oro, exiguo por cierto, o en la rudimentaria agricultura. Su importancia radicó en la excelente ubicación geográfica de la isla, a la entrada del Golfo de México. Durante los siglos XVI al XVII, Cuba, llamada luego “Antemural de las Indias y Llave del Golfo”, sirvió de escala a las continuas flotas que traían soldados, mercadería  y avituallamiento a los colonos asentados en el Nuevo Mundo, además de servir de baluarte defensivo del virreinato de Nueva España (México).
La Habana, puerto principal de la isla, fue asiento de comerciantes, algunos de los cuales amasaron una notable fortuna. Otro tanto ocurrió en villas como Trinidad, Remedios, Santa María del Puerto del Príncipe (hoy Camagüey) y Santiago de Cuba, por lo que no faltaron las rondas de piratas y corsarios al servicio de Francia, Holanda e Inglaterra. Durante el siglo XVI, fueron asediadas y tomadas por corsarios y piratas las villas de San Cristóbal de La Habana y la de Santa María del Puerto del Príncipe.
Pero Cuba no sólo atraía piratas y corsarios, sino que también navegaban muy cerca de sus costas bucaneros ocupados en burlar el férreo control comercial impuesto por España en el Nuevo Mundo. Más de un colono en la isla se dedicó a este comercio de contrabando con patriótico entusiasmo. Así nacieron  algunas de las antiguas e importantes fortunas en este país con la que luego se comprarían, pagados con buen oro, títulos y honores por su fidelidad a la corona.
Por entonces, los principales renglones económicos eran la ganadería, el tabaco y el azúcar; este último un producto de especial demanda luego de que a finales del siglo XVIII se produjera la revuelta anticolonialista que dejó destruida la economía haitiana, hasta entonces, uno de los principales productores del mundo. Pero aún y la importancia de estos rubros exportables, La Habana y su puerto continuaban siendo el principal don que la naturaleza regaló a la isla.
En el puerto de La Habana ya no sólo recalaban los buques con vituallas y mercaderías destinadas al Nuevo Mundo, sino que se concentraban las riquezas extraídas de toda Hispanoamérica en espera de la flota, reciamente escoltada, encargadas de acarrear las esmeraldas, el oro y la plata que cada año engrosaban las arcas de la Metrópolis. El puerto de La Habana era, por entonces, el depositario de la mayor riqueza jamás vista por hombre alguno.
El 13 de agosto de 1762 la armada británica, con 14 mil hombres dispuestos, pone sitio a La Habana y 44 días después la ocupa. La ciudad quedó bajo poder de la altiva Albión por espacio de 11 meses, hasta el 6 de julio de 1763, cuando la corona española accede canjearla por los territorios de La Florida y una fuerte suma a modo de rescate. Pero que no fueron los ingleses los únicos interesados en poseer la isla.
Desde principios del siglo XIX, la colonia alcanza una importante prosperidad económica que despierta la codicia creciente de Estados Unidos y que provocará reiterados intentos de compra a España. Pero que no sólo propicia el interés desde el norte, sino que impulsa, al mismo tiempo, un pensamiento político abocado al liberalismo que le llega desde la propia España, donde se ha derrocado el absolutismo. Entre los liberales que descuellan en el país se halla el presbítero Félix Varela,  el cubano más preclaro de su época. Otra figura importante fue Don Tomás Gener y Bohigas, catalán asentado en la provincia de Matanzas, y que junto a otros catalanes, como Jaume Badía o la familia Guiteras, hicieron su aporte decisivo a la vida cultural de la ciudad: la primera biblioteca pública, la primera orquesta filarmónica, la primera escuela moderna, fueron algunas de las obras promovidas por estos hombres y que introdujeron un aire renovador a la intelectualidad isleña.
En 1821, Felix Varela y Tomás Gener fueron nombrados diputados a las cortes. Iban, junto a otros, a pedir mayores libertades políticas y económicas para la colonia, y aunque este intento resultó un rotundo fracaso, el incipiente liberalismo de estos hombres marcó el pensamiento posterior que conduciría a la identidad del cubano y sus deseos de independencia.
El sentimiento de nacionalidad del cubano se va perfilando a lo largo del siglo XIX. El continuo mestizaje, la ligazón de blancos y negros, la acumulación de impresionantes fortunas en manos de criollos que cada vez logran menos entendimiento con sus abuelos hispanos, el desarrollo de una clase económicamente muy activa, integrada por artesanos y profesionales  mulatos, el propio desarrollo de una cultura cada vez más afincada en esta tierra, contribuye decisivamente a la formación de una conciencia nacional criolla.
Y son precisamente estos criollos los que el 10 de octubre de 1868, liderados por Carlos Manuel de Céspedes, emprenden el camino de la independencia e inician la primera guerra anticonialista (1868-1878). Carlos Manuel de Céspedes, abogado, poeta y viajero, dio la libertad a sus esclavos en el ingenio La Demajagua y marchó sobre la ciudad de Bayamo, en el oriente cubano, la que mantuvo como capital de la Cuba insurgente durante tres meses, hasta que nuevamente es recuperada por tropas españolas, no sin antes sus habitantes prenderle fuego y marchar con las huestes independentistas.
En 1871 la guerra alcanza su máximo apogeo, extendida a un vasto territorio que controlan los independentistas y donde se hace necesario imponer un orden civil que alterne el de las armas. Se convoca entonces a la Asamblea de Guáimaro con participación de delegados de todos los departamentos que sirven de escenario a la guerra, y donde se elabora y aprueba la primera constitución republicana. En esta propia asamblea se aprueba además el régimen presidencialista para la nueva república, eligiéndose a Carlos Manuel de Céspedes como primer  Presidente de la República en Armas. Más tarde será proclamado Padre de la Patria.
Durante diez largos años la guerra continúa, hasta que la desunión entre los insurgentes, unido a las torpezas del presidente Céspedes, incapaz de lograr consenso en la Cámara,  provocan su sustitución primero, y luego la inestabilidad política y militar entre el ejército libertador. Esta etapa de la lucha por la independencia de Cuba concluye en 1878 con la firma del Pacto del Zanjón, una maniobra política en la que el mando español, previendo la total ruina de su colonia, y sin posibilidades de una victoria militar a corto plazo a pesar de las diferencias surgidas en el bando cubano, opta por conceder algunas prebendas políticas a los insurgentes, aunque por supuesto que no la independencia de la isla.
Antonio Maceo y Grajales, el general criollo cuyo prestigio y autoridad entre las huestes cubanas nadie discutía, intentó en un último esfuerzo cohesionar a los jefes insurgentes negándose a aceptar cualquier propuesta relacionada con el Pacto del Zanjón. Su rechazo incondicional lo hizo expreso en Mangos de Baragua ante el propio General en Jefe del ejército español, Arsenio Martínez Campos. Pero poco pudo Maceo  frente a la realidad de un ejército libertador exhausto, desmoralizado, cuyos generales marchaban en masa a la firma del pacto. Un año después, en 1879, otro general cubano, Calixto García Iñiguez, reabre las hostilidades contra España, pero es derrotado al año siguiente.
Sobreviene un largo período de paz frustrante para los cubanos que aspiraban a la independencia. Así se suceden  planes para reactivar la guerra, pero otra vez la desunión y la desmoralización abortan estos empeños. La mayor parte de los jefes insurgentes están en el exilio, en Tampa, Nueva York, Jamaica, República Dominicana o Costa Rica. Se conspira activamente desde el exterior, pero falta un líder y un programa político que cohesione la voluntad de todos.
El líder sería  José Martí, un joven poeta, abogado y orador que sufrió prisión y trabajos forzados por sus ideas anticolonialistas cuando apenas era un adolescente. Martí es un hombre de inteligencia preclara, culto, de visión política aguda y verbo centelleante que consigue cautivar a quienes le escuchan. Desde el exilio en los Estados Unidos, Martí funda el Partido Revolucionario Cubano y logra la necesaria unión entre los veteranos generales, a la vez que sumar a la lucha una nueva generación de cubanos; elabora un programa político, el Manifiesto de Montecristi, y afirma que la independencia de Cuba ha de ser el fin supremo e inobjetable de lo que llamó “la guerra necesaria”.
El 24 de febrero de 1895 estallan nuevamente las hostilidades. El propio Martí y Máximo Gómez, General en Jefe del ejército libertador, abandonan el exilio y desembarcan en la isla. Maceo, que 17 años antes alzara su protesta contra el Pacto del Zanjón en las inmediaciones de Mangos de Baragua, parte de este propio sitio al frente de una columna invasora empeñada en llevar la guerra hasta los confines de la isla.
El 19 de mayo de 1895 cae en combate José Martí, pero la guerra es ya un hecho irreversible. Pese a que España ha reclutado un ejercito de 250 mil hombres, el mayor contingente militar jamás visto en el Nuevo Mundo desde los tiempos de la conquista de América, las huestes cubanas están dispuestas a llegar hasta el final en sus empeños independentistas.
Tres años después, en 1898, han muerto en esta guerra más de 600 mil seres humanos, la mayor parte campesinos cubanos desalojados de los escenarios de la guerra por orden de Valeriano Wayler, Capitán General de la isla y jefe del ejército colonialista. Los campesinos son  reconcentrados en las ciudades en número de cientos de miles, donde las epidemias cobran cada día miles de vidas.
La guerra es ya un holocausto, pero esta vez los insurgentes, rehecha la moral y seguros de la victoria, continúan en pie de guerra. Se juega en los campos de batalla la independencia de los cubanos, y nada les hará cejar en su empeño. Martí estableció claramente el camino: una república libre, “con todos y para el bien de todos”.
Estas eran las circunstancias en 1898, cuando los Estados Unidos deciden declarar la guerra a España tomando por argumento la voladura del acorazado Maine, surto en la bahía habanera. Aún es un misterio si la voladura fue una autoprovocación norteamericana, o si se debió a un accidente; lo que sí no hay dudas es que España no tuvo nada que ver con esta voladura, lo que no impidió que poco tiempo después, tropas norteamericanas desembarcan en Cuba e hicieran capitular al ejercito español tras su derrota en la batalla de Santiago de Cuba.
Mucho se ha especulado sobre el final de esa guerra de no ser por la intervención de Estados Unidos. Los libros de historia españoles, norteamericanos y hasta cubanos publicados antes de 1959, establecen que la intervención norteamericana fue decisiva, y sin dudas lo fue para precipitar un final previsible. Porque tarde o temprano, el colonialismo español se habría rendido ante la imposibilidad de sostener una guerra económicamente incosteable, políticamente injustificable, y militarmente inmanejable. Si se revisan los partes militares de la época (los clasificados al Ministerio de Guerra español), se comprende que la eficacia del ejército colonial, integrado mayormente por quintos reclutados a la fuerza, era incapaz de solventar la victoria desde mucho antes de la intervención norteamericana. Al momento de producirse la declaración de guerra norteamericana, cerca de las dos terceras partes del ejército español se encontraba bloqueado en pueblos y ciudades como Santiago de Cuba, la segunda plaza en importancia del país, o inmovilizado en trochas y fortificaciones. Cada vez más, las misiones de este ejército eran de carácter defensivo, en tanto las tropas insurgentes cubanas  ensanchaban sus escenarios, desde el oriente hasta los confines de occidente en la isla.
En 1902 Cuba es al fin una república, solo que bajo tutelaje de Estados Unidos que detentó el derecho, expreso en la  nueva constitución republicana dictada desde Washington, a intervenir militarmente en el país cada vez que lo estimase oportuno a sus intereses, raro caso en la historia en que una potencia tiene el derecho de invadir un país independiente con el anticipado consentimiento constitucional de éste.
Políticos mediocres, prohijados por Estados Unidos, corrupción, abulia, nepotismo, escándalos, tales fueron las notas que marcaron el panorama político en la nueva república. Aunque bajo régimen presidencialista, la democracia vivía enferma, acosada por el soborno, el cohecho y los fraudes electorales. Y aunque habría que consignar el esfuerzo de no pocos por lograr una república verdaderamente martiana, el panorama político cubano no difería del de una república bananera al uso. Las tres cuartas partes del comercio cubano se encontraba bajo control norteamericano,  señores del azúcar y el níquel (las reservas cubanas de este mineral es la segunda a nivel del mundo), importantes inversionistas en el sector de los servicios, el sector primario y  la banca, entre otros, no es de extrañar que supervisaran con absoluta desfachatez la política en la isla.
El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista Zaldívar, un asaltante político, ex-sargento del ejercito que alcanzó los grados de general en mil y más batallas de oficina, protagonizó un golpe de estado que le llevó a la silla presidencial, donde se mantuvo a sangre y fuego hasta la madrugada del 1 de enero de 1959, cuando el Ejército Rebelde, liderado por Fidel Castro, le desalojó del gobierno.
La Revolución de Fidel Castro emprendió entonces un amplio programa político orientado a la esfera social. Entre sus primeros objetivos estuvo la reducción de la alta tasa de de desempleo, reformas en el régimen de propiedad de la tierra, la vivienda, la educación y la salud públicas, la redistribución del ingreso, la seguridad y asistencia sociales, y la supresión de males endémicos de una sociedad tercermundista como eran la droga, el juego, la prostitución,  el desamparo y la mendicidad.

La Ley de Reforma Agraria exoneró del pago de rentas al 85% del campesinado cubano y significó una redistribución de ingreso en el orden de los 300 millones de pesos. La creación de nuevos empleos en los sectores agrícola, industrial, de las construcciones y los servicios, permitió que a finales de 1970 la tasa de desempleo en el país bajara al 1.3%. Durante los años iniciales de la Revolución, se redujeron los alquileres, las tarifas eléctricas y telefónicas, el precio de las medicinas y de toda una larga lista de artículos de primera necesidad.

La Ley 1100 de 1963 garantizó la seguridad social a todos los trabajadores del país. Se aprobó una edad de retiro de 55 años para las mujeres y 60 años para los hombres, y se estableció la protección por enfermedades de tipo común y profesional, accidentes, invalidez y por requerimientos de la maternidad. Se acordó, además, el derecho de todos los trabajadores a un descanso anual de treinta días.

En 1961 se efectuó la Campaña Nacional de Alfabetización sobre la base de un movimiento de participación voluntaria y masiva en el que tomaron parte unos 270 mil estudiantes, maestros y trabajadores en general. En un año, 700 mil personas aprendieron a leer y escribir, con lo cual el índice de analfabetismo disminuyó del 23.1% en 1958, a 3.9% de la población total en 1961. Concluída esta campaña, se creó un plan de becas y el sistema de internados y seminternados para garantizar que todo alumno, con independencia de la situación económica de la familia y lugar de residencia, tuviera acceso a los diferentes niveles de enseñanza. Entre 1959 y 1981 las tasas de matricula según grupos de edad se elevaron, para la enseñanza primaria (6 a 11 años), de 45.2% a 100%; y para la enseñanza secundaria (12 a 14 años), de 8.7% a 79.8%,

En salud pública, las medidas iniciales más importantes fueron la creación de un ministerio de salud pública, el servicio médico rural, las áreas de salud y los policlínicos (unidades asistenciales de base). También se hizo énfasis en el desarrollo de la docencia médica, pues cerca de la mitad de los médicos existentes en el país emigraron en los primeros años de la Revolución. La medicina preventiva experimentó un gran impulso, especialmente en lo referente a enfermedades transmisibles, a la vez que se instrumentaron  campañas masivas de vacunación contra enfermedades que afectaban mayormente a la población infantil.

En relación a la vivienda, la Ley de Alquileres estableció rebajas de un  30-50%, en tanto que la Ley de Reforma Urbana consagró el derecho de cada familia a ser propietaria de su vivienda. Hoy día, más del 90% de la población en la isla es propietaria del inmueble donde vive. Asimismo, se impulsó la construcción de viviendas que, entre 1959 y 1963, alcanzó un monto de 85 mil nuevas viviendas.
Se comprende entonces la deriva cubana hacia la órbita comunista, sustentada por un amplio apoyo popular, y a cotrapelo de Estados Unidos que rompe relaciones diplomáticas con la isla, a la vez que decreta el embargo comercial que aún hoy se mantiene. Comienza así el contencioso Cuba-Estados Unidos que  ha caracterizado las relaciones entre ambos países a lo largo de los últimos cincuenta y tantos años y  cuyos puntos más críticos fueron la invasión en 1961 por Bahía de Cochinos  de un contingente antifidelista,  y la llamada Crisis de los Misiles (1962), referentes que marcan la memoria histórica del cubano contemporáneo. 

CRONOLOGÍA

 1492 (28 de octubre). Descubrimiento de Cuba por Cristóbal Colón durante su primer viaje. Colón cree que Cuba es un continente.

 1509. Se ordena un bojeo a Cuba, comprobándose que es una isla.
 1510. D. Diego Velázquez es nombrado Gobernador de Cuba y desembarca en la isla al frente de un contingente de 300 hombres. Comienza la colonización de Cuba.
 1519. Se funda San Cristóbal de La Habana.
 1524. Llegan los primeros africanos a Cuba.
 1553. El gobierno de la isla pasa de Santiago de Cuba a la villa de San Cristóbal de La Habana.
 1555.El pirata francés Jacques de Sores ataca, saquea e incendia la villa de San Cristóbal de La Habana.
 1592. El rey Felipe II concede a La Habana el título de ciudad.
 1600. Florecimiento de la agricultura y la ganadería. Gran actividad en el comercio de contrabando.
 1728. Fundación de la Real y Pontificia Universidad de La Habana.
 1762. Toma de La Habana por los ingleses. Se funda el primer papel periódico.
 1763. Devuelta La Habana a España a cambio de los territorios de La Florida.
 1765. Inicio de oleada migratoria catalana
 1795. Miles de emigrantes franceses huyen de Haití y se instalan en la isla fomentando el cultivo del café. Desarrollo cafetalero en la isla.
 1809. Primera conspiración por la independencia.
 1821. Auge del liberalismo. Varela y Gener son nombrados diputados a las Cortes españolas. Su misión: mayores libertades políticas y económicas para la isla. Fracaso de la embajada cubana.
 1837. Primer ferrocarril en la isla. Cuba es el séptimo país del mundo en contar con este medio de transporte.
 1853 (28 de enero). Nace José Martí.
 1868. Carlos Manuel de Céspedes proclama la independencia de Cuba y lanza el Grito de Yara. Estalla la guerra.
 1871. Asamblea Constituyente de Guáimaro. Carlos Manuel de Céspedes presidente de la República en Armas.
 1874. Abatido Céspedes por tropas españolas en la finca de San Lorenzo, su lugar de retiro luego de ser destituido como presidente.
 1878. Pacto del Zanjón. Cese de la guerra.
 1879. El general Calixto García intenta proseguir la guerra de independencia, pero fracasa un año más tarde.
 1891. Martí funda el Partido Revolucionario Cubano para la continuación de la guerra.
 1895. Inicio de la segunda guerra por la independencia. Muere en combate José Martí.
 1896. Muere en combate, en la hacienda San Pedro, el general Antonio Maceo.
 1898. Voladura del acorazado Maine. EEUU declara la guerra a España. Intervención de tropas norteamericanas en los escenarios de la guerra en Cuba. España capitula y cede la administración de Cuba a EEUU.
 1898-1902. Los EEUU gobiernan la isla en condición de protectorado.
 1902. Se declara la República de Cuba. Tomás Estrada Palma es electo primer presidente de la nueva república.
 1903. Los EEUU instalan una base naval en la bahía de Guantánamo, en el extremo oriental del país.
 1912. Disturbios políticos que amenazan convertirse en guerra civil. EEUU interviene militarmente  la isla.
 1920. Llegan a Cuba gran cantidad de inmigrantes peninsulares, principalmente de la región céltica y Baleares.
 1924. El general Gerardo Machado es electo presidente de la República.
 1928. Machado consigue la reelección tras enmendar el dictado constitucional que proscribía la reelección presidencial. Se inicia la dictadura de Machado.
 1927. Nace Fidel Castro en Birán, antigua provincia de Oriente (hoy Holguín). Hijo de Angel Castro, terrateniente nacido en Galicia y de Lina Ruz, campesina de la región de Pinar del Río.
 1933. Machado es desalojado del poder. El ejército queda descabezado. El sargento Fulgencio Batista liderea una rebelión militar. Batista se concede los grados de coronel y termina convertido en el “tipo duro” de la política cubana.
 1934. Batista derroca el gobierno de Grau San Martín, quien ha dictado algunas medidas de corte popular que desagradan al gobierno de EEUU.
 1937. Voluntarios socialistas cubanos parten en apoyo a la República española.
 1940. Se redacta y aprueba una nueva constitución, muy avanzada para su tiempo. Batista es electo presidente de la República. Cuba declara la guerra a Alemania.
 1944. Grau San Martín electo presidente de la República. Pero Grau ya no será ni la sombra de aquel populista que encabezara el gobierno en 1934.
 1948. Prío Socarrás electo presidente de la República.
 1952. Batista promueve un golpe de estado 10 semanas antes de las elecciones. Se inicia una nueva dictadura.
 1953. El joven abogado Fidel Castro, al frente de un grupo de hombres, intenta tomar por asalto el cuartel Moncada, en la oriental ciudad de Santiago de Cuba. Preso Fidel.
 1955. Fidel es puesto en libertad por una amnistía con la que Batista intenta granjearse un poco de popularidad. Fidel sale al exilio en México.
 1956. Desde México parte Fidel al frente de una expedición militar con 82 hombres bajo su mando. Desembarcan en Playa Colorada, antigua provincia de Oriente. Luego de algunos fracasos militares, se logra establecer la guerrilla en Sierra Maestra.
 1959. Batista es derrotado y huye del país.
 1960. El presidente Eisenhower no oculta su preocupación por cuanto está sucediendo en Cuba.
 1961. EEUU rompe relaciones con Cuba y decreta un bloqueo (“embargo” en la terminología norteamericana) comercial contra la isla. La brigada 2506, integrada por cubanos exiliados en los EEUU, desembarcan en Bahía de Cochinos. Son derrotados en 72 horas.
 1962. Crisis de los Misiles. Los soviéticos han instalados cohetes nucleares de mediano alcance en Cuba. Los EEUU protestan ante la URSS. Después de largas concertaciones, los misiles son retirados a cambio del desmantelamiento de misiles norteamericanos en Turquía y el compromiso de no atacar la isla; sin embargo, permanece el bloqueo comercial como parte del paquete de medidas norteamericanas contra Cuba.
1968. Muere en Bolivia el guerrillero argentino nacionalizado cubano, Ernesto “Che” Guevara. Gran conmoción popular.
 1976. Nueva constitución. Se institucionaliza el país. Primeras elecciones después del triunfo de la Revolución. Fidel Castro es electo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
 1982. El casco histórico de La Habana es declarado por la UNESCO Patrimonio de La Humanidad.
 1990. Crisis en el este europeo. El gobierno anuncia la aplicación de reformas económicas e inicio de un nuevo período de carestías en Cuba. El país se abre a la inversión extranjera. Resurgimiento de la industria turística en el país.
 1993. EEUU recrudece el bloqueo comercial a la isla.
 1998. Juan Pablo II visita Cuba.

Conmemoraciones

1 de enero. Día de la Liberación (1959)
28 de enero. Día de la caída en combate de José Martí (1895)
24 de febrero. Grito de Yara. Inicio de la guerra por la indepencia en 1895.
13 de marzo. Asalto al Palacio Presidencial (1957) por un comando integrado por jóvenes univarsitarios.
1 de mayo. Día Internacional de los Trabajadores
26 de julio. Día de la Rebeldía Nacional. Se conmemora el asalto al Cuartel Moncada (1953)
10 de octubre. Inicio de las Guerras de Independencia (1868)


Catalanes en Cuba

Resulta difícil precisar el momento en que el primer inmigrante catalán pisó tierra cubana. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que a partir de 1765 ocurre un giro importante en las relaciones entre Cuba y Cataluña, cuando  Carlos III se vió obligado a flexibilizar el monopolio comercial que hasta entonces ejercían los puertos del sur de España con la colonia de Cuba. Se inicia así el intercambio entre La Habana y Barcelona justo al momento en que Cataluña asiste a una incipiente revolución industrial, circunstancia que en alguna medida marcó el éxito económico entre los inmigrantes catalanes en la isla durante la primera mitad del siglo XIX.
Baste saber que durante el siglo XVI, sólo el 1.1% de los emigrantes procedentes de la península a tierras de América eran catalanes, en su mayoría comerciantes, marinos, religiosos y militares. Pero desde 1768, y hasta 1860, esta proporción cambió radicalmente, particularmente en el caso de los que se asentaban en Cuba. Entre 1820 y 1840, en la isla se establecen más del 65% de todos los catalanes que cruzaron el océano en pos de su aventura americana.
Fueron estos los tiempos en que la sociedad catalana alcanzó cotas definitorias entre la inmigración procedente de la península, no sólo por su número, sino por su intensa actividad comercial; y tanto, que en Santiago de Cuba,  cuando alguien decidía ir de compra a la bodega, decía “voy al catalán”.
Es a partir del siglo XX que la proporción de inmigrantes catalanes, en relación con el resto de los peninsulares, comienza a remitir, de modo que entre 1900 y 1926, la proporción de recién llegados desde tierras catalanas es sólo del 2%, lo que no significa en absoluto que no existiera en la isla un importante asentamiento catalán fomentado durante el siglo XIX.
A lo largo de la historia cubana encontramos inumerables apellidos que subrayan esta presencia, incluida su historia negra. Así, por ejemplo, Baró y Martí son dos apellidos vinculados a la trata negrera durante la primera mitad del siglo XIX. Pero que también los hubo protagonistas de historias de mejor color, como José Verdaguer, un juez catalán que vivió nueve años en La Habana, firme opositor al tráfico humano. Y no hay que confundir este personaje con otro singular de igual apellido, el doctor Verdaguer, también catalán, médico –dicen que mentamente enfermo- y que un día, al salir de la iglesia Joaquín Gómez, un reputado negrero, le arrojó vitriolo a la cara causándole la pérdida de la vista; y es que cada Verdaguer luchaba con sus armas.
Otros catalanes conocidos son, sin dudas, Barcardí, fundador de la licorería en que se destilaba el mejor ron del orbe; o Partagás y Gener, expertos cosecheros de tabaco  y productores de habanos, indispensables en el recuento de esta industria; y hasta un santo varón, el arzobispo de Santiago de Cuba, Antonio M. Claret, fundador de la Orden de los Claretianos. Aunque por supuesto que no fueron los únicos.
Si se revisa la Guía Telefónica de Cuba, sin rebasar la primera letra del alfabeto, hallaremos apellidos de indudable origen catalán como son Abreu, Abascal, Aiguesvives, Albertí, Albó, Alegret, Alemany, Almeda,  Arnau, Artigas, Atmeller y Avellanet, descendientes de aquellos catalanes que también contribuyeron a la armazón de este pueblo.
Pero el predicamento de lo catalán en Cuba trasciende además en modos tan definitivos como  su arquitectura. Basta un recorrido por La Habana para descubrir  en el tramado de sus edificaciones y entre el eclecticismo delirante de esta ciudad, la influencia de un modernismo que aquí llenó toda una época, la “época catalana” que marcó el inicio de este siglo en una de las urbes más bellas de América.


Cuba y la presencia catalana

 
Aquellos que hicieron fortuna en Cuba construyeron en sus pueblos de origen  –Vilanova i la Geltrú, llamada “L´ Havana Xica” o Pequeña Habana, Vilafranca, Lloret, Sitges  y Cambrils– casonas que transpiraban añoranza por la isla tropical. “Para los catalanes Cuba es la isla mágica que atrajo viajeros de todas las épocas; la musa que inspiró a compositores y poetas durante cinco siglos y la tierra mítica de millones de emigrantes”. (3) Pero no todos los que emigraron a Cuba se convirtieron de hecho en ricos propietarios aunque la mayor parte de ellos se dedicaran al comercio, el impacto que provocó en el imaginario nacional el enriquecimiento de algunos de esos catalanes motivó la creencia de que en la Isla todos hicieron mucho dinero.
Cuba –como el resto de América– y Cataluña compartieron el estatus de Territorios de Ultramar, otorgado por el Estado español prácticamente desde su nacimiento. Por esa causa la emigración masiva de catalanes hacia estas tierras fue tardía en comparación con otras comunidades hispánicas. Es posible que los primeros catalanes en llegar al continente americano formaran parte de las tropas colonizadoras, pero la presencia catalana en la Isla se perfiló de manera continuada a finales del siglo XVIII con los Reales Decretos (de 1765 a 1778) que establecían el libre flujo de mercancías entre los puertos de España y los de las colonias, cuando la monarquía española autorizó el comercio directo desde el puerto de Barcelona con las Antillas. Los comerciantes más beneficiados fueron los catalanes, sobre todo los dedicados al negocio de azúcar, aunque posteriormente muchos de ellos se dedicaron al tráfico negrero, del que obtuvieron jugosas ganancias.
Las principales ciudades de asentamiento catalán en el país fueron Guantánamo, Santiago de Cuba, La Habana, Matanzas, Bayamo, Manzanillo y Holguín.
Los comerciantes, industriales y banqueros catalanes
Ninguna actividad comercial fue desconocida por los catalanes. Se destaca entre los banqueros Narciso Gelats, creador del Banco Gelats (Aguiar y Lamparilla, 1908). El banco llegó a ser uno de los centros decisivos del mundo financiero cubano, con contactos en Europa, Canadá, Estados Unidos y América Latina. Controlaba las finanzas de la Santa Sede en el país.
Otros nombres importantes fueron Joaquín Sabatés, fabricante de jabones y velas; Petit y Mestre, constructores de la papelera de Puentes Grandes; José Sarrá y Valldjuli, dueño de la droguería homónima (1853) que llegó a ser en su tiempo la mayor de América y Joaquín Payret, promotor de teatro que todavía lleva su nombre. Francisco Marty y Torrens fundó, con capital obtenido de su trabajo como traficante negrero, el teatro Tacón en 1838, devenido en la actualidad Teatro Garcí­a Lorca.
Aunque hubo presencia catalana en casi todos los sectores económicos nacionales, fue en la industria del tabaco y del ron donde realmente se destacaron: fueron catalanes los dueños de marcas de cigarrillos y puros habanos de fama mundial: como Jaime Partagás y Rabell, quien desde 1827 tení­a una tabaquera en La Habana y fundó en 1845 su célebre “Real Fábrica de Tabacos Partagás”; Juan Rivas, que lanzó en 1840 la marca El Fígaro; José Gener y Batet, dueño de la fábrica “La Excepción” y Juan Conill Puig, fundador del primer almacén de tabaco en rama para la exportación que hubo en La Habana Vieja.
Igualmente Facundo Bacardí y Mazó logró crear en Santiago de Cuba uno de los mejores rones del mundo y fundó la fábrica de ron Bacardí. Su descendiente, Emilio Bacardí Moreau, escritor, patriota y promotor cultural santiaguero, fundó  el 12 de julio de 1899 el Museo Bacardí y creó la Escuela de Bellas Artes.
El poder económico de los comerciantes, industriales y banqueros catalanes en la segunda mitad del siglo XIX alcanzó una posición privilegiada en la sociedad colonial, lo que permitió la creación de una aristocracia catalana con tí­tulos nobiliarios españoles como el marqués de Comillas (Antonio López y López), conde de Güell (Juan Güell y Ferrer), marqués de Santa Rita (José Baró Blanchart).
Una mirada a los catalanes en el contexto histórico-cultural cubano 
Si bien la gran mayoría de la emigración hispánica se encontró en la isla con algunos puntos de contacto, como la presencia de la misma lengua que hablaba –el castellano– no fue igual la situación para los de origen y cultura catalanes. Muchos de los que no sabían castellano debían aprenderlo con rapidez para poder insertarse en la sociedad y progresar, pues aunque el castellano se había entronizado a la fuerza como lengua oficial y pública en toda España, sobre todo a partir de 1714, las clases populares seguían utilizando su lengua materna.
La bandera catalana, conocida como senyera o quatribarrada, está formada por cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo. Desde 1082 el país, poco a poco, la hizo suya: En el siglo XVIII la senyera ya era asumida por los catalanes como la bandera del pueblo. Después de la derrota del 11 de septiembre de 1714, el rey Felipe V limitó su uso y no dejó utilizarla en los Países Catalanes. El primer diseño de una bandera nacionalista catalana se concibió en Santiago de Cuba en 1906 por el Centro Catalanista de esta ciudad, predecesor del Grop Catalunya. La primera versión del nuevo pabellón se creó con la colocación, en el centro de la bandera histórica catalana,  de una estrella blanca de cinco puntas.
El coronel Macià viajó a La Habana en 1928 para redactar la Constitución independentista y adoptar la bandera estrellada, conocida popularmente como “la cubana”. (5)
“El siguiente y último paso fue dado por la Asamblea Constituyente del nacionalismo catalán radicada en Cuba, la que redactó y aprobó en 1928 la carta magna de la Cataluña independiente, en cuyo tercer artículo, se lee: “La bandera oficial de la República Catalana es la histórica de las cuatro barras sobre fondo amarillo, con la adición, en su parte superior, de un triángulo azul, cuyo centro ostenta una estrella blanca de cinco puntas”. La estrella solitaria centrada en un triángulo equilátero, fue desde entonces para el liberalismo catalán símbolo de libertad e independencia nacional”. (6)
Muchos catalanes combatieron dentro de las filas independentistas cubanas contra la metrópoli española en las dos guerras (1868-1878 y 1895-1898), y otros tuvieron que combatir, en calidad de quintos o soldados reclutados a la fuerza por esa propia metrópoli; de unos y otros la historia y la cultura cubana tienen nombres destacados cuya obra está insertada indeleblemente en ellas, para bien de catalanes y cubanos.
A partir de 1936, con el inicio de la Guerra Civil Española y la derrota del bando republicano a manos de los franquistas, se inició para los catalanes y para los españoles en general, otro tipo de emigración: el exilio político.
Numerosos catalanes exiliados se asentaron en La Habana y en Santiago de Cuba, y algunos de ellos, profesores e intelectuales destacados, contribuyeron a fundar  prestigiosas instituciones como la Universidad de Oriente (1947) o trabajaron en ellas.
Entonces, si Cuba fue para miles de catalanes a lo largo de casi dos siglos el Dorado, la mágica isla de los millones, el paraíso tropical donde se gestaron eventos relevantes para Cataluña, su economía, su cultura, para la historia del nacionalismo catalán, si muchos catalanes se afianzaron en la propia historia, economía y cultura cubanas, si ambas orillas se entrelazan significativamente hasta nuestros días ¿no podremos decir que el alma de Cuba puede considerarse el más ultramarino y acanelado de los Países Catalanes?


Galería de Indianos


El controvertido “Pancho” Martí


¿Viajero?, ¿aventurero?, ¿benefector de la ciudad o tratante negrero?.  Francesc “Pancho” Martí i Torrens  -nacido en 1786 en el barrio de Gracia, Barcelona-  es  de esas figuras que mejor encuadra en su biografía el retrato de toda una época.
Se sabe que al caudal de este rico catalán –uno de los patrimonios más notables de Hispanoamérica- se debió la construcción del teatro Tacón, considerado entre los de mayor lujo de su tiempo, y cuyo costo ascendió a 200 mil pesos oro, una cantidad nada despreciable entonces; pero que no era nada para este hombre cuya fortuna se calculaba, en 1859, en 118 142 649.
Otra de sus obras fue  la antigua  Plaza del Vapor (hoy desaparecida). El nombre de El Vapor lo recibe esta plaza por un lienzo enorme que hizo colgar en una pescadería de su propiedad ubicada en este lugar, y que representaba un vapor a toda máquina en medio de la mar.
Pero, ¿de dónde le llegó la fortuna a este hombre?. La historia se repite. “Pancho” Martí fue uno de los grandes negreros de La Habana, donde llegó para montar un negocio de hostelería,  aunque la versión que nos deja el historiador Hugh  Thomas en su libro La Trata de Esclavos es otra:
 “...había luchado durante un tiempo en la guerra peninsular al lado del guerrillero marqués de la Romana, pero ya en 1810 se marchó a La Habana, donde se dedicó a la piratería en el agitado Caribe. Un verdadero vautrin cubano, encontró empleo como abogado naval, dedicado a castigar el contrabando, una sinecura que puso al servicio de Joaquín Gómez (reconocido negrero de la época); empleó su cargo para amasar una fortuna con los sobornos de los tratantes a los que se suponía que debía vigilar...
 El caso es que hostelero en sus inicios, o no, se sabe que  “Pancho” Martí montó un negocio de venta de pescado en la ciudad, el que alternaba con la venta de personas, el más lucrativo negocio en la primera mitad del siglo XIX y del que ya había acumulado notable experiencia.
Cuando en 1820 Inglaterra abolió la esclavitud y confiscaba los buques negreros que se atrevían a cruzar el Atlántico con su carga humana,  fue uno de los promotores de la inmigración china y de familias mayas procedentes de Yucatán,  sometidos en la isla a una suerte muy similar  a la de los esclavos africanos.
Su olfato para los negocios le llevó a también a la especulación inmobiliaria, y en 1857 logró vender el teatro Tacón a la Compañía  Anónima del Liceo de La Habana a un precio muy superior a su costo inicial. En política fue un firme pilar del llamado despotismo ilustrado. Su influencia en la vida pública le llevó a ocupar la presidencia de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña entre 1851 y 1852.
He aquí la descripción física que de este hombre nos dejara uno de sus contemporáneos:
 “Alto, enjuto, huesudo, de pocas palabras, trigueño, vestido con desaliño, siempre en movimiento es fácil reconocerle en la Pescadería, su antiguo dominio. Es el rey de la Pescadería. Fue quien la construyó, y mantuvo su monopolio durante largo tiempo”.
Se sabe que tuvo varios hijos con una mulata habanera  -Tomasa- y a quienes trataba de forma tan severa como pragmática. Solía decirles, “si se portan bien, serán los hijos del excelentísimo señor Francesc Martí i Torrens. Si se portan mal, serán los hijos de la parda Tomasa”.
Ese era “Pancho” Martí.

El extraño caso de Jaume Partagás
El 29 de julio 1831, y con apenas 14 años de edad, el hijo del sastre de Arenys, Jaume Partagás Rabell,  embarcó con rumbo a Cuba tras el sueño americano.
A su llegada a La Habana, el joven Jaume tendrá su primer contacto con el mundo del habano en el almacén de otro catalán, Joan Conill, un rico comerciante de hojas de tabaco. Es en este almacén donde aprenderá todo lo necesario para identificar los diferentes tipos y calidades de hojas de tabaco, su mejor empleo, y lo que sin dudas fue indispensable en su formación como futuro empresario del ramo: el entramado de su comercio.
En 1841, Jaume Partagás contrajo matrimonio con Cristina Puig Miró, habanera hija de un pequeño comerciante catalán. De esta unión, además de cinco hijos, Jaume Partagás sacará un pequeño capital que, unido a sus conocimientos sobre el comercio tabaquero, y los contactos conseguidos con importantes casas importadoras de Europa y Estados Unidos, le facilitarán las cosas para, en 1843, realizar su primera operación comercial.
Su estrategia de posicionamiento en el mercado internacional, acreditado como productor de los mejores habanos del mundo, consistió en cubrir celosamente todas las partes del proceso, pero sobre todo, la cosecha. Así se procuró la compra de las mejores tierras para el cultivo del tabaco, un eslabón indispensable para la producción de un habano de calidad superior.
Pero que bajo el sello Partagás no sólo encontramos las mejores hojas de tabaco del mundo, sino las peores páginas de usura a los campesinos, chantaje, soborno,  infidelidades y  robo.
Cuando en la madrugada del 17 de junio de 1867, una sombra le disparó desde el borde del camino que transitaba a caballo junto a dos de sus hombres, destrozándole la cara y dejándole apenas con aliento suficiente para morir en su casa horas después, la investigación abierta por la policía llegó a considerar nada menos que 78 posibles asesinos. Todos con motivos más que suficientes para apretar el gatillo.
Las pesquisas revelaron todo un amasijo de odios y celos  -Jaume Partagás había timado una marca comercial, Flor de Cabañas, al productor asturiano Manuel González Carvajal; igualmente era proverbial su gusto por las mujeres casadas-  capaz de enloquecer al mismísimo Hércules Poirot, con el ingrediente de que hubo un hombre, un negro liberto de nombre Pedro Díaz, que se presentará como autor del crimen.
Según Pedro Díaz, campesino de la zona, había actuado a instancias de otro veguero  -cosechero de tabaco-  de nombre José Lino Ortega, quien le prometió pagar sesenta onzas de oro si cometía el crimen.
Tanto Pedro Díaz como José Lino Ortega fueron presos, aunque el segundo consiguió su libertad bajo fianza, en tanto Pedro moría en la cárcel, a los veinticinco años y con una salud de hierro, víctima de una enfermedad súbita. Y mientras, dos peritos franceses, llamados expresamente para inspeccionar la supuesta arma con que se realizó el disparo que acabó con la vida de don Jaume, dictaminaban que  aquella arma jamás había sido disparada.

Joseph Gener,  ¿La Escepción?.
Josep Gener y Batet, natural de Arbos,  desembarcó en la isla con trece años, aunque con otro apellido: Jané. Nadie ha podido explicar hasta ahora por qué a los 27 años decidió cambiar su apellido por Gener. Quizá y fuera por la misma razón que a su fábrica de tabacos, en la esquina formada por las calles Monte y Zulueta  -y cuyo edificio aún se conserva-  decidiera llamarla “La Escepción”.
La sustitución de la X por S, se afirmaba en los corrillos habaneros que era consecuencia de la incultura de su propietario. Pero Gener solía explicarlo de un modo llano: “Yo pongo a mi fábrica el nombre que me de la gana”. Y punto.
Joseph Gener era un tipo tozudo y caprichoso que no sólo bautizaba su negocio con arreglo a su propia ortografía, o que cambiaba de apellido sin más explicación, sino que obligó a todos sus hermanos a que hicieran lo mismo so pena de desheredarlos; aunque al final nombrara heredera universal de sus bienes a su única  hija Lutgarda.
Gracias a la inmensa fortuna acaudalada por este hombre en tierra cubana, el pueblo de Albons gozó de cierta prosperidad. En 1874, Gener ordenó un donativo de 50 mil pesetas y facilidades crediticias para la obras que permitieran mejorar el abasto de agua a este pueblo, un proyecto que por fin se realiza en 1878. Otro ejemplo de preocupación por sus coterráneos fueron las 146 mil pesetas que su hija, Lutgarda donó para la renovación del hospital de Albons.
Fue una especie zar del habano, y fue tan firme opositor de la independencia de Cuba como devoto de la Virgen de Montserrat, a la que se propuso levantar una ermita. Su empeño en esta obra le llevó a entrevistarse con la reina regente María Cristina, quien ofreció su visto bueno al proyecto, a la vez que autorizó inscribir su nombre y el de Alfonso XIII entre la lista de patrocinadores. Al mismo tiempo, Gener Protagonizaba lamentables episodios de la historia cubana, como fue su protagonismo durante 1871 de los sucesos que llevaron a la muerte por fusilamiento de ocho jóvenes estudiantes de medicina, acusados injustamente a causa de sus supuestas ideas separatistas.
Pero a pesar de tanto esfuerzo, su compensación fue amarga. Y Joseph Gener, Caballero Comendador, poseedor de la Gran Cruz de Isabel la Católica y del Cristo de Portugal, va a morir en Barcelona a la edad de 69 años, el 7 de mayo de 1900 a las nueve de la mañana, casi dos años después de perdida la isla como colonia española. Por otra parte, le Ermita de los Catalanes se levantó al fin veintinueve años después de la muerte de su principal patrocinador; en tanto que la imagen de la Virgen de Montserrat que hoy se encuentra en su altar definitivo, debió esperar más de treinta años dentro de una caja.


Payret

Payret, he aquí el apellido catalán más grande y luminoso que aún puede encontrarse en La Habana. Es  un conocido cine en Paseo del Prado No. 515. Su nombre, Payret, se proclama en grandes letras rojas ribeteadas en neón. No es difícil encontrarle, en la esquina diagonal  al antiguo Centro Gallego.
Fue construido por Joaquim Payret, el propietario de un próspero café ubicado en este lugar, aunque su fortuna realmente le viene de la venta de víveres al ejército español durante la época colonial, además de ser un reconocido especulador de metales preciosos.
Una vez construido el Teatro Tacón, el que otrora ocupara los terrenos del que luego fuera el Centro Gallego y hoy Gran Teatro de La Habana, y a la vista de su éxito entre el público habanero, Payret decidió construir este teatro.
El teatro Payret se erigió en 1882  bajo la asesoría de Fidel Luna, colaborador nada menos que de Ildefons Cerdá, urbanista conocido en La Habana por las llamadas esquinas “xanfrás” ideadas en su plan de ensanche de Barcelona, y que los habaneros conocen como esquinas “en chanfle” o “chanflás”.
Luego de toda una serie de fatalidades, como fue el hecho de que un huracán devastara el teatro apenas inaugurado, seguido de la muerte de su ingeniero constructor, Joaquim Payret se arruinó, pasando el inmueble a manos de otros propietarios que, sin embargo, conservaron su nombre original.
En 1909 el teatro se convirtió en sala de proyecciones, tal y como aún permanece. En ella, el niño Xavier Caugat, de apenas nueve años, tocaba el violín como complemento sonoro a las películas silentes que se proyectaban en este cine. Un dato curioso es que  Caugat, entonces, formaba parte del trío que dirigía Moisés Simón, autor de El Manisero, una pieza de la que luego Rita Montaner hiciera toda una creación. Rita Montaner se casó con Caugat años más tarde. Y ya que hablamos de música, consignemos que una de las hijas de Payret, Agnés Payret, notable pianista de su época, fue la introductora del tercer pedal en este instrumento.
En 1948 el teatro va a ser reconstruido perfilando su aspecto actual.

El brindis de don Mariano


No hizo fortuna, pero protagonizó un hecho que le valió la estima de los cubanos.
En medio de un banquete entre galones y bayonetas españolas, el catalán Mariano Balaguer levantó su copa para honrar la memoria de Carlos Manuel de Céspedes, primer presidente de la República en Armas, muerto poco antes por fusileros colonialistas. El banquete tuvo lugar cerca del torreón de La Chorrera, aledaño al camino que recorrían cada día los presos políticos condenados a trabajo forzado, y que durante algún tiempo también recorrió José Martí en igual condición.
Y se cuenta que poco faltó para que lincharan al insolente don Mariano que desafió el poder colonialista español en momentos en que la intolerancia política obraba el terror entre los partidarios de la independencia. Aquel brindis le valió persecución y exilio en Cayo Hueso, al sur de La Florida, donde fue acogido por la  importante comunidad de cubanos que en esa ciudad actuaba a favor de la independencia. Mariano Balaguer murió en 1892, y José Martí escribió entonces un artículo a su memoria bajo el título de “Un español” (por entonces, en Cuba, todo peninsular pasaba por español), y que apareció publicado en el periódico Patria el 16 de abril de 1892. Justo las últimas palabras de ese artículo son las que deberían servir de exergo a esta guía: “Los españoles buenos, son cubanos”.

Y valga esta aclaración:
Aunque Martí conociera el origen catalán de don Mariano, para la Cuba del siglo XIX existía poca diferencia entre catalanes y españoles, entre otras cosas, porque para la propia comunidad catalana con orientación colonialista en la isla, esta diferencia era apenas una insinuación.
Un buen ejemplo nos lo ofrece Francesc Camprodon  -catalán, ¿quién lo  duda?-, responsable de administración de Hacienda en La Habana al momento de arribar, el 27 de marzo de 1869, los primeros mil voluntarios procedentes de Barcelona ofrecidos para combatir a los insurgentes cubanos.
Durante la cena de bienvenida celebrada el 1 de abril, el funcionario de Hacienda pronunció un encendido discurso  -Francesc era además dramaturgo, una rara combinación-  en el que proclamó: Si hi ha criolls que sostenen/ que no te fills Catalunya/ per lluitar en terra llunya/ lo vent los porta, ja venen (...) Si estant España en desmay/ l´atormentan uns i altres/ ¡Llam del cel! Avuy nosaltres/ som mes espanyols que mai (...) Ja venen; los porta´l vent:/ mes tot avans han jurat/ no tornar a Montserrat/ mentre hi hagi un insurgent.”
Martí, en cambio, es un humanista, un hombre que por encima de razas o culturas, establece dos únicos bandos: los buenos y los malos.


Antonio María Claret. Cruzada contra la “mulatalidad”

Aunque no sea posible considerarle un “indiano” en el sentido estricto del término, el padre Antonio María Claret ocupa un espacio muy particular en la memoria de lo catalán en Cuba, suficiente para que le incorporemos  -con licencia-  en esta galería.
Nacido en Sallent en 1807,  llegó a la isla como arzobispo de Santiago de Cuba, coincidiendo con el terremoto que estremeció esta ciudad en 1852 y que las beatas de Santiago interpretaron como un castigo divino por los desafueros que traía locos a los amos blancos tras las caderas de las bellísimas mulatas santiagueras.
Escaso conocedor de la sociedad cubana de entonces, bastó al padre Claret poner un pie en Santiago de Cuba para establecer el objeto de su misión evangelizadora, y que él entendió como una cruzada que pusiera fin al desmadre que degradaba, siempre según su opinión, el nivel social de los amos blancos; sobre todo el de los muchos catalanes que por entonces vivían en la ciudad. Así escribía el padre Claret al Capitán General de la isla:
“Los propietarios de negros viven como bestias, ellos mismos señalan el esclavo a la esclava, así como el caballo a la yegua, y a veces, ellos mismos y sus hermanos e hijos copulan con sus esclavas negras y éstos, por descontado son enemigos de misiones, religión y moralidad. De todos ellos los peores son los que han venido de España y singularmente los catalanes son malísimos, son pésimos, nunca se confiesan ni comulgan ni oyen misa, todos o viven en concubinato o tienen relaciones ilícitas con mulatas y negras y no aprecian otro dios que no sea el interés”.
Como se comprenderá, el santo varón de nuestra historia encontró no pocos obstáculos, algunos insalvables. He aquí una anécdota:
El padre Claret se presenta ante un señor del que tiene noticias que mantiene relaciones con una mulata, exigiéndole, como buen cristiano, que formalice su situación con arreglo a los sacramentos. El hombre abandona la habitación y reaparece con tres bellas mulatas:  “Exactamente  -pregunta a Claret- con cuál prefiere que me case”.
Pero que no todos fueron episodios dignos de una comedia de enredos. También los hubo dignos de un thriller, como aquel en que regresando de una visita a la ciudad de Holguín, el 11 de febrero de 1856, fue asaltado por un grupo de desconocidos que le propinaron una cuchillada en la cara. Al parecer, refiere el historiador cubano de origen catalán, Manuel Moreno Fraginals, quien accedió al informe policial de aquel atentado, el motivo del ataque no fue asesinarlo antes que asustar al prelado y marcarlo de por vida.
En 1858, seis años después de su arribo a la ciudad de Santiago de Cuba, Antonio María Claret, partió de regreso a España respondiendo al llamado de Isabel II que le reconoció como su confesor particular. 



¿Qué tiene Cuba?

Son muchas las razones que hacen de la isla un sitio privilegiado en la memoria del peninsular en general, y del catalán en particular, y que no se compara al resto de los países sudamericanos, antiguas colonias y polos de destino de la amplia emigración con que aún después de la independencia muchos intentaron, e intentan, “hacer las Américas”.
Y es que en Cuba no se encuentra rastro de odio al peninsular, ni aún en momentos en que se libraba una sangrienta guerra contra la corona borbónica. En el habla popular cubana jamás se acuñó un término despectivo para señalar lo español, como gachupín en México, o chapetón en Perú. Y es que para el cubano siempre estuvo claro que una cosa era España y su régimen colonial, y otra bien diferente el inmigrante con quien muchas veces estaba emparentado.  Así la guerra contra el régimen colonial no se definió, como ocurrió en otras partes de América continental, por el lugar de nacimiento antes que por la posición ideológica de cada cual.
He aquí un buen ejemplo de esto que decimos, y que nos lo refiere Manuel Moreno Fraginals en su libro Cuba/España España/Cuba. Historia Común:

       “En nuestro archivo particular obra una carta que es ilustrativa de lo ocurrido. Beatriz Masó Hecheverría era una criolla descendiente de la recia estirpe catalana de los Massó, originarios de Sitges, cuyo tío, Bartolomé Masó (cubanizado el apellido con una sola s) era presidente de la República de Cuba en armas, y su hermano era el teniente coronel Carlos Masó Hecheverría, miembro del estado mayor del general (insurgente) Calixto García Iñigues. Paralelo a esta constelación cubanísima, estaba el esposo de Beatriz, el coronel del ejército español Emilio Ventura, gallego de nacimiento, con brillante expediente militar ganado en sucesivas batallas contra el ejército cubano desde 1877. En 1898, derrotada España, el coronel Emilio Ventura fue repatriado con su cuerpo de ejército y destacado nuevamente en Ceuta, a donde llevó la esposa cubana y dos hijas. Al año siguiente (1899), nace en Ceuta una tercera hija; el sueldo es corto y los pagos se demoran. En esas condiciones acude a su cuñado Carlos Masó, contra el cual ha luchado cuatro años, quien escaso de dineros, se endeuda y le socorre con 100 pesos oro,  cantidad altísima para los sueldos de la época. Las cartas cursadas entre el teniente coronel triunfante y el coronel derrotado tienen el calor familiar de gentes no separadas por la guerra. El nexo de familia ha sido puesto por encima de las diferencias políticas”.

Y en otra parte:

“El general Miró Cardona, catalán que peleó a las órdenes de Antonio Maceo (lugarteniente general de las tropas independentistas), comentaba asombrado el número de militares españoles, soldados y oficiales que al terminar la guerra se ocultaban para no ser repatriados, lo cual revela que para ellos Cuba no era territorio enemigo, aunque fuera ocupada por Estados Unidos”.
Para los que hayan visitado la isla, habrán observado que el personaje infantil más popular es un coronel mambí (denominación que calificaba a los insurgentes), Elpídio Valdez, una especie de Asterix El Galo que hará tragar el polvo de la derrota a sus enemigos, en este caso, el general Resoplez y sus lugartenientes, siempre en situaciones ridículas. Una noche en que el general Resoples festejaba con sus oficiales  la segura captura del Elpídio Valdez  -y que como el Correcaminos inevitablemente escapará al coyote-, un par de quintos que cubrían la guardia bajo el húmedo invierno cubano, comentaban: “Estos bebiendo vino, comiendo jamón y haciéndose ricos, mientras uno aquí, ¡de bestia!”. He aquí la cuestión: de una parte, oficiales y funcionarios ricos o acomodados que procuraban el sostenimiento de sus privilegios coloniales; y de la otra,  los cubanos que luchaban por conseguir su libertad frente a una tropa de quintos descontentos y forzados a participar en una guerra que no entendían, pues ya se sabe cómo funcionaba el régimen de reclutamiento en la península.
Cuando Juan Padrón, creador de Elpidio Valdez, viajó a España a mostrar sus “muñequitos”, lo hizo no sin cierto recelo, pues temía no ser comprendido por el público en esta orilla del Atlántico. Pero sus dudas no lo fueron por mucho tiempo. Tanto en Madrid como en La Habana, los malos seguían siendo los malos, y la risa su mejor castigo. Y otra vez, sólo que ahora en la madre patria, Elpidio Valdez salió victorioso.
Terminada la contienda y declarada la independencia, la emigración española continuó afluyendo a la mayor de las Antillas, integrada mayormente por peninsulares empobrecidos que llegaban a la isla dispuestos al trabajo duro y la siempre esquiva  fortuna. Así surgieron verdaderos gremios de españoles como lo fue el de tranviarios de La Habana, o el de pequeños comerciantes. Lo peninsular trascendió a lo cubano con nuevo acento, a veces no exento de burla    -pero de qué no se ríen en este país-  como era el caso del típico gallego, dueño de una bodega, a quien la mulata pícara timaba chorizos a fuerza de zalamerías. Era “el gallego” del teatro vernáculo cubano, ingrediente sin el cual no se concebía este género que durante medio siglo colmó la escena teatral en la isla. Y mientras esto sucedía en las tablas, España se debatía en una guerra civil en la que un nutrido contingente  de brigadistas voluntarios cubanos apoyaron con las armas el bando republicano, no pocas veces al precio de sus vidas.
Al triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, se cortó este flujo migratorio; y así permaneció durante tres décadas en la que el imaginario cubano de “lo español” no hizo sino crecer en la memoria de los inmigrantes que quedaron en la isla y su descendencia, hasta que en los ´90, abierta la isla al turismo occidental y la inversión extranjera, Cuba nuevamente se convierte en destino de cientos de miles de peninsulares que con igual entusiasmo se dispusieron al reencuentro de lo que ya es memoria cultural común.



LA CUBANIDAD


El cubano
Con 11,139 900 almas, los cubanos constituyen el mayor grupo humano del Caribe. A diferencia de otros pueblos articulados tras sucesivas olas migratorias, su historia ha venido forjando en ellos un sedimento étnico y cultural monolítico. En Cuba no se emplea otra lengua o dialecto aparte del español (idioma oficial), salvo entre la reducida población de haitianos localizados en el oriente cubano. Tampoco es notable la concentración de una u otra etnia entre tantas que, al fin y con el decursar de los siglos, dio lugar a lo que hoy es el cubano contemporáneo. Existe una comunidad japonesa en la Isla de la Juventud que hasta hace unos años se agrupaba alrededor de una especie de patriarca japonés, Arada San, el último sobreviviente de un grupo que emigró a principios del siglo XX, sin embargo, tampoco “los Aradas”  constituyen una comunidad importante, como tampoco lo es ya, por su número, la de chinos radicada en el antiguo Barrio Chino en Ciudad de La Habana, si bien culturalmente la aportación de estos chinos al complejo de lo cubano nadie discute.
Africanos traídos en el temprano siglo XVI en condiciones de esclavos, y que sumaron millones a lo largo del período colonial, más gallegos, asturianos, valencianos, catalanes, andaluces, vascos y hasta isleños de las Islas Canarias, aportaron, entre otros grupos humanos, los dos ingredientes básicos de la cubanidad: el africano y el europeo. Pero de entre todos, los gallegos ocupan un lugar especial, quizá por el hecho de que fue mayormente celtíbera la última ola migratoria a la isla,  de ahí que aún hoy día a los españoles en Cuba se les llame genéricamente “gallegos”. Al mismo tiempo, árabes del Líbano, sirios y judíos también fueron llegando en sucesivos golpes migratorios, algunos desde la segunda mitad del siglo XIX, asentándose en comunidades m{as o menos permeables al resto de los habitantes del país.
Así se concibió el hombre en estas tierras y su cultura, a la que el sabio cubano de ascendencia menorquín, Don Fernando Ortíz, calificó de verdadero “ajiaco”. Y es en ese “ajiaco” donde conviven en la actualidad, magníficamente acrisolados, más de medio centenar de denominaciones religiosas, inopinados platos que combinan la fabada asturiana y el arroz, acompañando postas de “chilindrón” de chivo y plátano maduro frito, todo en el mismo plato; giros idiomáticos que recuerdan el castellano arcaico, conjugados con expresiones de indudable origen africano; negros, mestizos, blancos, gente de ojos rasgados y pómulos amerindiados, de pronto, todos primos. En fin, una mezcla de expresiones, atuendos, rasgos y maneras  entrecruzadas y compactadas perfectamente que ensanchan las fronteras de la identidad del cubano. Y es que lo cubano no es precisamente una isla.

Pero lo más sobresaliente de este pueblo es su alegría, el carácter festivo que le acompaña casi siempre, y que hace de la música –de su música- algo entrañable para ellos. Cuando un cubano no sabe bailar, lo confiesa con rubor. Si es que no sabe contar un buen chiste, sus compatriotas dudan, ¿no serás polaco, tú?. Su sentido del humor es a veces negro, mordaz; otras ligero, las más, burlón. De todo ríe el cubano. No hay desgracia en este país que, pasado el tiempo (a veces inmediatamente), no se subvierta en un chiste callejero. Aquí casi nadie queda a salvo del proverbial humor criollo, desde el presidente del país, hasta la madre querida; acaso los santos (orishas), a veces, escapan.


¿Bailamos?

Piénselo dos veces. Los cubanos son excelentes bailadores de sus ritmos. Y nada hay tan ridículo como un inexperto turista intentando remontar los ritmos criollos. Por lo general, terminan haciendo el ridículo. ALERTAMOS. Bailar “salsa” es difícil para un catalán, pues nada tiene que ver con los serenos movimientos de la sardana. Para bailar “salsa” se emplean los pies, las manos, los brazos, las caderas, los hombros y la mirada encandilada. Hay que llevarlo en la sangre. Las complejas  evoluciones de este baile es cosa de profesionales... o de cubanos.

Aunque el danzón es el Baile Nacional, ya sólo algunos, por lo general personas de la tercera edad, saben cómo bailarlo. La rumba, que es otro de los ritmos antológicos cubanos, ha quedado relegada a espectáculos culturales. Cada vez es más difícil encontrar, como antaño, un negro que sepa bailar rumba. El son, que fue el más popular de los ritmos en la Cuba de los ´20 y ´30, en su versión más ortodoxa, tampoco se baila ya.

Somos “santeros”
Cuba es un país laico aunque  se practica el catolicismo además de otras cincuenta y tantas denominaciones religiosas. Pero la Santería es el culto más extendido. El origen de esta modalidad religiosa está en el cruzamiento de los cultos africanos y católico.
Durante los tiempos coloniales millones de seres humanos sufrieron  esclavitud en tierra cubana. Llegaban desde diversas regiones del llamado continente negro, del Congo, Nigeria y la Costa de Marfil. Cada etnia traía sus dioses, sus creencias y su liturgia consideradas prácticas heréticas por los amos blancos.
Para burlar la condena por sus prácticas religiosas, los negros africanos optaron por enmascarar sus dioses bajo el sayo de dioses cristianos. Iban a misa bajo la fe del látigo, rezaban, se persignaban, pero luego, a escondidas, sacrificaran palomas, chivos y se entregaran a una liturgia ancestral.
Fue así como San Francisco se convirtió en Orunla, la Virgen de Regla  -con multitud de fieles en Chipiona-  en Yemayá, Santa Bárbara en Shangó, la Virgen de las Mercedes en Obbatalá, la de la Candelaria en Oyá. Hasta Dios cambió su nombre por Olofi. Los santos y vírgenes católicos prestaron sus rostros, pero la liturgia era tan africana como sus dioses enmascarados cuyas historias se cuentan en apattakies o consejas en las que actúan de un modo sospechosamente mundano.
Y es que si alguien se pregunta a qué se debió  -y aún hoy se debe-  el auge de estos cultos sincréticos, lo mismo que el vudú en Haití o la macumba en Brasil, la respuesta está precisamente en su mundanismo. Mientras el cura en la iglesia sugiere paciencia y fe en Cristo ante los males de este mundo, un Babalawo (“padre de los secretos” y sumo sacerdote de la Regla de Ocha o santería), elabora fórmulas mágicas con maíz tostado, “cascarilla” y yerbas diversas aderezados con cantos litúrgicos en lengua yoruba. Si el problema no queda resuelto, al menos él lo intentó, y aún lo volverá a intentar empleando más complejos ritos con que persuadir a sus dioses para que varíen el destino. La resignación no es para el santero.
Existen otros cultos de origen africano como es el Palo Monte, pero su práctica, aunque difundida, jamás alcanza el número de acólitos con que cuenta la santería.
Un santero se distingue por su ropaje blanco, cuando se trata de un recién iniciado en el culto. Ellas, ataviadas con faldas, zapatillas, chal y turbante  blancos; él, lo mismo: pantalón, camisa y gorra blanca; ambos con vistosos collares que identifican en el colorido de sus cuentas los santos de su devoción. No es difícil distinguirles en las iglesias a las que acuden a cumplir con la parte católica de sus cultos, aunque la santería no dispone de más templo que la propia casa del santero. Allí encontrará el visitante  -entre imágenes de vírgenes y santos católicos- cocos policromados, maracas rituales, hachas de madera bipétalas, soperas antiguas en las que guardan piedras de río y que es “el fundamento”, asiento donde vive la deidad; todo muy bien colocado, aunque a simple vista, la mezcolanza de atributos confunda el orden.
La verdad es que nada hay tan parecido al cubano como sus propios dioses.


La Palabra y el gesto
Las manos vuelan, se agitan en el aire, estallan y caen.  En el modo de decir el cubano, las manos hablan.  Cuando un cubano quiere significar que alguien se fue o se va, simplemente golpea el envés de su mano sobre la palma de la otra dispuesta en forma de cuenco, lo que provoca un chasquido agudo: “Fulano partió”.  O si se trata de  afirmar que una mujer está bien distribuida de formas, basta un toque de nudillos de una mano sobre la palma tersa de la otra, provocando un sonido seco, de carne dura: “Esa mujer es un mazazo”.
Existen cientos de gestos con múltiples significados concretos empleados en el habla popular y hasta culta de la Isla, y aunque de niños se les advierte que hablar gesticulando es de mala educación, pronto olvidan el consejo.

Resolver


Si hay que definir al cubano por su actividad más constante, no podría decirse que es cazador, ni recolector, tampoco es precisamente un pueblo productor toda vez que el llamado período especial  no le deja muchas oportunidades: el cubano es, en todo caso, un pueblo “resolvedor”. Resolver es el verbo que con mayor frecuencia escuchará al oriundo de esta tierra para calificar su sobrevivencia: “Estoy resolviendo esto”, o “voy a resolver aquello”. Pero,  ¿qué es “resolver”?. Pues resolver viene siendo sinónimo de “luchar”, algo que en buen castellano viene significando agenciar, procurar. Así, una forma de iniciar una conversación entre cubanos puede ser ésta: “¿Cómo va la cosa?”, preguntará uno (ojo: la “cosa” es otro concepto polivalente en el habla popular cubana, pero que en este caso se refiere a la vida), “aquí, resolviendo”, responderá el otro, con lo cual significará que sobrevive. Así, no es extraordinario que en la heladería  Coppelia  -por elegir un set cualquiera-, al ver las largas colas que se forman, algún cubano avispado se acerque al dependiente a pedir en tono suplicante, “mi tierra, resuélveme”. En este caso la solicitud debe tomarse como un reclamo de ayuda que le libere de la larga espera. Y es que el cubano se la pasa “resolviendo” todo el santo día, y como que se trata de gente que saben conjugar el verbo, no es de extrañar que si alguna vez usted se viera en apuros,  aparezca un criollo dispuesto que se ofrezca diciendo, “no hay tema, voy a resolverte”.

Dichos o "dicharachos" cubanos:
  • Te llevo de rama en rama, como Tarzan lleva a Juana (te aprecio)
  • De sijú a pitirre (de cualquier forma, malo)
  • A cada piojo le llega su peine (a cada cerdo le llega su San Martín)
  • Se acabó el pan de piquitos y la raspadura de moño (todo terminó)
  • Se acabó como la fiesta del Guatao (Terminó de mala forma)
  • Que me quiten lo "bailao" (lo disfrutado no se pierde)
  • Qué envolvencia (qué problema)
  • Chévere (muy bien)
  • Ni jugo'é piña (nada)
  • Le tocaron la campana (lo eliminaron abruptamente)
  • Fuego a la lata (adelante, sin importar las consecuencias)
  • Se acabó lo que se daba (todo terminó)
  • Se formó el arroz con mangos (se armó gran confusión)
  • A mi me matan; pero yo gozo (me divierto cueste lo que cueste)
  • Botar la pelota (hacer algo destacado)
  • Apaga la vela y vámonos (abandono inmediato del lugar)
  • La cosa está de fuma y déjame el cabo (situación difícil, crítica)
  • A falta de pan, casabe (si no hay lo que quiero, quiero lo que hay)
  • A buena hora mangos verdes (hacer algo inoportuno)
  • El cañaveral está encendido (está caldeado el ambiente)
  • Siempre que llueve escampa (no hay que perder la fé)
  • Retama de guayacol en pomo chato (algo realmente malo)
  • Camina por lo "chapeo" (escoge el camino correcto)
  • Pintar coca cola en el aire (hacer algo difícil y riesgoso)
  • Quedó en la página dos (se murió)
  • Se la dejaron en la mano (lo sorprendieron, sin darle tiempo a reaccionar)
  • Se llevó la cerca (hizo algo notable)
  • Vivir de la picada (vivir pidiendo prestado)
  • Vivir en un níspero (vivir bien)
  • Poner la yagua antes que caiga la gotera (prevenir)
  • Dejar pasar carretas y carretones (soportar algo)
  • Llevar años de bufete y notaría (tener experiencia)
  • No arrugues que no hay quien planche (no insistas, porque el momento es inapropiado)
  • Al cantío de un gallo (cerca)
  • Chupar el rabo a la jutía (emborracharse)
  • Le zumba la merengena (algo extraordinario)
  • Le zumba la berenjena (idem)
  • Le zumba el merequetengue o merequetén (idem)
  • Lo pusieron en tres y dos (lo pusieron en un aprieto)
  • Sacarse la rifa del guanajo (algo desagradable)
  • Que te compre quien no te conozca (no me fío de tí)
  • Quedarse para vestir santos (quedarse soletero/a)
  • Tirar faroles (presumir)
  • Tirarse en el suelo (negarse)
  • Vender la baraja (irse repentinamente, dejando en aprieto a los demás)
  • Tener un chino atrás (Tener mala suerte)
  • Pureta (la suegra)
  • Dar nevera (demorar)
  • Llegar y besar el santo (obtener algo rápidamente)
  • No es santo de mi devoción (no me simpatiza)
  • Estar bruja (no tener dinero)
  • Estar "arrancao" (no tener dinero)
  • Estar cocuyo (estar suspicaz)
  • Se llevo la cerca (hizo algo extraordinario)
  • Le zumba el mango (es algo increíble)
  • No servir ni para billetero (estar muy mal de salud)
  • Levantar la paloma (poner algo o a alguien sobre aviso)
  • Meter la pata (equivocarse)
  • Meter la tángana (protestar)
  • Pasar el Niágara en bicicleta (hacer algo muy difícil)
  • Lo cogieron fuera de base (lo sorprendieron)
  • Ponerse pa' su número (contribuir económicamente)
  • Se ñampió (se murió)
  • Tener el caballito ensillado (estar listo)
  • Tener guayabitos en la azotea (estar loco)
  • Bailar con la más fea (aceptar algo desagradable)
  • Botar tela (vestirse muy elegante)
  • Cantar el manisero (morirse)
  • Coger la guagua equivocada (hacer algo incorrecto o tener malas intenciones)
  • Coger los mangos bajitos (obtener algo fácilmente)
  • Componedor de bateas (aquel que se dedica a desenredar entuertos ajenos)
  • Darse lija (presumir)
  • Echarle tierra a un asunto (encubrir algo incorrecto)
  • Guardar el carro (morirse)
  • Guataquear (adular)
  • Hay pitirre en el alambre (una persona ajena a la conversación escucha)
  • Jalar la leva (adular)
  • La caña está a tres trozos (la situación está difícil)
  • Le pasó lo que a chacumbele (se suicidó)
  • Como tres en un zapato (muy apretado)
  • Se armó la de San Quintín (Se formó un grave problema)
  • Que lo compre quien no lo conozca (No inspira confianza)


Jerga

Ambia: Hermano en lengua abbakuá
Asere: Colega.
Absorvente:  Pajilla.
Afincar: Recargarse con fuerza.
Ahorita: Luego
Ajustador:  Sostén. Prenda íntima de mujer.
Almendrón: Auto antiguo que corre por las calles habaneras.
Apear:  Orillarse, acercarse a un lugar.
Arepa:  Lesbiana, “tortillera”.
Bacán: “Chévere”, “estelar”, buena persona.
Bajito de sal: Cherna, pájaro, entendido, rarito; homosexsual.
Bala: Cigarrillo
Bajarse: Tomar(se), “bajarse un litro”
Bejuco: Teléfono
Bisne: Negocio.
Bisnero: Que hace negocio.
Bomba: Canuto
Bretera: Maruja, chismosa
Botella: Pedir botella es practicar el auto-stop
Bútin: Bueno, de calidad.
Blúmer: Bragas.
Caballito: Policía motorizada.
Cabrón: Sujeto avispado, que “se las sabe todas”.
Caldero: Estómago. Estas “fuera de caldero” significa muerto de hambre
Cana: Preso.
Carro: Coche
Coche: Carrito
Consorte: Se pronuncia “consolte”, y significa amigo.
Chispa e´tren: Ron peleón, muy fuerte, apto sólo para bebedores avezados.
Comemierda: Imbécil.
Colirio: Hombre muy guapo, que está muy bueno y refresca la vista de quienes le miran. También se aplica a las mujeres, pero no es frecuente.
Comecandela: Persona que simpatiza fervientemente con el gobierno cubano.
Cañonero: Abusivo, que consigue sus propósitos forzando derechos ajenos.
Coño: ¡Ostia!.
Chabacanería: Vulgaridad.
Chivato: Delator.
Chavito: Moneda fraccionaria cubana convertible al dólar.
Chocha: Coño.
Dale: ¡Venga!.
Elegante: Persona cabal y generosa
Embarcar: Dejar plantado a alguien
Fruta-bomba: Papaya. Sólo en el oriente cubano a la “fruta-bomba” le llaman papaya
Fula: Dólares, CUC.
Fundido: Orate
Goma: Neumático
Guagua: Autobús
Jinetero/a: Quienes expolian a los turistas, particularmente aplicada a prostitutas y gigolós.
Matao: Pusilánime, poco dispuesto
Palo: Polvo
Pasmao: Tiene varias acepciones, pero las más frecuentes usadas se refiere a persona sin un céntimo en el bolsillo, o que desde hace mucho no tiene pareja o mujer.
Papaya: Sexo fememnino
Pepe: Turista español
Pepillo/a: Adolescente
Pestillo: Flaca
Pinga: Sexo masculino
Pinguero: Homosexual
Polvazo: Maleficio, brujería
Rifle: Botella de ron
Temba: Viejo o vieja
Trusa: Traje de baño
Yuma: Extranjero de habla inglesa, preferentemente


Otras expresiones populares:
Enamorao(a) como un(a) perro(o):  Viviana Fernández ha dicho alguna vez, refiriéndose a su examante cubano Asdrubal: "Estoy enamorada de él como una perra". Algunos pensaron que se trataba de una frase debida a su chispeante ingenio, pero no.  La frase es muy cubana, y se refiere a "estar incondionalmente enamorado de alguien", correspondido o no.
Metío(a) como un clavo en la paré: Muy enamorado, inconmoviblemente enamorado de alguien.  Se dice: "Estoy metío con esa mujer como un clavo en la paré".
Rajao al medio: Sentimiento o sensación profunda. Se puede estar "rajao al medio" por alguien o a causa de un hambre feroz; se dice entonces: “Esa mulata me tiene rajao al medio", o “tengo un hambre que estoy rajao al medio". También se suele decir "rajao como una caña brava".
Estar de chupa y déjame el cabo:  Califica una situación precaria. Si, por ejemplo, está usted "rajao al medio" a causa de no comer nada en todo el día, y no encuentra donde hacerse de un bocado, se dice entonces que su situación es de "chupa y déjame el cabo".
Volao como una cafetera:  Animoso en grado sumo. No se discrimina el sentido de esta animosidad. Igual da si por euforia etílica le lleva a cometer alguna locura, que si a causa  -por ejemplo- de una negligencia perdiera su vuelo; en ambos casos se dirá del feliz parroquiano o encolerizado viajero que "está volao como una cafetera".
Sonao como una maruga: Loco, orate. Don Quijote cuenta la historia de un tipo que estaba "sonao como una maruga".
Sábado que viene malo desde el viernes se sabe. Aforismo que no precisa mayor explicación. Obviamente indica lo presumible que en ocasiones nos resulta el destino. Si un turista de 70 años "conquista" una bella mulata en el Malecón habanero, y luego ésta le engaña o repudia de algún modo, se dice que el tipo es un tonto, pues cualquiera sabe en este caso que "sábado que viene malo, desde el viernes se sabe".
Rodao(a) pochao(á) por el túnel: Califica a una persona en estado deplorable, pues ya se sabe que en los túneles no está permitido detenerse para hacer un cambio de neumático. Los neumáticos pinchado en un túnel suelen quedan entonces en estado ruinoso. "A Fulano parece que lo rodaron ponchao por un túnel"
Pa´ los leones:  Similar a la anterior. Se sabe que en La Habana durante muchos años los leones del zoológico sufrieron una dieta indigna del rey de la selva: caballos viejos, vacas tullidas, a veces hasta animales muertos en la carretera. Cuando alguien está "inmetible", se dice que está "pa´los leones".
Tápate con el colchón: Califica una situación extrema de la que es mejor ponerse a buen recaudo. Por ejemplo, si usted es sorprendido por su mujer en un bar donde se encuentra “acaramelado” con una bella compañera de trabajo, al calificar la embarazosa escena, usted dirá que la cosa se puso de "tápate con el colchón".
 ¡Voy a mi!: Todo un grito de guerra, canto al valor propio, la autoestima. Su mujer le sorprende en el bar de Marras y, ante una presumible agresión por parte de ella, usted se adelanta a ofrecer una explicación seguro de que logrará convencerla, de que no es lo que parece. Antes de lanzarse en tal maniobra, mejor será que se encomiende a todos los santos y apueste por usted con resuelta convicción: "¡Voy a mí!".
Partir el bate: Señala el éxito conseguido en una empresa o acción extraordinaria por dificultosa. Salir airoso del lance, supone "partir el bate".
Irse con la de trapo: Expresión popular que significa fiasco, fracaso. Se emplea cuando en una elección cualquiera se opta por lo peor, la que no vale o sirve. "Se fue con la de trapo"
Ponerse pá esto: Prestar atención o interés a algo o a alguien. Desde que la conoció en La Habana, Asdrubal "se puso pa´Viviana", aunque luego "se fuera con la de trapo".
Tener la vida hecha un yogur.  Se refiere a llevar una vida agriada, avinagrada. Si alguien le fastidia demasiado, se dice: "Me tienes la vida hecha un yogur".
Me la tienes pelá:  Similar a la anterior. Con tanto fastidio "me la tienes pelá".
Darse lija: Darse importancia. 
Darse patás: Idem al anterior. Aplícase también a los presumidos o engreídos, gente que se tira  "el peo más alto que el culo". 
Caballo grande, ande o no ande:  En Cuba se tiene por bueno el coche grande, no importa sus cualidades mecánicas."Caballo grande, ande o no ande".
Ni chicha ni limoná: Algo o alguien no definido, que no es "ni chicha ni limoná", "ni fú ni fá"; en fin, que no es una cosa ni su contrario.
Comerse un cable. Se dice "Fulano se está comiendo un cable" para referirse a alguien que le van mal las cosas. Aplíquese a menesterosos de todo pelaje.
Estar iré: “Iré” es vocablo de origen africano  que significa fortuna, afortunado. A los afortunados en Cuba también se les llama “reventáos”, se dice entonces que esa persona "está iré".
Estar obsorbo: Por el contrario de “iré”, “obsorbo” significa, también en tierras de la lejana África, desdichado, maldecido. Si la mala fortuna se le apega, usted dirá que “está obsorbo”.



El Dominó
Después de la pelota (baseball) es el segundo pasatiempo nacional. No hay cubano que vaya de vacaciones a la playa y no cargue con su cajita repleta de fichas. Tampoco quien llegada la jubilación, resista la tentación de pasar las horas muertas junto a la mesa de dominó. A quien abriendo el juego lanza el doble nueve, se le llama “botagorda”, y se le tiene por inexperto, a veces por cobarde. Pocas cosas hay tan vergonzosas para el cubano como recibir una rotunda “pollona”, que significa no anotarse ni un tanto. La “pollona” se convierte entonces en un problema de honor, y el vencedor ha de conceder la revancha. Alguna vez ha ocurrido que tras recibir cuatro “pollonas” consecutivas, el infeliz opta por mudarse de barrio.

Cultura cubana
Pero la cultura cubana no es sólo música salsa, dominó y santería. Eso es un error en el que no pocas veces se hace caer al turista. Es cierto que los cubanos gustan de hablar alto, gesticulan, escandalizan, a veces no demuestran una adecuada conducta en lugares públicos y desdeñan el Moët-Chandon. Pero  no hay que juzgar la cultura de este pueblo por esos detalles, como tampoco por aquellos que los programadores turísticos  insisten a veces en mostrar al visitante: cultura precocida para turistas aderezada con un  caribeñismo de astracán.
La cultura cubana es mucho más. Las artes plásticas en la isla, lo mismo que la música de concierto, la danza, el cine o la literatura, tienen exponentes cuya universalidad nadie discute. Tomás Sánchez, Silvio Rodríguez, Frank Fernández, Chucho Valdés, Alicia Alonso, Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz, Tomás Gutiérrez Alea y Jorge Perogurría, por sólo citar algunos, resultan nombres acreditados en galerías, salas de concierto, teatros, editoriales y productores cinematográficos de las cuatro esquinas del mundo.
La industria cinematográfica cubana se encuentra en manos del Estado. El 24 de marzo de 1959, el gobierno revolucionario creó el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). Hasta ese momento, en el país se habían rodado unos ochenta largometrajes, la mayoría melodramas tropicales donde la música pautaba el hilo argumental. Apenas con la excepción de unos pocos realizadores cuya obra apuntaba una preocupación social bajo la influencia del neorealismo italiano, el resto del cine cubano poco se diferenciaba de otras cinematografías latinoamericanas signada por la pobreza de sus presupuestos y vocación comercial.
Los diez años posteriores a la creación del ICAIC constituyen la Década de Oro del Cine Cubano. Es la década de filmes como Lucía (Humberto Solás) y Memorias del Subdesarrollo (Tomás Gutierréz Alea), ambas rodadas en 1968 y consideradas entre los cien mejores de la historia del celuloide. Pero a los años de oro siguieron otros, de menos deslumbramiento aunque  decoroso, en el que se producen filmes como Un Día de Noviembre (1972. Humberto Solás), El Hombre de Maisinicú (1973. Manuel Pérez), De Cierta Manera (1974. Sara Gómez) y La Última Cena (1976. Tomás Gutiérrez Alea), entre una larga lista a la que habría que sumar la importante producción documental de Santiago Álvarez.
Hoy por hoy, el cine cubano se acredita internacionalmente, aparte de por las mencionadas Memoria del Subdesarrollo y Lucía, por filmes como La Bella del Alambra (1989. Enrique Pineda Barnet) y Fresa y Chocolate (1995. Tomás Gutiérrez Alea), premiadas con el Goya a la mejor película extranjera.
En cuanto a la pintura, vale consignar que su valía durante los tiempos coloniales no fue notable, si bien la academía habanera de pintura de San Alejandro es la más antigua de su tipo en América. Pero en 1937, Eduardo Abela funda, en esa propia academia, el Estudio Libre de Pintura y Escultura, una expresión del renovado impulso que experimentó la cultura en la isla a partir de los años ’20, y que mucho tuvo que ver con la trayectoria de búsqueda de los artistas plásticos cubanos en capitales de la pintura como París y Nueva York, integrando en las tendencias de la vanguardia, motivos de incuestionable cubanía. Entre los más renombrados pintores cubanos se cuentan Wilfredo Lam (Sagua La Grande, 1902-París, 1982), René Portocarrero (La Habana, 1923-1981), Amelia Peláez (Yaguajay, 1896-La Habana, 1968), Fidelio Ponce (Camaguey, 1895- La Habana, 1949), Carlos Enríquez (Las Villas, 1900-La Habana, 1957), Eduardo Abela (San Antonio de los Baños, 1889-La Habana, 1965), Marcelo Pogolotti (La Habana, 1902-1988), Mariano Rodríguez (La Habana, 1912-1990); más los más “contemporáneos” Pedro Pablo Oliva (Pinar del Río, 1949), Roberto Fabelo (Guaimaro, 1951), Nelson Domínguez (Santiago de Cuba, 1947), Manuel Mendive (La Habana, 1944), y Flora Fong (Camaguey, 1949). Parte de la obra pictórica de estos artistas, galardonados en los más reputados salones de Europa, Estados Unidos y Japón, penden de las paredes en importantes colecciones privadas, galerías y museos del mundo.
 Pero lamúsica es la más agraciada de las manifestaciuones artísticas del pueblo cubano, y es que de muy hondo le viene al cubano su música.
De  la música ritual aborigen nada ha quedado, sepulta bajo la influencia de los ritmos que llegaron en son de conquista desde el amplio mosaico cultural ibérico, y que más tarde se fundiría con el no menos importante y variado africano, dando lugar a una mezcla de ritmos y maneras musicales que sólo que en Cuba alcanza ese grado de expresión contagiosa.
Durante el siglo XIX destaca la figura del violinista negro Claudio José Domingo Brindis de Salas, conocido como el “Paganini negro”, acogido y condecorado, incluso con títulos de caballero, en las más exigentes salas de concierto europeas. Por su parte,  Manuel Saumell, importante músico criollo a quien se reconoce como el padre de la música de acento cubano, o Ignacio Cervantes, admirable pianista y amigo de de Lizst, Rossini y Paderewski,  integraron “lo culto” al gracejo criollo, armando una nueva sonoridad, acaso demasiado cadenciosa a las torpes caderas de los grandes salones, pero que pronto irá ganando espacio reblandeciendo coyunturas.
En 1879, Miguel Failde compone el primer danzón, Las Alturas de Simpson, un ritmo que aún hoy se considera, erróneamente,  baile nacional cubano, pero que sirvió de antesala a otro de indudable vitalidad aún en nuestros días: el son cubano. Si bien el son tuvo sus antecentes en el tardió siglo XIX, su expresión más madura la alcanza a partir de los años ’20, cuando desde el oriente del país tomó por asalto la capital y se entronizó como el género más popular de todos los tiempos. Entre sus cultores destacan el Septeto Habanero y el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, además de una larga lista de músicos que como Miguelito Cuní, Arsenio Rodríguez y Miguel Matamoros, resultan insoslayables en estas primeras décadas.
En 1929 nace el danzonete, original de Aniceto Díaz, y al que seguirá el mambo, una creación de Antonio Arcaño que Dámaso Pérez-Prado lanzará a las salas de baile de todo el mundo. Ernesto Lecuona es otro de los músicos insoslayables desde la década de los años ´30, y aunque no se le reconoce como creador de ningún ritmo, nadie discute su  reinado entre los grandes compositores de la isla.
Fue en 1951 que Enrique Jorrín lanza sul famoso cha-cha-cha, que rápidamente gana las grandes salas de baile, mientras el llamado “feeling” se impone en nights clubs y tertulias organizadas por músicos de la talla de Cesar Portillo de la Luz, Frank Emilio, José Antonio Méndez y Elena Burke en el singular Callejón de Hammel, en pleno corazón de La Habana.
El recuento de la música cubana durante la década de los ´50 obliga a la mención de Benny Moré, el “bárbaro del ritmo”, músico emblemático y autodidacta capaz de componer, cantar y dirigir su propia orquesta de modo tan singular como inigualable, considerado  -si cabe la comparación-  como el Mozart de la música bailable en Cuba. Todo un mito.
Durante los años ´60 la música en la isla se abre a un nuevo frente. Ya no se trata únicamente de la música bailable, el vivo jolgorio de las grandes orquestas. Aparece en escena la nueva trova: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Sara González, Noel Nicola y Vicente Feliú, guitarra en mano y en solitario, entronizan un nuevo estilo de decir la canción que, además por su contenido, sirve de referente al posterior movimiento de la canción protesta lationamericana.
Pero no es el fin de la música bailable. Todo lo contrario. Durante los años ´70, la música cubana se renueva con nuevos timbres y nuevas filiaciones: el jazz cuabano, con Chucho Valdéz y su banda Irakere, conquistan el primer Grammy para la música cubana. Son los años del afro-rock y, por supuesto, de Van Van, el  preludio de la eclosión salsera que en los ´90 protagonizan músicos como Isaac Delgado y Paulo Fernández Gallo, entre otros.
Pero de entre los músicos que en la actualidad hacen música cubana, Francisco Repilado  (“Compay Sergundo”), Elíades Ochoa y la Vieja Trova Santiaguera, constituyen los fenómenos musicales más conocidos entre los seguidores de los ritmos tropicales en toda Europa, auténticos exponentes de la más rancia estirpe sonera en la isla.
En cuanto al deporte, el cubano es el que exhibe mejores resultados en el subcontinente. Ningún otro país del mundo posee tantas medallas olímpicas percápita como Cuba.
El nivel escolar promedio de este pueblo es de nueve grados. De acuerdo con el tamaño de su población, Cuba es el país con mayor cantidad de profesionales del Tercer Mundo (13.7 por cada cien habitantes). En los últimos 35 años las universidades cubanas han entregado cerca de 100 mil títulos.

Tómeselo con calma
Seguramente hay pocos pueblos tan calmudos. Con frecuencia, y ante una dificultad o percance cualquiera, se aplica esta fórmula inapelable: "Si tu mal no tiene cura, para qué te apuras; y si tiene cura, ¿para qué te apuras?". Los problemas en Cuba se resuelven o no, pero siempre al aire de quien deba. No hay apuro, "calma, no me agite, pol favol". Y no es que no sean incapaces de hallar solución, que para todo la tienen, lo que pasa es que "si yo pudiera... pero resulta que no estoy autorizado". Eso sí, nunca se le ocurra aportar una solución, pues como justamente apuntara Eduardo Galeano, el cubano es un ser increíble, capaz de encontrar siempre a cualquier solución, un buen problema.
Sugerimos, ante cualquier dificultad, no perder la calma, pues igual le harán perder un tiempo que, literalmente, para el vacacionista es oro, con lo cual reporta usted una doble pérdida. No intente nunca hablar "con el responsable de esto", pues siempre habrá otro más responsable cuya localización es imposible. La cadena de responsabilidades en Cuba es infinita, y para recorrerla necesitará usted más tiempo del que seguramente dispone en la isla, y total, que al final, lo más seguro es que siempre venga alguien y le diga que la culpa de todo la tiene el bloqueo imperialista.

Mestizaje
Sorprende al viajero llegar a un país caribeño en el que su población no es mayoritariamente afroide. La información demográfica demuestra que apenas algo más de la décima parte de la población cubana es negra, concentrada por lo general en las ciudades. Existen algunos pueblos, como Jovellanos, en la provincia de Matanzas, en el que casi todos sus habitantes son negros, pero esto no es lo común. Alrededor de la cuarta parte de la población es mestiza, y el resto “blancos”. Claro que entre estos últimos se incluye lo mismo al blanco caucasiano, que aquel que simplemente parezca blanco, y es que la blancura en Cuba es una condición muy flexible. Como quiera, si se compara al pueblo cubano con otros pueblos de la región, como pudieran ser Jamaica, Martinica, Santo Domingo, Haití, Gran Caimán, Belice, Granada u otros, es notable la mayoría blanca cubana.

 

Costumbres, comportamientos


Sólo un beso


A pesar de su carácter cariñoso y “toquetón”, el cubano sólo da un beso en cada saludo, si bien saluda a veces en demasía. De continuo las españolas quedan con la mejilla dispuesta en espera del segundo beso, en tanto los caballeros españoles han de andarse ligeros o no alcanzarán a completar sus muestras de afecto. Como norma de seguridad, y  en aras de completar el saludo a la española, SUGERIMOS que tome a su amigo o amiga por los hombros y no lo suelte hasta completar el rito de salutación. Ningún cubano se enojará por esto; es más, que conocen el modo de saludar los españoles, pero que al no ser costumbre, lo olvidan.

Usteismo


Terminarán tuteándole, pero al inicio es inevitable que le traten de Usted, así con mayúscula y todo. El uso del usted entre los cubanos está reservado no sólo a personas mayores o notables en general, sino que se aplica además a desconocidos o personas con la que no se tiene mucho trato. “¿Qué tal si me invita Usted a tomar unas cervezas?”, le dirá un cubano con todo respeto.

La botella hasta el fondo


La cultura etílica en la isla es de un altísimo nivel. No se le ocurra nunca, si es que invita a un cubano a tomar unas copas, servir un trago y guardar la botella. Ese detalle se tiene por gesto de descortesía o tacañería. En Cuba, las botellas, sea de lo que sea, se beben hasta el final y de una sola sentada; o puede que no, pero esto es algo que, de acuerdo al protocolo establecido en la isla, lo decide el invitado. Un truco: tome una botella vacía y vierta en ella la cantidad justa que desea compartir.

Lo prefieren solo


De acuerdo a esa cultura etílica tan extendida en la isla, un hombre nunca preferirá un cóctel a un buen trago doble de ron, con hielo (“a la roca”) o solo. Se considera que los preparados de cantina son más bien para las damas, y a menos que las circunstancias obliguen, será difícil que un cubano los prefiera. Por otra parte, no se tiene por “profesional” aquel que empaña el excelente sabor de un ron añejo agregándole Coca Cola o soda, mucho menos jugo de cualquier fruta.

¡¿Topless?!

A pesar de que los cubanos suelen ser infinitamente más desprejuiciados que el español medio, el topless no les va. Algunas cubanas suelen practicarlo, pero más bien para impresionar dándoselas de liberales, y eso siempre y cuando vayan solas o a lo sumo acompañadas de una amiga. Y es que al cubano esto de que su mujer, o una amiga que le acompañe  -y de quien inmediatamente se sentirá responsable- ande enseñando el pecho, le pone nervioso, alerta, listo a saltar ante cualquier mirada indiscreta. Eso sí, a las turistas les encanta admirarlas tomando el sol en una sola pieza.

Culto a la sombra


Quizá porque le tienen listo todo el año, a los cubanos no les gusta el sol, huyen de él, salvo cuando van a la playa, aunque tampoco se exponen al astro rey por mucho tiempo. Suelen andar siempre bajo el refugio de la sombra. “Esquinas de frailes” llaman a aquellas donde el trazado de las estrechas calles que convergen, y lo alto de los edificios, impiden que penetre el sol. Son frecuentes en La Habana Vieja, y se tienen por bendición las casas en estas esquinas de sombras permanentes. Existen aceras de sombras y aceras de sol. A la de sol se le llama “la acera de los bobos”. Los turistas suelen andar por estas últimas, también así se les identifica que no son cubanos.

¡Que se moja!


Y hablando de aceras. Es común que si una dama camina por la acera acompañada de un cubano, éste le indique el lado interior, a cubierto de los aleros. Hasta hace unos años era cotidiano que si un hombre permitía que su fémina acompañante caminara por el lado contrario, alguien le gritara: “¡Éntrala que se moja!”, señalando a voz en cuello su falta de caballerosidad. Y es que quien camina por esta parte de la acera corre el riesgo constante de ser empapado desde algún balcón. Si es mujer y pasea con un cubano, sobre todo por las calles de La Habana Vieja y Centro Habana, y si el tal cubano resulta un caballero, notará cómo le indica cortésmente el lado interior de la acera. Si por el contrario es usted hombre, tenga en cuenta este detalle de fina gentileza con su compañera.

Puede sentarse


Si es que llega a una cafetería o un bar y no encuentra mesa vacía, no habrá problemas si se acerca a la de algún cubano y solicita permiso para ocuparla. Los cubanos son seres solidarios, y lo mismo ceden su sangre que el espacio vacío en su mesa. No hay problemas con esto. Así que si llega a uno de estos lugares y no encuentra mesas, no espere inútilmente a que alguna quede vacante.

 

Piropear no es pecar


Aunque el arte del piropear en los últimos años ha perdido un poco de su picaresca original, de ingenioso lirismo, todavía algo queda de esta práctica que en otros tiempos tuvo excelsos cultores. Al menos queda la intención de abordaje en la vía pública para decir más o menos hermosas palabras. No tomes entonces, visitante extranjera, por atrevimiento o descaro lo que en el cubano es galantería  visceral ante tanta belleza... chata

He aquí algunos ejemplos de piropos criollos que aún pueden ser escuchados en las calles de La Habana o de cualquier otro pueblo de Cuba:

"MAMI ESTAS BARBARA POR DELANTE Y SANTA POR DETRÁS".
"SEÑORA VAYA USTED CON DIOS, QUE YO ME VOY CON SU HIJA".
"TE COMERIA CON ROPA Y TODO AUNQUE ME PASE UNA SEMANA CAGANDO TRAPO".
"LE RONCA EL MANGO MAMA, TÚ CON TANTA CARNE Y YO PASANDO HAMBRE".
"MI AMOR, CUANDO SE TE MADUREN LOS OJOS, ¿ ME REGALARÁS UNO?".
"...Y DICEN QUE EN CUBA NO HAY CARNE, ¡LO QUE NO HAY ES LATA PA´ ENVASARLA!".
"ESTAS COMO LA HISTORIA DE EUROPA, VIEJA PERO INTERESANTE ".
"SI  COCINAS  COMO CAMINAS ME COMERIA HASTA LA RASPITA".



Fumar es un placer


El tabaquismo es un vicio extendido entre los cubanos. Los hombres fuman tabaco negro, preferiblemente, y se tiene por debilucho el que prefiera los cigarrillos rubios que en Cuba suelen fumar las damas. Aunque en algunos sitios está prohibido fumar, con frecuencia hacen caso omiso a esta disposición. Pedir a un cubano que apague su cigarrillo, porque a usted le provoca molestias, puede ser tomado por una impertinencia de su parte. Sea cuidadoso con este detalle.

Resumiendo
He aquí un trabajo aparecido en la publicación Readers Digest en 1947 y que hasta ahora parece ser el más completo perfil sociopsicológico del cubano:

Se le pidió al Profeta: "Maestro, háblenos de los cubanos". El Profeta recogió en un puño su túnica y dijo:
"Los cubanos están entre vosotros pero no son de vosotros.
Los cubanos beben en la misma copa la alegría y la amargura.
Hacen música de su llanto y ríen de su música.
Los cubanos toman un chiste en serio y hacen de todo lo serio un chiste.
Los cubanos creen en el catolicismo, en Changó(*), en la Charada (**) y en el horóscopo al mismo tiempo.
No creen en nada y creen en todo; no discutáis con ellos ¡Jamás!.
No necesitan leer, todo lo saben.
No necesitan viajar, todo lo han visto.
Los cubanos son el pueblo elegido de ellos mismos.
Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en grupo por su gritería y apasionamiento.
Cada uno de ellos lleva la chispa del genio y los genios no se llevan entre sí. De ahí que reunir a los cubanos sea fácil, pero unirlos es imposible.
No le habléis de lógica, pues ésta implica razonamiento y mesura, y los cubanos son hiperbólicos y desmesurados.
Si os invitan a comer os invitan, no al mejor restaurante del pueblo, sino al mejor restaurante del mundo.
Cuando discuten no dicen: "No estoy de acuerdo con usted", dicen "Usted está completamente equivocado".
Tienen una tendencia antropofágica: "Se la comió" es una expresión de admiración. "Comerse un cable" es señal de situación crítica, y llamarle a alguien "coprófago" (comemierda) es su más usual y lacerante insulto.
Aman tanto la contradicción que llaman monstruos a las mujeres hermosas y bárbaros a los eruditos.
Los cubanos ofrecen soluciones antes de conocer los problemas. De ahí que para ellos nunca haya problemas.
Cuando visité la Isla me admiraba el hecho de que cualquier cubano sabía cómo liquidar el comunismo, encauzar la América Latina, eliminar el hambre en África, y enseñar a Estados Unidos a ser potencia mundial.
Cuando como profeta quise predicar mis ideas, empezaron por mostrarme lo que yo tenía que hacer para ser buen predicador, y se asombraban de que los demás no entiendan cuán sencillas son sus fórmulas.
Así viven en cualquier parte del mundo y no acaban de entender por qué las gentes no hablan su español."

(*) Deidad perteneciente al panteón afrocatólico
(**) Juego de azar, se dice que de origen chino, muy popular entre los cubanos de entonces.






Paladeando otras alternativas

Una alternativa imprescindible en la oferta gastronómica en Cuba parecen ser los “Paladares”. El término Paladar fue tomado de una telenovela brasileña en la que Raquel, una humilde mujer del interior de Brasil, debió abrirse paso en la vida vendiendo empanadas hasta que en poco tiempo se convirtió en la próspera propietaria de una cadena de restaurantes a la que llamó “Paladar”. Cosas de telenovelas, o no, lo cierto es que la historia de Raquel no sólo sirvió a principios de los ‘90 para denominar a estos pequeños restaurantes privados que hoy existen en todo el país, sino que influyó notablemente en el espíritu de empresa que afiebró a los cubanos en cuanto el gobierno autorizó la apertura de estos pequeños negocios.
Los Paladares se instalan en áreas de la propia casa de su propietario, aunque algunos ya han logrado capitalizar lo suficiente como para comprar una casa que dedican íntegramente al negocio.
En el Barrio Chino existe un grupo importante de restaurantes en los que es posible disfrutar de la comida cantonesa.
Los hay algunos más caros que otros, pero por lo general suelen ser baratos, y la comida excelente aunque con escasa variedad en su carta. Vista la carta de uno habrá visto la del resto, sobre todo entre los dedicados a la comida italiana.



Mercados Agropecuarios


Como su nombre lo indica, son mercados en los que se expenden productos del agro, básicamente, aunque también es posible encontrar golosinas, jugos, “cajitas” con comida a base de cerdo y arroz con frijoles, ron, y cerveza, entre otros productos. La apertura de estos Mercados Agropecuarios fue un largo anhelo de los cubanos ante la escasez de alimentos toda vez que la red estatal de productos del agro es ineficiente. Por otra parte, la producción agrícola no da para todos.
En 1981 se inició en el país la experiencia de venta liberada de productos agrícolas a precios algo más altos por parte de pequeños agricultores (propietarios de fincas). Estos mercados, conocidos entonces como Mercados Libres Campesinos, constituyeron una alternativa a la maltrecha canasta de alimentos de la familia cubana. Pero en 1986, y luego de un enardecido discurso del máximo líder de la Revolución  en el que acusó a los  campesinos de enriquecimiento, los Mercados Libres Campesinos desaparecieron. Se suponía que su lugar lo tomaran entonces entidades estatales que garantizaran el adecuado suministro a precios más económicos bajo régimen "por la libre", es decir, sin racionamiento.
Durante años, el Ministerio de la Agricultura intentó responder a estas expectativas, pero el resultado fue poca variedad en los surtidos, si bien a precios módicos. Ante el fracaso, los cubanos comenzaron a extrañar su antiguo Mercado Libre Campesino, situación ésta que se hizo insostenible cuando en los ´90 la escasez de alimentos llegó a niveles alarmantes. Las autoridades consintieron entonces que se establecieran de nuevo los mercados donde vender sus productos los pequeños agricultores que, mientras tanto, surtían el mercado negro de carne de cerdo, arroz, frijoles, viandas, hortalizas, frutas y vegetales. Renace así el Mercado Agropecuario.
En estos mercados, los precios oscilan de acuerdo a la oferta y la demanda. Se vende carne de cerdo y de carnero, quedando prohibida la venta de otras carnes, salvo las que, eventualmente, expende el Estado en estos propios mercados. Los precios de los productos son más bien altos de acuerdo al ingreso promedio del cubano, pero el que dispone de algunos CUC puede realizar una buena compra.
Pero lo más interesante de estos mercados es que descubrirá el viajero la faceta de avispado comerciante que posee el cubano. A diferencia de los establecimientos estatales, donde los empleados no hacen gestión de venta, aquí los productos se vocean, los vendedores llaman a sus posibles clientes como si fueran viejos amigos, a las mujeres bonitas se les hacen galantes rebajas (siempre y cuando no estén acompañadas de sus maridos); la gente se toca, se hacen chistes, el ambiente es de verdadera fiesta.
En cada municipio existe al menos uno de estos mercados.


Comida Criolla


No existe una auténtica comida nacional en la isla. En realidad,  lo que muchos llaman “comida criolla” son platos que, por su preferencia extendida entre los cubanos a lo largo del tiempo, han obtenido una dudosa carta de nacionalidad. De hecho, el único plato que se reconoce “cubano” en una carta internacional, es el “arroz a la cubana” (arroz blanco, huevo y plátano maduro fritos) y que, por cierto, casi no se oferta en Cuba. Lo que sí no hay dudas es que la comida tradicional cubana es de origen campesino.
Pero no es objeto de esta guía adentrarnos en  disquisiciones sobre la autenticidad de la llamada comida cubana que, por otra parte, tiene tantos detractores como defensores. Lo cierto es que se trata de una comida apetitosa, si bien rica en colesterol, cosa que espanta a algunos. Los principales platos de la comida criolla son el Picadillo a la Habanera, el arroz congrí (arroz y frijoles negros), el potaje de frijoles negros o colorados, los plátanos “chatinos” (plátano verde y frito), la yuca con mojo (con aceite y ajo), el tasajo, la caldosa (caldo a base de viandas, carne de cerdo y pollo), el ajiaco (guiso de maíz, viandas de todo tipo y una cabeza de cerdo), las masas de cerdo fritas y la pierna de cerdo asada. La mesa criolla no incluye el pescado, lo cual es una verdadera paradoja si se considera que Cuba es una isla rica en valiosas especies como son el pargo, la cherna, la aguja, el emperador y otras de alta calidad.
En cuanto a postres sí hay toda una lista de dulces caseros, muchos de ellos joyas de la repostería decimonónica: buñelos en almíbar, frituritas dulces, mermeladas con queso, arroz con leche, flan de calabaza, cascos de toronja, torrejas, tocinillo del cielo, dulce de leche cortada, y de coco en almíbar, entre otros.
La catedral de la comida criolla es el restaurante La Bodeguita del Medio. Los precios aquí son más bien altos en un ambiente que intenta remedar un rincón bohemio, pero que en verdad hoy es sólo un sitio para turistas.

¿Cómo hacer el Picadillo a la Habanera?
Se fríe en aceite una cebolla grande bien picada y se le agrega 1 y medio kilo de carne de res molida, revolviendo seguido con un tenedor. Se sazona con sal y pimienta. Se le agrega media taza de puré de tomate, o bien 2 tomates grandes maduros pelados. Cocinar a fuego lento para que quede jugoso. Añadir media taza de pasas de uvas y media taza de aceitunas deshuesadas. Al final agregar 3 papas grandes cortadas en cuadritos y fritas en aceite. Da 4 raciones bien servidas.

Pensamiento Habanero.
He aquí un postre de los más antiguos de la cocina tradicional cubana:
Medio kilo de azúcar blanca.
1 y media taza de agua
1 coco rallado
Un cuarto kilo de almendras peladas y molidas
2 tazas de nata
12 yemas de huevo
8 bizcochos
Mantequilla derretida
Haga un almíbar con el azúcar y el agua. Agréguele el coco, las almendras y luego la nata. Colóquelo nuevamente en el fuego y cocínelo por unos minutos. Déjelo refrescar. En recipiente aparte bata las yemas con cinco cucharadas rebosantes de azúcar. Únalo todo y cocínelo a fuego lento, revolviendo siempre hasta que se espese. Viértalo en una fuente o pozuelos individuales, polvoréelo con los bizcochos triturados, salpíquelo con la mantequilla derretida y adórnelo con grageas.


Las Pizzas

Las pizzas en Cuba son todo un misterio. No son de estilo napolitanas, pues la consistencia de su masa de harina es más bien gruesa y esponjosa, como de pan; tampoco es cubana, obviamente. El caso es que la pizza acá ha alcanzado una configuración criolla que resulta preferida por todos; hasta los italianos residentes en el país, o que le visitan, han terminado degustándolas con verdadera fruición.  Algunos hasta las prefieren.
La pizza y el espagueti se han convertido, desde la década de los ´70,  en  platos recurrentes para el cubano, al extremo que el poeta y humorista cubano, Ramón Fernández-Larrea, emprendió en los ´80 una campaña para que se le incluyera en la lista de la llamada comida criolla.  Nadie le hizo caso, seguramente todos ocupados en devorar su pizza.

Rones


Los mejores rones del mundo se producen en esta isla. Para comprobarlo no hay que viajar. Baste comprar cualquiera de la línea Havana Club que se venden en España, si bien al doble de su precio en Cuba.
Pero en  Cuba encontrará otros, más light o más “peleones”. Entre los primeros está el ron Varadero, concebido para turistas y bebedores amateurs. También hay dorados como el Paticruzao, llamado así por los dos marineros de piernas cruzadas que aparecen en su etiqueta. Entre el segundo está el Havana Club Silver Dry y el aguardiente Santero. Recomendable a cualquier paladar es el carta blanca Santiago. Para efectuar sus compras de ron es conveniente dirigirse a cualquier licorera. Allí encontrará mayor surtido que en la tienda de su hotel.



EL HABANO

¿Qué es un habano?

El tabaco es leyenda que se aspira. Cuentan que el behique  -hechicero entre los aborígenes de Cuba-  con sólo inhalar polvo de tabaco conectaba con seres de ultratumba, palancas de primera mano para predecir el futuro y curar males del cuerpo y del espíritu. Son los primeros atisbos de un mito que aún hoy prolifera en la misteriosa fórmula del habano.
Tabaco es el nombre que daban los primeros habitantes de la Isla a un tubito de madera –en forma de Y- que les servía para aspirar directamente por la nariz el polvo de esa planta. Las hojas, es decir, lo que hoy llamamos tabaco, era para ellos cohiba o cohoba, y lo mismo las fumaban que aspiraban su pulgarada. Al menos así lo han dejado escrito los descubridores europeos, quienes, dicho sea de paso, tuvieron su primer encuentro con el tabaco en la zona de Holguín, al oriente de Cuba.

Las vegas de tabaco.

Las primeras vegas de tabaco, con fines comerciales, datan del siglo XVII y se hallaban ubicadas en el oriente de la Isla. No fue sino hasta muchos años después, en 1723, que se inició su cultivo en la región de Pinar del Río, en el extremo occidental, cuando el puro cubano había espolvoreado ya su magia por las cortes europeas y estaba a punto de conquistar nuevos adictos en otras regiones del mundo.
En Cuba llegaron a existir 145 mil aposentos (vegas o sitios de siembra) distribuidas en cinco zonas primordiales: Vuelta Abajo y Semi Vuelta, ambas en Pinar del Río, zona tabacalera por excelencia; Partido, al oeste de La Habana; Remedios o Vuelta Arriba, en la central Villa Clara; y en el oriente del país, aunque con el tiempo, la mayor parte de estas vegas, las que producían el tabaco de menor calidad, desaperecieron, quedando concentrado su cultivo en la provincia de Pinar del Río, La Habana y el centro del país.  En la actualidad, las vegas son atendidas por 40 mil cosecheros privados, quienes se ocupan del 70 por ciento de la siembra total en el país.

Cuba es el único país del mundo que produce con calidad todos los ingredientes para elaborar un puro: la tripa, el capote y la capa. Los dominicanos producen tripa y capote, pero capa no. En Java y Camerún se da la capa, mas no los otros componentes. Los italianos son buenos productores de tabaco, pero sólo para tripa. No en balde aquel axioma: no basta con que sea puro, debe ser habano.

La industria



Es un secreto a voces que las vitolas de las más afamadas marcas de habanos como son Cohíba, Montecristo, Partagás, Cuaba o Vegas Robaina se elaboran totalmente con las manos. En general, de las 300 vitolas  que exporta la Isla, 42 son fabricadas a mano; o sea, que cada puro puede ser considerado como un objeto artesanal, único.
En esta industria, 3 factores deciden la calidad y presencia del producto: la hoja del tabaco que se emplea en la  tripa, el capote y la capa, la destreza del torcedor y las habilitaciones, que son la vestidura y presentación del Habano. Para la confección de un Habano se seleccionan  las hojas teniendo en cuenta textura, color y tamaño. La tripa o interior contiene una mezcla de 3 tipos de hojas que garantizan su sabor, aroma y combustión pareja. Estas hojas se envuelven después en el capote, mientras la capa viste al puro y determina su apariencia.
El Habano, en condiciones adecuadas de almacenamiento, se conserva intacto durante años. Basta con un humidor elaborado en cedro. Es lo idóneo para mantener el grado óptimo de aroma así como la humedad requerida, siempre entre el 65 y 70 por ciento a temperaturas de 16º  a 18º. Estos humidores, de diferentes modelos, constituyen verdaderas joyas decorativas y pueden ser adquiridos en las Casas del Habano.

MARCAS DE HABANOS

Cohíba, Montecristo, Partagás, Romeo y Julieta, Rey del Mundo, Punch, Hoyo de Monterrey, H. Upmann, Rafael González, Ramón Allones, Sancho Panza, Por Larrañaga, Bolívar, La Gloria Cubana, Diplomáticos, Quay D´Orsay, Quintero y Hnos, Fonseca, Flor de Juan López, Los Status de Luxe, San Luis Rey, José L. Piedra, Gispert, Flor del Cano, Flor del Caney, Troya, La Corona, Cabañas, Belinda, Cifuentes, Cuaba, Vegas Robaina, Vegueros y Trinidad.

Principales Fábricas
Menéndez, García y Cía. (H. Upmann). Amistad No. 407, entre Dragones y Barcelona. Centro Habana.
Cifuentes y Cía. (Partagás). Industria No. 520. Centro Habana.
Romeo y Julieta. Belascoaín No. 852, entre Peñalver y Desagüe. Centro Habana.
Rey del Mundo, Cigar Company. San Carlos No. 816 esq. Peñalver. Centro Habana.
El Laguito. Calle 146 No. 2302, entre 21ª y 25. Playa.
Héroes del Moncada. Av. 57 No. 13402. Marianao.


Las Fiestas del Habano
Las lujosas Fiestas del Habano que se celebran en Cuba constituyen un marco ideal para la promoción de este producto. A ellas acude lo que más brilla y vale del mercado mundial del puro, e incluye tanto a productores y comercializadores como a consumidores. Febrero es el mes escogido. Cada edición se dedica a homenajear una marca de Habano diferente. Aquí los participantes tienen la ocasión de ponerse en contacto directo con la industria tabacalera a través de visitas a lugares de interés relacionados con el mundo del habano. Asimismo, se realizan subastas de singular exclusividad. En tiempos de Fiesta del Habano, nadie debe sorprenderse de ver caminando, como si tal cosa por las calles habaneras, a personajes de tanto glamour como el actor Arnold Schwarzenagger, o  linduras tales como la escultural modelo  Naomi Campbell. Después de todo, ya lo sentenció para la historia el celebérrimo Lord Byron: "De tantas tentaciones el gusto indemne saco/ apartad esas cosas.../ alargadme un tabaco.”

Advertencia
A su paso por las calles de La Habana o cualquier otra ciudad del interior del país, el viajero estará expuesto a tentadoras ofertas de “puros habanos, los mejores, amigo”. Los precios de estos habanos, según la marca, oscilan entre 25 y 40 CUC la caja. Sin dudas que estos habanos son hechos con hojas de tabaco cubano, pero su ligadura y sabor serán diferentes, o el torcido no habrá sido hecho por manos expertas. Claro que para el pretencioso que sólo quiere pasearse con un gran habano en la boca, no habrá diferencia.


La vía de garantizar la compra de un buen habano son las Casas de Habanos y estancos estatales. Aquí los habanos vienen debidamente certificados por un sello que acredita su autenticidad.

VIDA

El mercado del sexo

Desde la apertura al turismo occidental en los ´90 la fisonomía de la isla sufrió severos cambios. Por sus calles y carreteras comenzaron a circular modernos autos, se erigieron lujosos hoteles, tiendas repletas de artículos de consumo y restaurantes sin colas. Y todo esto para turistas que podían pagar en moneda dura. Pero lo más sorprendente fue la aparición de “jinetas” y “jineteros”.
La prostitución en Cuba no es un fenómeno nuevo. Ya existió con anterioridad al triunfo de la Revolución, y aún luego, en los ´70 y los ´80, cuando un director de empresa, o un funcionario de alto nivel, podía ser que mantuviera una o varias amantes a las que obsequiaran vacaciones en la playa, botellas de whisky, perfumes caros y artículos de consumo comprados en sus viajes al exterior. Insistimos, no es que fuera práctica extendida, pero tampoco era extraordinario, de ahí que la práctica de la prostitución no implicara un número de mujeres como el que luego se vería, cuando las hijas de aquellas optaron por el amor rentado a plazo fijo a los turistas recién llegados con dólares en los bolsillos.
Si se revisa el Código Penal cubano, no sólo el vigente entonces, sino incluso el que ahora se aplica después de múltiples modificaciones, se comprobará que la prostitución en la isla no aparece como figura penal: no existe la prostitución, aunque curiosamente, sí se describe el proxenetismo; mas, ¿cómo es posible que se prevea la existencia de proxenetas sin prostitutas?. La omisión, en verdad, obedece al escrúpulo político de reconocer una sociedad que durante décadas se mostró como ejemplar, libre de los vicios del capitalismo y donde la prostitución se tuvo siempre como un fenómeno virtual.
El caso es que con el arribo del turismo occidental (hasta los ´90 el turismo internacional que concurría a la mayor de las Antillas provenía, mayormente, de la Europa del este) la prostitución se pone de moda en Varadero y la ruta turística del litoral norte habanero. El Malecón y la 5ta. Avenida se convirtieron en el set de la prostitución capitalina, mientras en Varadero, los turistas llegaron a quejarse ante las autoridades por el asedio de que eran objeto por parte de las prostitutas que llegaban desde todo el país a la caza  de “yumas” (genérico de cliente-turista extranjero).
Poco a poco, el turismo sexual comenzó a identificar el tipo de vacaciones que ofertaba Cuba, y las autoridades no ocultaron su preocupación por esta imagen internacional que no sólo afectaba al turismo de altos ingresos, sino que desacreditba al país. Así, en 1996 se inició una campaña de prensa, al tiempo que un importante operativo policial terminó por desalojar a las prostitutas que operaban en el balneario de Varadero. Muchos pronosticaron entonces que el turismo en el más importante polo turístico de la isla se derrumbaría, pero el incremento subsiguiente en los niveles de ocupación en los hoteles demostró lo contrario.
Dos años después se aplicó la misma medicina a la capital. Discursos políticos en los que se les calificaba de apátridas, operativos policiales, y por último, enmiendas al Código Penal sancionando severamente el proxenetismo, consiguieron limpiar el Malecón habanero y la 5ta. Avenida de esculturales muchachas vestidas con minifaldas y prendas traslúcida que dejaban ver el “hilo dental” (bragas alucinógenas), acechando los “tur” (autos rentados por turistas) que circulaban lentamente por la avenida.

Características de la prostitución en Cuba

La prostitución en la isla no es como en otros lugares. Aquí se trata muchas veces de muchachas con cierta instrucción; aunque no hay que engañarse. A veces exageran en este punto. Otra característica es que aquí la prostitución puede ser “familiar”. Sin ningún escrúpulo, la jineta invita a sus clientes a casa, a conocer la familia, o les exhortan a que convide a sus familiares a la playa, a un restaurante o una discoteca. A veces los padres y el resto de la familia consienten en este trato, y hasta ocurre que, en la visita a casa por parte del “yuma”, un abuelo sordo y despistado pregunte: “Y ustedes, ¿cuándo se casan?”.
Y es que la prostituta en la isla no persigue únicamente rentar su amor a plazo fijo, sino que también desea “escapar”, que es decir, viajar al país de su cliente; y de ser posible, por qué no, hasta casarse con él. Mientras escribo esto me pregunto si no estaré siendo un poco prejuicioso. Puede ser, así que tome este comentario como una opinión personal.
Y sigo:
 La jineta no sólo intenta, por tanto, hacer un arreglo que le provea un cliente una noche, sino que procurará la dirección del “yuma”, su teléfono, cualquier modo de mantenerse en comunicación con él, pues “lo que he sentido contigo, con nadie más, papi”. Como se comprenderá, esta declaración, tan vieja como el más antiguo oficio, enerva la autoestima de quienes en no pocos casos en sus países no se comen una rosca, pero que acá, gracias a frases como ésta, y  a la propia idiotez del ingenuo cliente, consiguen sentirse auténticos Casanovas.
El arquetipo de felicidad que manifiestan muchas de estas mujeres y por tanto su proyecto de vida ideal, es ilusorio. Cierto que el bienestar con que cuentan los cubanos no es tanto como proclaman los discursos oficiales, pero tampoco lo es su pobreza tal y como lamenta la mayoría de estas mujeres. Atrapadas entre la realidad y la ilusión que les provocan turistas bien vestidos, conduciendo coches rentados, alojados en hoteles y con CUC para gastar a manos llenas (y que su trabajo le habrá costado ahorrar, aunque muchas veces ellas ignoran esto), incentivan en estas mujeres una esperanza por la que apuestan “el amor”. No obstante, esta reflexión nuestra sobre un tema tan complicado puede ser igualmente equivocada. Como en otras muchos casos, la realidad contrastante en la isla bifurca los caminos de una explicación correcta a lo que, en otras partes del mundo, se aplicaría una argumentación ordinaria.

Ver:

Casamientos
El casamiento entre cubanos y extranjeros está especialmente regulado en las leyes cubanas. Los matrimonios de esta naturaleza pueden ser realizados, incluso por poder, pero siempre a través de la Consultoría Jurídica Internacional. El precio de la tramitación de estos matrimonios oscila alrededor de los 1200 CUC.



Violencia

Los niveles de violencia en la isla son más bien bajos, aunque sobre todo en Ciudad de La Habana algunos casos de atraco han disparado la alerta entre las autoridades. Esta alarma sin embargo pudiera deberse a que hasta hace apenas unos años era inconcebible la posibilidad de que alguien intentara robar a un turista. Para las autoridades cubanas, los turistas son punto menos que sagrados, pero a su vez resultan una tentación a la que no todos los delincuentes resisten.

LA GRAN HABANA

La Habana es lugar de encantos, ciudad encantada toda. Una visita a La Habana será recuerdo siempre, tema recurrente en sus conversaciones. Urbe de mar, Capital del Golfo, ninguna otra en la región se le parece, ninguna otra osa igualársele. Altiva, romántica, acogedora, hasta en el descuido le asiste la vida.
En realidad hay dos Habanas, bien distintas y marcadas por el tiempo: La Habana Vieja y La Habana moderna. La primera, declarada Patrimonio de la Humanidad atendiendo al estado de conservación de sus estructuras coloniales; la segunda, glamorosa y modernista, donde discípulos de Gaudí, Puig y Cadafalch dejaron su impronta.
La capital del país limita al norte con el Estrecho de La Florida, al sur con la provincia de La Habana, al oeste con la de Pinar del Río, y al este con la provincia de Matanzas. En esta urbe viven más de dos millones de cubanos, su tesoro mayor.


Miniatura habanera

Literalmente, es posible abarcar La Habana de un vistazo, y no precisamente desde un mirador.
Considerada por su tamaño la segunda más grande del mundo, después de la de  Nueva York, la maqueta de La Habana es punto de partida imprescindible para los que pretendan un conocimiento a fondo de la capital cubana.
A su llegada al edificio que la alberga, el visitante descubre un espléndido mural con la imagen de la bandera cubana, obra y regalo de la artista italiana Stella Poletti. Ya dentro del inmenso salón, construido expresamente para alojar la maqueta de 20 metros de largo, la bienvenida corre a cargo de una hermosa escultura del Caballero de París,  un pobre gallego  alucinado que solía recorrer la ciudad con aires de gran señor, y que se decía Emperador del Universo, un simpático personaje que con el tiempo terminó por resultar entrañable para los habaneros. La escultura que aparece en este salón es obra del artista cubano Héctor Martínez, autor además de El Quijote de la Rampa, una escultura ecuestre del Ingenioso Hidalgo alzada en el parque que se localiza en 23 y J, El Vedado.
Admirar esta Maqueta permite, además, comprender el desarrollo urbano de la ciudad a través del tiempo. Cada zona, según la época de su construcción, posee un color diferenciador. Se entiende aquí el crecimiento de esta ciudad hacia el oeste, desde su fundación el  16 de noviembre de 1519,  hasta nuestros días. Aquí es posible adquirir mapas, libros y folletos  que facilitan la comprensión y orientación del visitante en esta hermosa ciudad.

Maqueta de La Habana.
Calle 28, entre 1ra y 3ra. Miramar.

El Templete
En 1754, Francisco Cajigal, por entonces Gobernador General de la isla, hizo construir un pilar en el sitio donde se fundó la ciudad y ofició la primera misa. Fue este el primer monumento que señala la cuna de la ciudad, hasta que en 1828 se erigió El Templete tal y como se conserva hasta hoy.
Situado en una lateral de la Plaza de Armas, El Templete (llamado así por las dimensiones casi minúsculas de lo que a todas luces es un templo), mide 12 varas de frente y 8.5 de costado, dotado además de seis columnas con capiteles dóricos y zócalos áticos. La altura de este monumento es de 11 varas.
En el interior se observan tres lienzos, obras del pintor francés Vermay, discípulo de David. Los motivos de estos lienzos son la primera misa, la creación del primer cabildo presidido por Diego Velázquez, y la propia inauguración de El Templete ocurrida el 18 de marzo de 1828.
En un lateral, dentro de enrejado que bordea el monumento, descubrirá el visitante una ceiba (árbol considerado sagrado en Cuba), y es que bajo la abuela de esta ceiba, plantada en el mismo lugar, tuvo lugar la fundación de la ciudad. Y es tradición habanera que cada aniversario de la villa acudan a ella miles de personas. Se afirma que el que da tres vueltas a su tronco, pidiendo tres deseos, se les concede.

Recorramos La Habana antigua


Por su forma, casi tan ancha como larga, La Habana Vieja es posible desandarla en cualquier dirección, pero si el viajero se adentra hacia el sector sur del casco histórico encontrará que esta parte aún espera por una necesaria y urgente restauración, en tanto si lo hace a lo largo del eje que marca la rivera oeste de su bahía notará cómo las obras de rescate emprendidas le devuelven una imagen bien diferente. Tal es el caso si parte del Museo de la Revolución en la calle Refugio entre Misiones y Zulueta, y avanza hacia el este cruzando bajo los soportales del aledaño Museo de la Música (Palacete Pons). De aquí, y bajando por la calle Cuba, apenas unos doscientos metros, encontrará el bar-restaurant Cabaña, con su magnífica terraza donde se sirven tragos y comida ligera. De continuar por esta calle y por la misma acera del bar Cabaña, marcado con el No. 64, hallará el antiguo Palacio Pedroso, hoy sustituido el ilustre apellido por el de la Artesanía. Frente al Palacio de la Artesanía existe un conjunto de tiendas y cafeterías un tanto improvisadas,  tenderetes donde, si le apetece, puede saborear un buen vaso de guarapo (jugo de caña) frío, con o sin ron. El guarapo aquí se extrae de la caña de azúcar empleando un procedimiento manual, rudimentario que sintetiza el proceso industrial de los antiguos trapiches o fábricas de azúcar.
A partir de este lugar se extiende una franja de unos 80 metros en la que es posible contemplar restos de los cimientos de las antiguas murallas que protegían La Habana, cañones y un trozo de muralla: es la antigua Maestranza. Al final, observará el viandante un pequeño castillo cuyo aspecto puede parecer antigu, pero que fue construido en el siglo XX. Pero no pierda la ruta, pues a partir de este punto, o bien puede adentrarse en el casco histórico siguiendo la calle Cuba o derivar por el camino que le llevará frente al castillo y continuar hasta distinguir, una treintena de metros más adelante, la fachada del seminario de San Carlos y San Ambrosio, y que junto a la catedral de La habana constituyen sus dos principales joyas de la arquitectura religiosa cubana.
En la Plaza de la Catedral está la Galería Víctor Manuel, donde se ofrecen pinturas, artesanía y orfebrería de la mejor calidad y los mayores precios, por supuesto. Junto a la galería, el restaurante El Patio en el antiguo palacio del marqués de Arcos convertido ahora en lugar de frecuentación turística y desde cuya terraza, en la planta alta, es posible admirar una de las mejores vistas de la plaza. A pocos metros de este restaurante, por la calle Empedrado, encontrará la mundialmente famosa Bodeguita del Medio, y más allá de La Bodeguita,  rebasado un edificio de viviendas contiguo, el palacio de la condesa De la Reunión, un ejemplo del barroco cubano del siglo XVIII, hoy sede de la Fundación Alejo Carpentier.
Llegado a este punto, le sugerimos retroceda otra vez hacia la Plaza de la Catedral y el Callejón del Chorro. Al final de este callejón, cerrándolo, se encuentra el Taller Experimental de Grabados de La Habana donde xilografías y serigrafías de lo mejor de este  arte en Cuba se ofrecen a precios más que aceptables, aunque dependerá, obviamente, de su gusto. Reconocidos artistas como  Eduardo Roca (“Choco”), José Omar Torres, Carlos del Toro  y Ángel Rivero (“Andy”), entre otros, exhiben y venden su obra en este  taller.
Junto al taller se encuentra la paladar Doña Eutimia, de las mejores de La Habana.
Ver:
Abandonando la Plaza de la Catedral cubierta de adoquines y surcada por atractivas mulatas ataviadas como criollas del siglo XIX y que se pasean de un lado a otro sin más razón que atraer los lentes de las cámaras de los turistas,  nos dirigimos por la calle San Ignacio en dirección sur, apenas un par de cuadras  hasta la calle Obispo donde torceremos hacia la izquierda. La calle Obispo es la mejor conservada del casco histórico. Justo en la esquina de Obispo y San Ignacio existe una tienda de confecciones especializada en trajes de hilo y lino. Ascendiendo por la calle Obispo otra vez en dirección a la bahía pasaremos frente al hotel Ambos Mundos, justo en la esquina que forma con la calle Mercaderes. Este hotel fue residencia temporal del escritor Ernest Hemingway durante sus primeros años en Cuba. Notará durante el recorrido por este tramo de calle la insolente arquitectura de un moderno edificio que actualmente alberga al Ministerio de Educación. El edificio fue erigido en los terrenos que originalmente ocupaba la Real y Pontificia Universidad de La Habana, lo que recuerda la pequeña campana original de este plantel conservada en la esquina de Obispo y Mercaderes. No quedó nada más.
Pero la calle Obispo continúa flanqueando el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, la farmacia herbolaria, el museo de la plata  -donde se exhibe una amplia muestra del arte platero en la isla desde los tiempos coloniales-, así como la casa más antigua que se conserva de La Habana, marcada con el número 119. Igualmente el paseo le llevara a pasar frente a las Oficinas del Historiador de la Ciudad, el restaurante de comida criolla La Mina (recomendamos el tasajo criollo).
La calle Obispo desemboca en la Plaza de Armas, antiguo centro político de la colonial. El lugar ofrece una agradable brisa marinera y la sombra de numerosos árboles. Vale la pena sentarse en uno de sus bancos en la tarde a ver jugar los niños de las escuelas cercanas que se reúnen allí entre  restaurados palacios y guías que lideran pequeños grupos de turistas, los guías con los brazos extendidos señalando  aquí y allá en una rara calistenia  que sus acompañantes siguen con ojos desmesurados. De la calle Obispo y en dirección sur, nace la calle Oficio, por la que tomaremos hacia la Plaza de San Francisco y que  debe su nombre a la antigua basílica que flaquea su lado sur. Hoy esta basílica es una sala de conciertos. En el lado opuesto a la basílica de San Francisco se halla la Lonja del Comercio, un edificio construido en 1909 a instancias de un comerciante catalán. El edificio fue restaurado en los años ’90 del siglo pasado como recinto de oficinas para firmas y representaciones comerciales extranjeras.  Sobre la cúpula de este edificio existe una hermosa estatua del dios Mercurio, obra del escultor italiano Juan Bolonia; lástima que una estructura agregada al techo del edificio como parte de los trabajos de modernización impidan contemplarla adecuadamente. Al centro de la plaza existe una primorosa fuente tallada en mármol, obra del escultor italiano Giuseppe Gaggini y conocida como Fuente de los Leones,  uno de los orgullos habaneros.

Continuando por la calle Oficios, siguiendo la ruta al sur, bajaremos un par de cuadras hasta la calle Teniente Rey por donde torceremos el rumbo esta vez en dirección oeste, hasta la de Mercadere, y ya habremos llegado a la Plaza Vieja. Por el contrario de lo que indica su nombre, esta plaza es la más joven de las plazas recorridas. La Plaza Vieja era el centro comercial de la colonia, y aunque no puede compararse en belleza a ninguna de las anteriores, nadie niega su valor como parte del sistema de plazas que articularon la Habana antigua.

La Habana Antigua. Sitios de interés

Considerado el más importante polo turístico de la ciudad, el Casco Histórico se abre a la curiosidad del viajero como un viejo libro donde la historia palpita en cada página, cada esquina.

Castillo de la Real Fuerza. Calle O´Reilly y Baratillo. VER Fortalezas de La Habana.

Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro. VER Fortalezas de La Habana. 

Fortaleza San Salvador de la Punta. VER Fortalezas de La Habana.

Fortaleza San Carlos de la Cabaña. VER Fortalezas de La Habana.  Loma de la Cabaña, Carretera Monumental.

Castillo de Atarés. VER Fortalezas de La Habana.   Avenida Atarés entre Cristina y Arroyo. 

Restos de La Muralla. VER Murallas de La Habana

Plaza de Armas.  Calles O´Reilly, Tacón, Obispo y Baratillo.   Antiguo centro político de la colonia.  Flaqueada por el Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio del Segundo Cabo, el Templete, el Palacio de los Condes de Santovenia  y la antigua Embajada de los Estados Unidos.
 
Lápida del Callejón del Chorro.  Calle San Ignacio y Callejón del Chorro.  Vieja fontana de la Ciudad.

Plaza y Convento de San Francisco.  Recibe el nombre por la Basílica Menor de San Francisco allí existente.  Actualmente en la nave de esta iglesia funciona una sala de conciertos.  Obsérvese la Fuente de los Leones en esta Plaza.  La fuente es obra del escultor italiano Giuseppe Gaggini, y fue encargada por el Conde de Villanueva en 1836 como regalo a la ciudad.

Plaza de la  Catedral.   Antiguamente llamada de La Ciénaga, hasta que se erigió la Catedral en este sitio.  Calle Empedrado y San Ignacio.

Plaza Vieja.  Limitada por las calles Teniente Rey (Brasil), Mercaderes, Muralla y San Ignacio.  Obsérvese el Palacio de los Condes de Jaruco, actual sede del Fondo de Bienes Culturales.

Plaza e Iglesia del Cristo del Buen Viaje.  Rodeada de edificaciones neoclásicas, excepto la Casa de la Parra (siglo XVII.  Actual Restaurante Hanoi).  Limitada por las calles Teniente Rey (Brasil), Bernaza, Lamparilla y Villegas.

Plaza San Juan de Dios.  La limitan las calles Habana, Aguiar, Empedrado y San Juan de Dios.  Obsérvese la estatua de Miguel de Cervantes, erigida en 1908, obra del escultor italiano Carlos Ricolli.

Plaza de la Fraternidad.  Paseo de Martí y Calle Dragones.  Antigua Plaza de Marte. En 1928 fue remodelada adoptando su actual fisonomía y el nombre de Plaza de la Fraternidad Americana. Posee al centro una ceiba, plantada en una mezcla de tierras traída de todos los países del continente en conmemoración a la primera Conferencia Panamericana celebrada en La Habana en el propio año de inauguración de la plaza.

Seminario de San Carlos y San Ambrosio.   Construido por la compañía de Jesús en el segundo cuarto del siglo XVIII. Una vez expulsados los jesuítas del país, en 1767, sus instalaciones acogió al Seminario de San Ambrosio.  Actualmente Seminario Conciliar.  Calle San Telmo entre Chacón y Empedrado.

Catedral de La Habana.  Construída por la Compañía de Jesús a mediados del siglo XVIII, alcanzó el rango de catedral en 1789 luego de la expulsión de los jesuitas.   Es el más logrado ejemplo de barroquismo criollo aplicado a la arquitectura religiosa.  Su interior, sin embargo, es de estilo neoclásico, consecuencia de las remodelaciones efectuadas en el primer tercio del siglo XIX.  Las esculturas y los trabajos de orfebrería que se encuentran en el recinto del templo se deben al artista italiano Bianchini. Parte de las pinturas que aún pueden admirarse fueron realizadas por Jean Baptiste Vermay, el mismo que decorara el interior de el Templete. Actualmente oficia como catedral.  Calle Empedrado y San Ignacio.

Convento de San Agustín.  Calle Cuba y Amargura.

Convento de Santa Clara de Asís.  Calle Cuba y Sol.  Posee el más bello patio colonial de La Habana.  Actualmente sede del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología.

Iglesia del Espíritu Santo.  Calle Cuba y Acosta.  Abierta al culto.  Obsérvese sus bellos techos de madera y la magnífica bóveda de piedra que arma el altar mayor. Única iglesia que conserva su cripta.

Iglesia de la Merced.  Calle Cuba y Merced.  Construída por los padres paules. Hasta mediados de este siglo fue la iglesia más lujosa de la ciudad.

Iglesia del Santo Ángel Custodio.  Fue necesario reconstruirla en 1846 después de que un huracán la destruyera.  Estilo neogótico.  Aquí fueron bautizados Félix Varela y José Martí, inteligencia y conciencia de los cubanos.  Calle Cuarteles y Compostela.

Convento de Belén.  Calle Compostela entre Luz y Acosta.  Fundado por el Obispo de Compostela a fines del siglo XVII.  En 1854 le fue entregado a los jesuítas, quienes establecieron aquí una escuela hasta 1925.

Casa del árabe.  Fue antiguamente casa de un maestro carpintero de ribera.  La casa, de inocultable estilo mudéjar, es actualmente  un  restaurante especializado en comida árabe.  Calle Oficios entre Obispo y Obrapía.

Colegio de niñas de San Francisco de Sales.  Fundado por el Obispo de Compostela a fines del siglo XVII. Actualmente radican en este local los estudios de afamados pintores cubanos.  Calle Obispo y Oficios.

Palacio Espiscopal y Monte de Piedad.  Calle Oficios entre Obispo y Obrapía.  Primero Palacio Episcopal, luego Monte de Piedad (Casa de Empeños).  Actualmente Museo Numismático.

Iglesia del Hospital de San Francisco de Paula.  Primer Hospital de Maternidad y Escuela de Parteras de La Habana.  Luego de sucesivas demoliciones, hoy es una isla en medio de la Alameda de Paula.  Limitada por la Alameda de Paula y las calles Desamparados y San Isidro.

Palacio de los Capitanes Generales.  (Ver Palacio de los Capitanes Generales). Su construcción se inició en 1776 y concluyó en 1791.  Residencia y sede de la Capitanía General de la isla.  De 1902 a 1920, fue Palacio Presidencial.  Actualmente es Museo de la Ciudad.  Calle Tacón entre Obispo y O´Reilly.

Palacio del Segundo Cabo.  Su construcción se inició en 1772 y concluyó en 1791.  Fue sede de Intendencia y Casa de Correos.  Junto al aledaño Palacio de los Capitanes Generales conforma un hermoso rincón barroco en la Plaza de Armas.  Actualmente sede del Instituto Cubano del Libro.  Calle O´Reilly y Tacón.

Casa de Luis Chacón.  Construida por Don Luis Chacón, primer habanero Gobernador de la isla a principios del siglo XVIII.  También conocida como Casa del Conde de Bayona, desde que una hija de Luis Chacón se casara con este noble.   Actualmente Museo de Arte Colonial.  Calle San Ignacio y Callejón del Chorro.

Casa de la Obra Pía. Construcción de mediados del siglo XVII, se concibió como cobija y dote de un grupo de muchachas pobres. El objeto de esta obra dio nombre a la Calle, Obra Pía. Posee una hermosa portada de finales del siglo XVII, de las mejores entre cuantas se conservan de este período. Calle Obra Pía y San Ignacio.

Palacio Pedroso.  Data de 1780 y fue construido por Mateo Pedroso, Alcalde de la Ciudad.  Actualmente Palacio de la Artesanía.  Calle Cuba No. 64, entre Cuarteles y Peña Pobre.

Palacio de los Condes de San Juan de Jaruco.  Construido en el siglo XVII fue modificado en 1768, agregándosele arcadas y portales.  Hoy sede del Fondo de Bienes Culturales.  Calle Muralla y San Ignacio.  Plaza Vieja.

Palacio de los Condes de Casa Barreto.  Hermosa construcción del siglo XVIII.  Actualmente Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño.  Calle Oficios y Luz.

Palacio de la Condesa de la Reunión.  Siglo XVIII.  Excelente ejemplo del barroco criollo.  Calle Empedrado entre Cuba y San Ignacio.

Palacio del Marqués de Arcos.  Actualmente Restaurante El Patio.  Plaza de la Catedral.

Palacio del Conde Lombillo.  Plaza de la Catedral y Empedrado.

Palacio Aldama.  Construido en la cuarta década del Siglo XIX por orden del vasco Domingo Aldama y Arrechaga, rico hacendado y comerciante.  En realidad son dos casas, pues incluye la de su hija.  Es un edificio de belleza inusual.  Actualmente radica en él el Instituto de Historia de Cuba.  Calle Amistad entre Reina y Estrella.

Palacio Presidencial.  Aunque en principio se proyectó que radicara acá el Gobierno Provincial, el monto de sus gastos fue tal que se decidió convertirlo en Palacio Presidencial, quedando inaugurado en 1920.  Actualmente es Museo de la Revolución.  Calle Refugio entre Misiones y Zulueta.

Capitolio Nacional. VER Capitolio Nacional.  Su construcción abarcó de 1926 a 1929 a un costo de 16 millones y medio de pesos.  Aquí radicó la Cámara de Representantes y el Senado de la República.  Hoy es sede del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente.  Paseo del Prado entre Dragones y San José.

Alameda de Paula.  Fue el primer Paseo que tuvo la ciudad. Avenida San Pedro (del Puerto) y calle Oficios.

Lonja del Comercio.  Actualmente radican aquí oficinas de negocios.  Se edificó en 1909.  Su cúpula está rematada por una bella escultura del dios Mercurio, obra del escultor italiano Juan Bolonia.  En el sitio donde hoy se alza la Lonja existió el primer teatro público de La Habana. Avenida San Pedro (del Puerto) y Calle Lamparilla.

Paseo del Prado.  Su construcción se inició a fines del siglo XVIII, pero no fue sino hasta el siguiente siglo que ganó importancia.  Inicialmente se llamó de Isabel II, aunque los habaneros prefirieron llamarle del Prado por su semejanza con el de Madrid.  A principios de la República se le rebautizó como de Martí.  Fue mejorado entre 1925 y 1929 bajo la dirección del urbanista francés Jean Forestier,  adquiriendo un mayor parecido a las Ramblas de Barcelona que al Prado de Madrid; sin embargo, se le continúa llamando Paseo del Prado.

Estatua de Martí. En el Parque Central, frente al hotel Inglaterra. Fue el primer monumento escultórico levantado al Apóstol de la independencia cubana, en 1905. Obra del escultor cubano  José Villalta de Saavedra. Sustituyó a la estatua de Isabel II erigida allí desde 1875 hasta 1899. La de Martí poseía un clavo de oro en su base. El clavo original fue sustituido por otro dorado.

La Estatua del Padre de la Patria. La estatua de Carlos Manuel de Céspedes está ubicada al centro de la Plaza de Armas. Sustituyó a la de Fernando VII, colocada allí desde 1834 hasta 1955. Hoy la de Fernando VII, fuera de su pedestal original, permanece en el suelo, a un costado de la Plaza. 

El Templete. VER El Templete.  Calle Baratillo y O´Reilly.  Plaza de Armas.

Cortina de Valdés.  Paseo intramural trazado junto a la muralla marina y el canal del puerto.  A la Cortina de Valdés se le conoció también como Paseo de los Aburridos.  Calle San Telmo entre Empedrado y Chacón.

Fuente de la india o de la noble Habana.  Traída a esta ciudad en 1837 es obra del escultor italiano Giuseppe Gaggini.  Lo mismo que la de los Leones, en la Plaza de San Francisco, fue un regalo del Conde de Villanueva a La Habana de entonces.  Paseo del Prado y Calzada de Monte.


Nueva Cárcel. Restos del antiguo presidio colonial. Demolido en 1939, en la actualidad sólo se conservan dos celdas y una capilla. Considerado reliquia histórica. Paseo del Prado y calle Capdevila (Cárcel).

Acera del Louvre.  Donde hoy se ubica el Hotel Inglaterra existió la Cafetería El Louvre, un concurrido establecimiento que terminó por dar nombre a este tramo de acera donde se reunía lo más preclaro y rebelde de la juventud criolla en el tercer cuarto del pasado siglo. Aquí se conspiró y se pronunciaron las ideas independentistas de entonces.  Paseo del Prado y San Rafael.

Hotel Inglaterra.  Es el más antiguo hotel en funcionamiento. Construido en la década del 70 del pasado siglo.  Paseo del Prado y San Rafael. Excelente la comida y muy bello su patio sevillano.

Hotel Santa Isabel.  Antiguo Palacio de los Condes de Santovenia.  Casona del siglo XVII. Las más suntuosas fiestas de La Habana solían ofrecerse en este palacio, como la celebrada por la coronación de Isabel II. Calle Baratillo y Obispo.  Plaza de Armas.

Centro Gallego. VER Centro Gallego.  Proyectado por el arquitecto belga Jean Beleau, comenzó a construirse en 1910 en los terrenos que ocupara el antiguo Teatro Tacón.  Paseo del Prado y San José.  Parque Central.

Centro Asturiano.  Inaugurado en 1928 es uno de los edificios emblemáticos de la zona.  Calle Zulueta y San José.


Bodeguita del Medio. VER Bodeguita del Medio.  Fundada en 1942 es hoy por hoy uno de los 12 restaurantes más famosos del mundo, a pesar de su aire sencillo, ausente de toda etiqueta.  Calle Empedrado entre San Ignacio y Cuba.

Floridita.VER El Floridita hoy. Obispo esq. Monserrate.

Cristo de la Bahía. VER Cristo mulato.  En la margen del canal del puerto, junto a la fortaleza de La Cabaña.

La Habana y su litoral norte.

Se extiende desde la marina Hemingway, en el extremo oeste de la ciudad. A lo largo del recorrido, siempre apegado al mar, la ciudad le mostrará su rostro más turístico. Rebasado el pueblo de Jaimanitas, partiendo de la mencionada marina, y apenas a tres minutos de camino, cruzará el flanco norte del residencial Siboney, el exclusivo y último reducto de la burguesía cubana durante los años ´50.
Continuando el trayecto a lo largo de la 5ta. Avenida, en dirección este, se adentrará en el residencial barrio de Miramar, con inmensas casonas, testimonio de la opulencia en que vivía el jet set criollo antes de 1959. La avenida no presenta baches, sus luminarias funcionan, y las señalizaciones para el tránsito de vehículos son visibles. La 5ta. Ave. es todo un modelo de vía urbana, con parques y jardines bien cuidados.
Actualmente, Miramar es el asentamiento preferido de empresarios extranjeros, firmas comerciales y representaciones de negocios foráneos, diplomáticos y cubanos “de posición”. Siguiendo la ruta de la 5ta. Ave, llegará hasta La Fuente de Las Américas, justo a la entrada del túnel bajo el río Almendares, límite natural entre Miramar y El Vedado. Apartir de aquí, el circuito continúa sobre el Malecón habanero.
Inmediatamente a la salida del túnel y a su mano izquierda, tendrá el restaurante 1830, antigua casa de un personero del tiránico régimen de Gerardo Machado, quien gobernó el país entre 1925 y 1933. Junto a esta fabulosa casa está el Torreón de La Chorrera, antigua atalaya protectora de la desembocadura del río Almendares contra incursiones de corsarios y piratas.
A partir de este punto el recorrido es aún más agradable, por su vista despejada del mar y la Corriente del Golfo, a la que Ernest Hemingway llamara El Gran Río Azul. La Corriente es perfectamente distinguible, a pocas millas del litoral, por su color azul más intenso. Y ya está usted flanqueando el eje norte de El Vedado, donde las construcciones se caracterizan por edificios altos que remedan un aire newyorkino, aunque  a escala bonsái.
El hotel Riviera es el primero que aparece a la vista del transeúnte, con su arquitectura típica de los ´50, junto al hotel Meliá Cohíba, moderno, de estructura metálica y cristal. Continúa la ruta y, más allá, a par de minutos  en coche, distinguirá, sobre un inmenso peñasco, otro hotel, el Nacional de Cuba, insignia de la hotelería isleña.
Siempre sobre el Malecón, se llega hasta el parque Antonio Maceo. Desde 1916 existe en este parque una impresionante estatua ecuestre del prócer independentista, obra del escultor italiano Domenico Boni. La imponente figura de broce del Lugarteniente General del ejercito libertador parece llamar al combate, solo que no cabalga al frente de tropa insurgente alguna sino que parece adelantarse al monolítico edificio del hospital Hermanos Ameijeiras alzado al fondo.
El parque Maceo señala en este recorrido los límites entre el municipio Plaza y el de Centro Habana. A partir de este punto, notará una notable diferencia en la arquitectura y el estado de conservación de las viviendas sobre el eje del Malecón. Las construcciones en este próximo tramo, probablemente las más bellas de la ciudad, datan de principios de siglo, y constituyen un conjunto arquitectónico de inapreciable valor citadino. Durante decenios, cuando los que visitaban La Habana lo hacían en cruceros procedentes, en su mayoría, de los Estados Unidos, este sector de ciudad, aledaño a la entrada de la bahía, provocaba la admiración de todos. Si hoy por hoy, a pesar del descuido y la falta de mantenimiento adecuado, La Habana conserva su fama de  ciudad hermosa, esa reputación le viene, en parte, gracias a este tramo de litoral urbano que durante mucho tiempo fue el más atractivo rostro de la capital cubana.
Continuando el recorrido, se llega a un segundo túnel, pero antes de sumergirnos en él, sugerimos una parada para contemplar el castillo de Los Tres Reyes Magos del Morro,  al que los cubanos prefieren llamar, simplemente, El Morro. Este castillo está construido sobre una elevación a la entrada de la bahía, en la margen este. Los inicios de su construcción datan de 1563. Obsérvese en este castillo el faro que avisa a los navegantes, sin dudas un apósito en su fisonomía, pero que ha terminado integrándose al conjunto como uno de los símbolos de La Habana.
Aledaño al Morro, apenas un centenar de metros en dirección sur, se encuentra la fortaleza de San Carlos de La Cabaña, y sobre su falda el gran Cristo de la bahía, una escultura monumental del mártir de Judea tallada en mármol de Carrara. El complejo Morro-Cabaña es actualmente un lugar frecuentado por turistas y viajeros que concurren a ver su magnífico museo de armas. En los tiempos coloniales, esta fortaleza, junto a la del Morro y otras, formó parte del sistema de fortificaciones que protegían la bahía y la ciudad, no sólo de corsarios y piratas, sino del ataque de potencias en guerra con España, como el lanzado por los ingleses  en 1762. Aclaramos que al momento de este asalto no se había construido la fortaleza de La Cabaña, un olvido sobre el que llamó la atención el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, constructor del Morro. Se cuenta que parado sobre la loma de La Cabaña, Antonelli dijo: “El que ocupare esta loma, será dueño de La Habana”. Y así fue.
El 13 de agosto de 1762, los ingleses se presentaron con la mayor fuerza naval jamas vista en mares antillanos: 26 navíos de línea y 13 fragatas dotadas en suma de 2 mil cañones y un ejercito de unos 14 mil hombres, todos bajo el mando de Sir George Pocok.  Luego de asediar y reducir la tenaz resistencia del Morro, dueños de la loma de La Cabaña, los ingleses ocuparon La Habana por espacio de 11 meses, hasta que la corona española decidió canjearla por sus poseciones en La Florida.  Fue entonces que Carlos III decidió la construcción de la monumental fortaleza de La Cabaña.
Se asegura que al recibir un nuevo pedido de dinero con que proseguir los ya costosos trabajos de construcción de La Cabaña, el rey pidió unos catalejos y oteó el horizonte hacia el poniente. “¿Qué hace Majestad?”, preguntó alguien. “Trato de ver La Cabaña”, respondió el monarca. “Imposible alteza, está muy lejos”, acotó el cortesano. “Pues con los dineros que nos está costando esa mole, muy bien debía divisarse desde aquí”, protestó Carlos III.
También en la boca de la bahía, pero en su rivera oeste, se erige el castillo de La Punta, una construcción achatada que, alineando con El Morro y las baterías de cañones de Los Doce Apóstoles y La Divina Pastora, en las faldas del Morro y  La Cabaña, permitía el fuego cruzado contra cualquier buque enemigo que osara penetrar en la bahía, y que contaba  además con un ingenioso sistema que permitía alzar una gruesa cadena de cobre, sumergida, limitando la entrada a la rada habanera a buques de cierto porte. Esta cadena se alzaba en las noches, al tiempo que se cerraban las puertas de la muralla que protegían la ciudad. La hora del cierre se indicaba a los habaneros mediante un sonoro cañonazo lanzado desde la fortaleza de La Cabaña, una tradición que se conserva hasta la actualidad.
Hora del cañonazo: 9:00pm en punto.
El turista puede presenciar cada noche la ceremonia del cañonazo tradicional desde la fortaleza de La Cabaña con soldados engalanados con trajes de la época.
Y en este lado de la bocana tendremos el palacio Velasco, sede de la embajada de España, frente al parque Máximo Gómez, General en Jefe del ejercito libertador y que también aparece a lomos de su caballo, ofrecida la espalda y todo lo demás a los funcionarios de la embajada. El conjunto escultórico, erigido en 1935, es obra del artista italiano Aldo Gamba. A la izquierda del monumento, el antiguo Palacio Presidencial, actual Museo de la Revolución.
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Fortalezas

Desde la segunda mitad del siglo XVI, San Cristóbal de La Habana es una villa próspera gracias a la estratégica ubicación de su puerto, sobre todo, desde que se descubrió la ruta del Canal de Bahamas que obliga a recalar en La Habana en tránsito hacia América. Al abrigo de este puerto se dirigían, de continuo, los buques cargados procedentes de Santo Domingo, Nombre de Dios, Honduras y México. En La Habana se acumulaba la riqueza procedente de estas colonias y otras en espera de ser reembarcadas hacia España. Era necesario entonces proteger la gigantesca “caja de caudales” que era La Habana, ordenándose la construcción de una serie de fortalezas que terminaron por convertirla en la ciudad mejor artillada del Nuevo Mundo.

Castillo de la Real Fuerza
Localizado muy cerca del sitio en que se fundó La Habana, protege el canal de entrada a la bahía, además de la Plaza de Armas. Su construcción se inició en 1562, hasta 1577, siendo la primera de Cuba y la segunda de América.
Pero una vez terminadas las obras, surgieron toda una serie de críticas sobre el lugar elegido para su construcción. El cerro de La Cabaña, al otro lado de la bahía, dominaba el canal, y con apenas colocar unas pocas piezas de artillería sobre éste, la Real Fuerza podía ser fácilmente abatida.
Durante la primera mitad del siglo XVII, Juan Vitrian de Viamonte, entonces Gobernador General de la isla (1630-1634), hizo construir en el extremo del baluarte noroeste de la Real Fuerza una torre o atalaya sobre la que colocó una estatuilla de bronce con figura de mujer indiana, imitación de la Giralda de la Catedral de Sevilla, de donde le viene lo de Giraldilla, nombre con que se le conoce  desde entonces. Hoy la Giraldilla es uno de los símbolos de la ciudad y del ron Havana Club. La que se conserva sobre la torre es una réplica. La original, derribada por un huracán en 1926, se exhibe en el Museo de la Ciudad, a pocos pasos del Castillo de la Real Fuerza, en la Plaza de Armas.
La utilidad militar de esta fortaleza, que fue además almacén del oro y la plata, era prácticamente nula, aunque al menos sirvió para hacer desistir a Francis Drake de atacar La Habana en 1586.
Funciona aquí una cafetería y una galería de arte.

San Salvador de La Punta
Las obras de este fuerte se iniciaron en 1590, bajo la dirección de Juan Bautista Antonelli. Su función más bien era la de punto adelantado, debidamente artillado, a la vez que vigila del litoral norte en el tramo comprendido desde la boca de la bahía hasta más allá de la caleta de San Lázaro, por la que ya habían desembarcado los piratas Robert Baal y Jack de Sores avanzando luego sobre la ciudad, justamente por el camino de La Punta. Aunque la construcción del fuerte proveyó alguna seguridad a la villa, aún el cerro de La Cabaña continuaba sin protección, y la villa, vulnerable a un ataque por ese flanco.
Actualmente se halla en obras de restauración.

Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro
Ya desde 1563 existía  una torre de cal y canto a la boca del puerto sobre una roca que tenía por nombre El Morro, del que toma su nombre. El castillo de El Morro queda justo en la margen opuesta a La Punta y es, por su altura, un emplazamiento más eficaz contra intrusos en la bahía.
Hacia 1602, y tras sucesivas inspecciones, recomendaciones y avisos de expertos militares, se construyeron aquí obras que dieron al Morro un aspecto defensivo más sólido. En las faldas del peñasco que sirve de asiento al castillo, una batería en forma de media luna y dotada de doce cañones conocidos como Los Doce Apóstoles, junto a otra, La Divina Pastora, completaron el artillado por esta parte de la bahía.
La escasa distancia que media entre el Morro y la Punta hace posible comunicarse a gritos, así que en 1630 se tendió una cadena de cobre, izable, entre ambos puntos de modo que impidiera el acceso de buques. Y aunque el recinto de la bahía era mucho más seguro, Antonelli, que participó en las obras de reforzamiento de El Morro, apuntó, parado sobre el cerro de La Cabaña, “El que ocupare esta loma...”; en fin, lo dicho (Ver Dos Circuitos de La Habana).
Aquí funciona un mesón, cafetería y tienda de artesanía. Excelente vista de la ciudad.

¡Y al fin!... San Carlos de la Cabaña
No bastaron a los reyes de España los múltiples avisos enviados sobre la importancia estratégica del cerro de La Cabaña. Tuvieron que llegar los ingleses en 1762,  posesionarse de este cerro, batir El Morro y apropiarse de la ciudad, para comprobar la vulnerabilidad de La Habana. Un año después, y luego de la evacuación de la villa por parte de los invasores, se decidió la construcción de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. El nombre de esta fortaleza lo toma de unas cabañas de madera que existían en el cerro,  en tanto el de Carlos viene en honor al rey Carlos III. Su concepción respondió a los novedosos progresos en el arte de las construcciones militares de la época.
Por el flanco de la bahía, y a lo largo de 700 metros, se erigieron sus altos muros, sólidamente artillados. El costo de ésta, la mayor fortaleza del hemisferio, fue de 14 millones de pesos, y ocupa una superficie total de diez hectáreas.
Existe aquí un importante museo de armas, además de cafetería, y en sus faldas, el restaurante Divina Pastora (Ver restaurantes).

Nota:  Al parecer, los 11 meses de ocupación inglesa transcurrieron de forma un tanto festiva. Calcúlelo usted por el contenido de esta copla popular:
Las muchachas de La Habana
no tienen temor de Dios
y se van con los ingleses
en los bocoyes de arroz

El Príncipe
La toma de La Habana por los ingleses, no sólo decidió la construcción de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, sino que obligó a las autoridades a replantearse todo un sistema defensivo que protegiera la ciudad, además de su bahía.
La construcción del castillo de El Príncipe, en el sector de El Vedado, se inició en 1767, y estuvo lista en 1771. Toma su nombre en honor del príncipe Carlos, hijo de Carlos III, y es un pentágono irregular, rematado por dos baluartes y otros tantos semibaluartes, grandes fosos y una vasta galería aspillareada para fusilería. No está abierto al público.

Santo Domingo de Atarés
Las obras de este castillo se iniciaron en 1764 y concluyeron en 1767, bajo la Capitanía General del Conde de Ricla, quien le bautizó Atarés en honor a su hermano mayor cuyo título nobiliario portaba este nombre. El castillo de Atarés cubría el flanco sur de la villa, en la barriada de igual nombre, justo sobre la loma de Soto, contracción del apellido del propietario de esta loma, Agustín de Sotolongo y Pérez de las Alas. No está abierto al público.

Santa Dorotea de Luna de la Chorrera

En 1763 es nombrado Alvaro de Luna y Sarmiento como Capitán General de la isla, quien encarga a Juan Bautista Antonelli la construcción de dos torreones, uno en la desembocadura del río Almendares, en el límite de los actuales Vedado y Miramar, y otro en la localidad de Cojímar, ambos en el litoral norte, el primero al oeste, y el segundo al este de la villa de San Cristóbal de La Habana.
Actualmente en La Chorrera funciona un mesón. Agradable para tomar unas cervezas.

Las Murallas de La Habana
Como parte del sistema defensivo de la ciudad, la villa contó durante los siglos XVIII y XIX con un cinturón amurallado del que hoy apenas quedan trozos dispersos, pues fueron demolidas a partir de 1863, cuando comenzaron a obstaculizar el trasiego en la ciudad intramural. La altura de estas murallas no puede compararse a la del casco urbano de Girona, pero resultaban suficientes para contener cualquier ataque.
Aún puede admirarse una de sus antiguas puertas, la de La Tenaza, en Egido y Desamparados, cerca de la Estación Central de ferrocarriles, en La Habana Vieja. Otro pedazo es el que se localiza justo frente al antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución. Este fragmento aún conserva una garita elevada para centinela. A pocos metros de ésta, apuntándole, el tanque en que Fidel participó en el combate de Playa Girón.
Pero ningún resto como el que aún puede verse frente a la antigua Maestranza, donde se conservan los cimientos de este muro, más otra garita. Son los restos de la antigua “muralla de mar”, como se le llamaba a este tramo entre las calles Misiones y Cuarteles, Habana Vieja.

Palacio de los Capitanes Generales
Su construcción se inició en 1776, inaugurándose en 1791, si bien todavía inconcluso. Fue la última de las obras proyectadas por el Marqués de La Torre durante su capitanía general. Propiamente, la terminación de este palacio ocurrió en 1834, bajo la capitanía general de Miguel Tacón, quien remodeló su fachada agregándole el pórtico de mármol con el escudo de la monarquía española, tal y como aún puede admirarse este magnífico ornamento.
Desde su inauguración, el palacio fue residencia de los Capitanes Generales, sede del Ayuntamiento, Casa de Capitulares y otras dependencias político administrativas de la colonia. Desde 1872 se instaló en su flanco norte la cárcel de la ciudad. El aporte para esta construcción lo hizo con particular entusiasmo un potentado local, Don Gabriel Peñalver y Calvo, interesado en encerrar a los malos pagadores que le debían dinero. La cárcel continuó funcionando en este sitio hasta 1834, cuando Tacón hizo constrir la Cárcel Nueva, aledaña al Paseo de Isabel II (Paseo del Prado), frente al mar.
El patio interior de este palacio es de los más bellos de La Habana, presidido por una estatua de Cristóbal Colón, obra del escultor italiano J. Cuchiari, y que se agregó tardíamente, en enero de 1862. Entre el patrimonio pictórico, original de este palacio, se encuentran óleos de Vermay, Escobar, el belga Gustavo Wappers y del escultor danés Bartolomé Thorwarldsen. Entre sus reliquias históricas se hallan dos mazos de plata labrada adquiridos por el cabildo de La Habana a finales del siglo XVII y que constituyen piezas de las más antiguas del período colonial cubano.
El Salón del Trono es otra de las curiosidades de este edificio. Con anterioridad a la visita de los reyes de España en 1999, la única miembro de la familia real española que ha cruzado el umbral de este regio recinto fue la Princesa Eulalia, en 1893. Así que nunca un rey de España ha acomodado sus posaderas sobre este trono. Juan Carlos, cauto soberano, declinó la invitación durante su visita privada al palacio, aduciendo que “no podría hacerlo a menos con él lo hicieran todos los españoles”; buena salida, después de todo, a lo que a todas luces era un situación comprometedora.

Palacio Moré

Después del Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio Moré es el de mayor tamaño con que contó la ciudad durante el siglo XIX. Construido entre 1872 y 1877, su diseño es obra del arquitecto Eugenio Reyneri Sorrentino, y cuenta con una amplísima planta noble, entresuelo y planta baja al estilo de los más antiguos palacios intramurales. Este palacio, lo mismo que otro gran palacio, el Aldama, ubicado en la calle Amistad frente al Parque de la Fraternidad, se localiza en la zona que entonces se denominaba como Habana extramural, sobre el glacis de las antiguas murallas, convertido a finales del siglo XIX en sector preferido por la oligarquía habanera. Obsérvese en este palacio sus numerosas columnas, altas, de estilo corintio y su magnífica puerta de hierro fundido elaborada en Filadelfia, toda una joya. Los salones de este palacio, de inmensas dimensiones, hablan por sí solos del megalómano gusto de su propietario.

El Palacio Moré se alza en la calle Egido No. 504, entre Máximo Gómez y Dragones. De todos los grandes Palacios habaneros, éste es el que peor estado de conservación presenta. En la planta baja aún viven decenas de familias, y en la alta o noble funciona la Sociedad Cultural Rasalía de Castro, y es posible acceder a ella a tomar una cerveza, o si lo prefiere, comida ligera.

Nacido en 1807, el conde Moré era hijo de un militar de Tossa del Mar. En 1858, este hombre, cuyo nombre completo era José Eugenio Moré i de la Bastida, consiguió convertirse en uno de los más grandes productores de azúcar de la isla, lo que equivale a decir del mundo. Su inmensa fortuna le llevó a invertir en negocios tales como el ferrocarril de Sagüa, inaugurado en 1858, además del sector financiero. Fue uno de los fundadores y propietarios del Banco Agrícola de Puerto Príncipe, junto a otro catalán, Samá, también propietario del Banco Español. Su memoria en la historia de Cuba, sin embargo, no es muy agradable que digamos. Fue capitán y luego coronel del  Batallón de Cazadores de La Habana, adscrito al cuerpo de voluntarios de la ciudad, un contingente armado con visos paramilitares que integraba lo más recalcitrante de la sociedad habanera y al que se deben varios crímenes durante la guerra de independencia, como fue el asesinato de un grupo de jóvenes estudiantes de medicina en 1871. Un dato asociado a este triste episodio señala que los estudiantes, acusados de ultrajar la tumba Gonzalo Castañón, un conocido periodista al servicio del colonialismo en la isla y muerto en duelo por esta causa, fueron absueltos inicialmente por un tribunal militar, un fallo que dejó inconformes a los miembros del cuerpo de voluntarios, y que les tomaron presos nuevamente para someterles a un segundo consejo de guerra en el que resultaron culpables y condenados a la pena de muerte por fusilamiento. La sentencia se cumplió el 27 de noviembre de 1871, y el presidente de este consejo fue José Gener i Batet, propietario de la gran fábrica de tabacos Gener.

Palacete Pons


Vale la pena acercarse a esta casa ubicada en la calle Capdevila No. 1, entre Habana y Aguiar, a escasos cien metros del Palacio Velasco, sede de la embajada de España y del Palacio de la Revolución (antiguo Palacio Presidencial). No podría decirse de este inmueble que sobresale por su tamaño, sobre todo si le comparamos con otros palacios en el sector antiguo de la ciudad; sin embargo, el refinado gusto de su arquitectura le hace merecedor de un aparte en esta guía.

La casa fue edificada según los planos del arquitecto cubano Ramírez Ovando, y está dotada de dos plantas, una alta y noble, y otra baja que en su tiempo se destinó al alquiler. En la planta alta es posible encontrar los espacios propios de las grandes residencias habaneras, con un salón de los pasos perdidos, sala de recepciones, de música y otras que identifican la opulencia de sus moradores.

La construcción de esta casona se hizo por encargo de la familia Pons, descendientes de Francisco Pons i Rosa Vidal, emigrante catalán que llegó a la isla en la segunda mitad del siglo XIX. Francisco Pons se desempeñó como hábil comerciante de zapatos, con lo que alcanzó una notable reputación y otra no menos considerable fortuna. A su muerte, la casa a pasó a propiedad de su hija, Nena Pons, casada con Ernesto Pérez de la Riva-Conill; por cierto, padres de uno de los más reputados historiadores cubanos.

Actualmente en este edificio radica el Museo de la Música donde se exhibe la más importante muestra de instrumentos musicales, además del imprescindible archivo que atesora la papelería y documentos históricos que reseñan el decursar de la música cubana. 

Palacio de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana

Inaugurado en 1907 es uno de los edificios emblemáticos entre cuantos arman el eje del Paseo del Prado. Su construcción corrió a cargo del arquitecto Arturo Amigó, y fue de los primeros en la ciudad que empleó estructuras de hormigón. Observándole se comprende el apego de la arquitectura habanera por los estilos eclécticos. Mientras la fachada recuerda el renacimiento veneciano, el interior, a cargo del arquitecto Tomás Mur, es rico en ornamentos modernistas. Recorriendo sus salas, el visitante hallará rincones que en mucho le recordará el Palau de la Música de Barcelona.

El edificio, de cuatro plantas y 3,871 metros cuadrados, contaba originalmente con sala de armas, baños, salón de billar,  sala de pintura, biblioteca y un gran salón de fiestas capaz de acoger hasta mil visitantes. En este edificio se hallaba además el mejor gimnasio con que contaba La Habana de principios de siglo.

La sociedad de Dependientes del Comercio de La Habana fue creada en 1880 como sociedad mutual. Con 26,069 socios, ofrece la medida de la intensa actividad comercial que vivía la ciudad entonces. En 1919, la cifra de sus asociados ascendió a 42,000. Un elemento que nos ilustra sobre la influencia de los catalanes en el mundo del comercio habanero es el de que muchos de los presidentes de esta sociedad fueran catalanes, como Eudald Romagosa i Carbó, que ejerció el cargo entre 1900 y 1901;  Francesc Pons i Bagur, electo presidente  entre 1914 y 1916, y que en 1920 repetiría en el cargo; también se cuenta el nombre de otro catalán, Salvador Soler, presidente en 1918.

Entre los pupilos de esta sociedad se encontró el niño Xavier Cugat, entonces estudiante de música. En sus memorias, publicadas en 1981, Caugat recuerda: “... estaba muy bien organizada (la Asociación de Dependientes) y con una cuota mensual de un peso y medio, equivalente más o menos al dólar americano, podía disfrutarse de una serie de ventajas sanitarias, tales como médicos, enfermeras y medicinas”.  Lo que no explica el notable músico catalán es que, a pesar de la aparente bonanza económica que vivía la ciudad, un peso y medio de cuota mensual era un lujo que no todos se podían regalar.

Hoy el edificio, nacionalizado al triunfo de la revolución, es sede del Centro Provincial de Esgrima y Gimnástica, mejor conocido entre los habaneros como Palacio de la Esgrima.



Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña
Es la más antigua sociedad española del mundo, fuera de España, claro. Su fundación ocurrió en 1840, aunque la inaugaración oficial se hizo en 1841 y su primer presidente fue Francecs Ventosa, de Vilanova i la Geltrú, si bien Josep Gener i Guash, junto a Antoni Font, llevaban un año gestionando su autorización y reconocimiento ante las autoridades de la isla.
En su tiempo,  a esta sociedad se le conoció también con el nombre de Partido Catalán, por la decisiva significación política de su junta directiva. A ella pertenecen en la actualidad los únicos 132 catalanes “legítimos” que residen en Cuba, más una numerosa prole de descendientes.
Actualmente, el viejo edificio que ocupa esta sociedad, y que no es el original, acaba de ser objeto de una reconstrucción capital gracias a la ayuda financiera de empresarios y otras entidades catalanas. Es un bello inmueble situado en uno de los barrios más populosos de La Habana.
Aquí se realizan actividades culturales, cursos, conferencias, seminarios y cuanto mantenga viva la cultura catalana en Cuba.
Consulado No. 68, entre Genios y Refugio. Centro Habana.
Telf. 637589
Fax. 669274


Callejón de Hammel

Insólito en esta ciudad en la que escasea la pintura en los edificios. El Callejón de Hammel es todo un espectáculo para la vista.
Localizado en el Barrio de Cayo Hueso, Municipio Centro Habana, es el tramo de ciudad más colorido que puede encontrar el viajero. Paredes, techos, ventanas, todo pintado a lo largo de los cien metros de este callejón. Los motivos de sus murales son afroides, y su estilo de influencia knaïf, acompañados por algún que otro texto un tanto críptico: “Si me ves hablando solo / no te preocupes / son cosas que me preguntan / y sencillamente doy respuesta”, reza uno. Y otra jaculatoria: “Pa´qué tú me llama si tú no me conoce”, dice un negro pintado en la pared empleando ese modo peculiar con que el cubano engulle vocales y consonantes. Todas las obras se deben al artista plástico Salvador González, residente en el propio callejón. Buen conversador, es posible hallarle en Calle Hammel No. 1054, entre Aramburu y Hospital.
Pero si interesante es este callejón, convertido en museo de arte afrocubano Knaïf, no menos interesante es su historia:
Fernando Hammel, un marino franco-alemán, llegó un buen día a Cuba al frente de un barco cargado de armas destinadas al ejército sureño durante la Guerra de Secesión en Norteamérica. Pero algo ocurrió, vaya usted a saber qué, acaso una seductora mulata le hizo tirar anclas en La Habana. El caso es que el robusto Hammel quedó en Cuba, y los sureños, al fin, perdieron la guerra (vamos, tampoco echemos toda la culpa a la mulata, también el general Lee hizo lo suyo en Appomattox Court House).
El caso es que en este callejón se asentó el bueno de Hammel, quien se dedicó al comercio, empleando chinos y negros a quienes hizo construir pequeñas casas. Así nació este tramo de Habana con nombre raro.

Cuna del “Feeling”

En el Callejón de Hammel nació el “feeling”, estilo de canción cubana, susurrada y libre a manera de “descarga”. Ejemplo de este estilo son conocidísimas piezas del cancionero cubano como Novia Mía, Contigo en la Distancia, y Tú me Acostumbraste.
En casa de Tirso Díaz, vecino del callejón, se reunían trovadores cubanos de la talla de José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Ñico Rojas, Rosendo Ruiz (hijo), Elena Burke y Omara Portuondo, entre otros. “Descargando” al son de la guitarra crearon el género que acompañó a la bohemia habanera durante las décadas del ´40 y´50.


Cementerio de Colón
Por su extensión y valores se le considera entre los más importantes monumentos del arte funerario y religioso del hemisferio. Su construcción se inició en el mes de octubre de 1871, a partir de un proyecto del arquitecto español Calixto De Loria, quien tuvo además el triste honor de ser su primer huésped.

Un  detalle histórico relacionado con su nombre tiene que ver con los  restos del Gran Almirante, Cristóbal Colón, llegados a Cuba en 1796. La idea era trasladar a esta necrópolis sus presuntas cenizas. Sin embargo, una vez concluidas las obras, se armó un tremendo alboroto. Por entonces aún quedaban en La Habana demasiados tradicionalistas con poder, opuestos a trasladar los restos del insigne navegante desde su ornacina en la catedral de La Habana, a su nuevo y flamante cementerio. Y ganaron.

Las cenizas de Colón, o sabrá dios de quién, permanecieron en la catedral habanera hasta el año 1898, cuando derrotada España e iniciada la ocupación militar de Cuba por tropas estadounidenses, fueron a parar a Sevilla. Por su parte, el Cementerio de Colón, que llegó a ser de todos menos de Colón, quedó inaugurado oficialmente a mediados del año 1886.

De todos modos, de Colón o no, la necrópolis habanera se le conoce además por “el último paradero”, como le bautizaron los habaneros en la década de los años 20 por rendir viaje allí una ruta de “guagua” (autobús) que portaba el eufemístico nombre de La Dichosa. Otros prefieren llamarle “reparto Bocarriba”, en clara alusión a la posición en que se alojan sus inquilinos.


¿Megalomanía o tributo a la cultura clásica?

Varias generaciones de cubanos que han vivido en provincias y que alguna vez visitaron la capital, atesoran un recuerdo común: una foto tomada en los jardines exteriores del Capitolio, con éste al fondo, por supuesto. Era la manera más contundente de demostrarle a sus paisanos que en verdad habían visitado la capital.

Si un barco se acerca a las costas habaneras, lo primero que ven sus pasajeros junto al faro del Morro, es la cúpula del capitolio, ubicada entre las tres más altas del mundo con 91,73 metros sobre el nivel del mar, razón por la cual también puede ser vista desde casi todos los puntos de la ciudad.

Así pues, este edificio soberbio y majestuoso, ordenado construir por el presidente Gerardo Machado, de triste memoria para los cubanos, constituye desde hace más de medio siglo uno de los símbolos más sostenidamente representativos de La Habana, y de Cuba, no obstante  que resulta difícil concebir algo menos autóctono y carente de atributos tradicionales. Ello ha servido para que muchos lo calificaran durante años como una genuflexión a las culturas foráneas, a diferencia de otros que  prefirieron interpretarlo como un intento por insertar, en tronco propio, la arquitectura de otras culturas en boga.

La propia cúpula está inspirada en el Panteón de París, en su aspecto interno, mientras que en el externo reproduce rasgos de la Basílica de San Pedro de Roma. La fachada frontal del Capitolio supone un homenaje a la escuela francesa de arquitectura. En el recinto, junto a la puerta de entrada principal, está la estatua de la República, una mujer modelada en bronce y recubierta con oro de 22 kilates que rememora a la diosa griega Palas Atenea, lanza en una mano y escudo en la otra. Por cierto que esta estatua, obra del escultor italiano Angelo Zanelli, mide 17 metros y pesa 49 toneladas, y está considerada la tercera en el mundo bajo techo.

También obras de Zanelli son las dos esculturas de 6,50 metros de altura que custodian la escalinata de acceso al edificio, representaciones clásicas del trabajo y la virtud tutelar. Y ya en el interior, antes de penetrar en uno de sus más impresionantes salones, el de los Pasos Perdidos, yace, incrustada en el piso, la réplica de un diamante de 24 kilates y 36 facetas, cuyo original fue adquirido en las minas de Kimberly, en Sudáfrica. Lamentablemente, el diamante verdadero debió ser puesto a buen resguardo en las bóvedas del Banco Nacional de Cuba, pues ya en 1945 se hizo humo, reapareciendo luego, como por azar, nada menos que en la mesa de trabajo del señor Presidente de la República. Este diamante, o su réplica, marca el kilómetro cero de la Carretera Central de la isla.

Otra de las más sobresalientes influencias que se aprecian en el Capitolio, considerado Monumento Nacional, está en el salón Martí, cuyo estilo pertenece al Renacimiento italiano, al tiempo que la composición arquitectónica de sus muros fue inspirada por la Villa Madana y las logias de Rafael, en el Vaticano. Las puertas y ventanas ostentan un decorado ornamental propio de Roma, con pilastras a ambos lados y rematados en su parte superior con ménsulas de alto relieve.

Por otra parte, hay un salón que antaño fue hemiciclo de la Cámara de Representantes y que está concebido como un anfiteatro romano, con frescos de la mitología griega por añadidura. La biblioteca del Congreso es una copia al carbón de la del Vaticano, en tanto el que fue despacho del presidente de la cámara remeda al del emperador Napoleón, en el Palacio de Versalles, mientras el salón Yara es de estilo inconfundiblemente renacentista.

Con todo, el Capitolio también cuenta con algunos motivos cubanos. Está el gran busto del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, erigido sobre un pedestal de mármol, aunque no es obra precisamente de ninguno de los excelentes escultores cubanos, sino del montenegrino Janko Brayowitch. También están esas enormes puertas de bronce adornadas con pasajes de la historia patria, desde los tiempos precolombinos hasta 1929, año de la construcción del edificio. Y están, además, los trabajos en herrajes, los vitrales y los patios interiores que, entre otros aspectos, dispensan al lugar un ligero aire de cubanía.

El edificio se construyó en sólo tres años, con la intervención de unos 6 mil trabajadores. Su costo ascendió a 16 millones y medio de pesos y abarca un área de 43 mil 610 metros cuadrados, con 200 metros de largo.

De centro político que fue en sus inicios, ha devenido hoy sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, lo que no significa que sea un lugar cerrado a la curiosidad e interés del visitante. Sus principales sitios están contenidos en un paquete de recorridos turísticos que se oferta de lunes a sábado, entre 9 de la mañana y 5 de la tarde. Sus salones se ofrecen además para eventos, ferias, convenciones, exposiciones, actividades científicas, culturales, artísticas, sociales y de negocios.

Pantagruélico sofá
Desde que nace a un costado del castillo de La Punta, en la boca de la bahía habanera, hasta donde muere en un punto aledaño al torreón de La Chorrera, en la desembocadura del río Almendares, el Malecón de La Habana serpentea el litoral a lo largo de siete kilómetros. Su construcción se inició a finales del siglo pasado, durante la ocupación norteamericana de la isla, y fue concluido varias décadas más tarde.
Andar por esta avenida en la tarde-noche propicia al caminante el regalo de una brisa marinera muy agradable, además de la vista de una hermosa puesta de sol tras La Chorrera. Desandando por esta principalísima avenida de la ciudad se recorre una parte importante de su fisonomía; desde las añejas construcciones en el sector antiguo, hasta las más modernas en El Vedado.
Una pequeña virgen de Regla, que aquí llaman también Yemayá u Olokkún, ubicada en  natural hornacina de roca, se distingue en el arrecife a la altura de la calle Humbolt. Nadie sabe quién la colocó en su sitio, pero es presumible que un olvidado devoto la trajo hasta aquí en pago de alguna promesa. Se aclara que en Cuba, la virgen de Regla es santa patrona del mar, marineros y todo cuanto signifique viajar.
Pero lo mejor del Malecón es su ajetreo nocturno. Considerado el sofá natural de la ciudad, no existe habanero que no haya llegado alguna vez hasta aquí a tomar la brisa nocturna que alivie el calor, o a “romancear”. Y es que el Malecón fue, desde siempre, sitio recurrente para enamorados, conquistadores nocturnos y “pescadores de orilla”, cada uno, a su modo, cazadores del azar.
SUJERENCIA: No olvide llevar su cámara fotográfica. Las mejores vistas de La Habana las tendrá al alcance del lente.

A Pi i Maragall

En el parque de 21 y H, en El Vedado, se alza el busto que recuerda a Pi Maragall, jurista, escritor y presidente de la Primera República. En su tiempo fue un ferviente defensor de la abolición de la esclavitud. Sobre la columna que soporta su imagen es posible leer: “1824-1902. A don Francisco Pi y Maragall resp. Logia Masónica Pi y Maragall de La Habana”, seguidas de estas palabras del propio Maragall: “Antes que la continuación de la guerra es mil veces preferible la independencia de Cuba. 1897. ¿Qué colonia se levantó contra su metrópolis que más valiera ni más esclarecidos hombres tuviera en la literatura, en las ciencias y en las artes?... Sentiría morir sin haberla visto libre e independiente. 1900”.

Es el tributo habanero a la memoria de este político opuesto al régimen colonial en Cuba. Sus contactos con personalidades en la isla, como fueron Manuel Sanguily y José A. Cortinas, contribuyó a esclarecer el pensamiento político más avanzado en la isla.
Pero éste sencillo monumento no es el único. En 1905, la calle Obispo, principalísima en La Habana Vieja, cambió su nombre por el de Pi Maragall, si bien los habaneros de hoy desconocen este cambio, lo mismo que el de otras calles y avenidas que continuaron reconociéndose por el nombre original.

El modernismo catalán en La Habana

Hay un período de la arquitectura cubana de principios de siglo que se conoce como la época catalana, cuando maestros de obras y arquitectos formados en la escuela modernista catalana, levantan edificios y mansiones que hoy constituyen joyas de la arquitectura habanera. Por sólo citar algunos ejemplos, véase la casa de Josep Crusellas i Faura, en la calle Reina No. 352, o la levantada por el arquitecto y próspero constructor barcelonés Mario Rotllant en la calle Cárdenas No. 107. En la barriada de La Víbora se erige otra imponente residencia, la de Dámaso Gutiérrez, en la calle Patrocinio No. 103, entre O´Farrill y Heredia, construída en 1913, también obra de Mario Rotllant. Interesante resulta, asimismo, la Masia l´Ampurdá, en la calle Revolución No. 152, también en la barriada de La Víbora, una construcción de 1919 considerada de estilo art-noveau catalán y que destaca por su aire de masía en medio de la capital cubana.
Se cuentan por miles los alarifes, herreros y constructores de diversas especialidades que participaron en muchas de las más significativas construcciones habaneras en esta ápoca, de ahí que si a su paso por las calles de La Habana descubre algún que otro rincón que le evoque la vieja Barcelona, no se asombre.

Las casonas de La Habana
Una de las cosas que impacta al viajero cuando visita La Habana es la opulencia de sus casonas, y no ya solamente las del residencial Miramar, sino las de El Vedado, el Malecón, o el eje del Paseo del Prado.
Muchas de estas casas hoy se encuentran en estado semiruinoso, falta de pintura y mantenimiento adecuado, pero aún se observa en ellas la opulencia de sus mejores tiempos, el estilo de vida de una burguesía que, si bien terminó aceptando el pésimo gusto norteamericano, acusa en el eclecticismo de sus formas la influencia europea de otros tiempos.
Baste ver el imponente Palacio Velasco, hoy sede de la embajada de España, proyectado por Francisco Ramírez Ovando, o la casa de Juan Pedro Baró, en Paseo No. 406, El Vedado, convertida en instalación turística. Otros palacios, abandonados por sus antiguos pobladores al triunfo de la Revolución fueron utilizados para uso social. Es el tránsito de la esfera de lo  privado al de las actividades comunitarias. El palacete de José Manuel Cortina (J entre 27 y 27 de noviembre, Vedado), es el Centro Recreacional de la Federación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de La Habana; la mansión de María Luisa Gómez Mena (17  y E, Vedado), lo ocupa ahora el Museo de Arte Decorativo; el palacete de Oreste Ferrara (calle San Miguel No. 1159, Vedado), es asiento del Museo Napoleónico; la casa de Manuel Carvajal  (17 entre H e I, Vedado), aloja al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos; el palacio del comerciante farmacéutico catalán Ernesto Sarrá (13 y 4, Vedado), es hoy el Ministerio de Cultura; la mansión de la Condesa de Loreto (Calzada y G, Vedado),  cedió sus funciones al Ministerio de Relaciones Exteriores; la del banquero catalán Juan Gelart (17 y H, Vedado), es actualmente sede la Unión de Artistas y Escritores de Cuba; o la de la familia Chivás, en la esquina diagonal a esta última, convertida en casa de vecindad. Los ejemplos abundan en toda la ciudad, y el visitante queda alelado observando, a pesar del mal estado de algunas, el elegante empecinamiento de estas recias mansiones habaneras.


El edificio Bacardí
En la calle Montserrate No. 261, al fondo del hotel Plaza, es una construcción emblemática del art-decó habanero. La empresa, constituida en 1862, levantó este bello edificio en 1930, obra de los arquitectos Esteban Rodríguez Castell, Rafael Fernández Ruenes y José Menéndez. En su construcción se emplearon mármoles y granito multicolores, consiguiendo un armonioso constraste policrómico que se suma a las caprichosas formas de un estilo de por sí caprichoso. El edificio Bacardí se identifica por el gran murciélago que corona su cúpula y que resulta el único símbolo sobreviviente de esta marca ronera desde que en 1960 la compañía fuera nacionalizada por el gobierno revolucionario.



Una historia rosa

No todo ha de ser negro en la historia de los Baró, la familia catalana que forjó su fortuna durante en siglo XIX con la trata negrera. También hay historias de mejor color. Tal es el caso de la de  Juan Pedro Baró y Catalina Lasa. Ella, la más bella mujer de la sociedad habanera a principios de siglo; él, gentil caballero dedicado al negocio azucarero, descendiente de Josep Baró i Blanxart, nacido en Canet en 1798, naviero y propietario de fábricas de azúcar, marqués de Santa Rita. Juan Pedro y Catalina se conocieron en Italia cuando aún Catalina estaba casada con el heredero de otra adinerada familia... Y nada, que se enamoraron.
Aquel romance terminó en la más sonada boda de la historia cubana. Pero antes fue el escándalo, y luego el repudio de la sociedad habanera. Nadie habría asistido a la boda de los amantes de no ser porque Catalina, mujer tan bella como brillante, tuvo la idea de colocar en cada invitación  a las principales familias de la ciudad, el detalle de una joya primorosa. La boda transcurrió con anima concurrencia.
La pareja hizo construir un palacete donde fijaron su residencia habanera (la mayor parte del tiempo se sacrificaban en París). Se dice que es una reproducción de aquel donde Juan Pedro conoció a Catalina durante una coincidente visita a Italia.
La construcción del palacete fue otro escándalo por el derroche de lujo, así como la rareza y costo de los materiales empleados en su construcción. Encargado al arquitecto Evelio Govantes en 1927, su fachada, de estilo neoclásico italiano, contrasta con la decoración  art-decó interior, de sencilla concepción espacial, y que evoca las salas hipóstilas de los templos egipcios. Las escalinatas exteriores son de mármol rojo Languedoc, destinándose a los  interiores raros mármoles italianos, como el P. Port-Oro y el Giallo di Siena. Todas las rejas son de fer forgé de la casa francesa Baguez, y el estuco empleado en las paredes se confeccionó en la casa Dominique, de París. Se dice que la arena usada en los revestimientos se trajo del Nilo.
Con bases de copas de Bacarat, cercenadas y emplomadas, se armaron los más curiosos vitrales de esta casa. Por cierto que un vitral algo parecido es posible hallarlo en los Cuatro Gats de Barcelona. El lujo, los ornamentos, el mobiliario diseñado por Luis Estévez, primogénito de Catalina,  eran digno de una emperatriz. Los jardines de esta intersante mansión habanera son creación del importante urbanista francés Jean Forestier.
Es un episodio comprobado que para regalar a su esposa en el primer aniversario de bodas, Juan Pedro hizo traer un jardinero japonés que creó la más extraña rosa que jamás se haya visto: la Rosa Lasa (hoy lamentablemente perdida).
Cuando murió Catalina, joven aún, se le construyó un panteón en el cementerio de Colón. El panteón, de mármol blanco y puertas de cristal de Lalique tallado, es otro derroche. Pero lo curioso de este panteón radica en que a través de lucetas, convenientemente colocadas sobre su techo abovedado, cada año, por la época en que los amantes cumplen aniversario de bodas, la luz solar proyecta sobre la tumba de Catalina una extraña flor, único momento en que es posible admirar la Rosa Lasa.
Juan Pedro la sobrevivió varios años, pero nunca más se casó. Se fue a Francia donde murió. Su cadáver fue trasladado a La Habana y reposa junto al de Catalina. Los cronistas afirman que fue sepultado de pie, de acuerdo a su voluntad, en respetuoso y póstumo gesto de admiración y amor hacia Catalina.
Al triunfo de la revolución en esta casa tuvo su sede la Sociedad de Amistad Cubano-soviética. Hoy es la Casa de la Amistad, y está abierta al público. Aquí existe un bar-restaurant y una boutique en las que fueron las habitaciones de Catalina. En ciertas noches, en sus jardines se organizan espectáculos musicales.
Vale la pena visitar esta residencia habanera. 
Casa de la Amistad
Paseo No. 406, entre 17 y 19. El Vedado.


Ermita de los catalanes

Alzada originalmente en la Loma de los Catalanes, fue necesario trasladarla en 1952 a causa de las obras que el gobierno de Fulgencio Batista decidió emprender en este lugar. Es leyenda en la ciudad que los catalanes cargaron con su ermita piedra a piedra hasta el nuevo emplazamiento, pero esto es cierto sólo en parte. En realidad, algunas piedras del edificio original, acarriadas desde Montserrat, se emplearon en la nueva construcción que, por cierto, difiere notablemente en su arquitectura.
La construcción de la  nueva ermita a la Mare de Déu de Montserrat se debe al proyecto de los arquitectos  Vicenç J. Salles i Buigas y Francesc G. Padilla, y encargado al maestro de obras Andreu Cuscó i Suñol. Las obras concluyeron en 1954 con la asistencia del cardenal Arteaga, quien bendijo la construcción.
Viniendo del aeropuerto hacia la ciudad es posible divisarla entre el follaje, si es que el conductor aminora la marcha. Está situada justamente frente al          restaurante-bar  Río Cristal.
Misas los domingos. Avenida de Rancho Boyeros. Km 8½


El poder en Cuba se asienta en la Loma de los Catalanes
Gerardo Machado fue, además de un pésimo presidente y sanguinario político, un megalómano empedernido. Durante su primera magistratura, y a pesar de hallarse el país en una terrible depresión económica, El Egregio, como también le llamaban en los medios de prensa y círculos políticos afines, se le ocurrió la idea de transformar la ciudad a través de un ambicioso plan de obras públicas.
Para diseñar y dirigir este plan, Machado hizo contratar a Jean N. Forestier, arquitecto mundialmente conocido por sus trabajos en París, Sevilla, Lisboa, Buenos Aires y otras ciudades. Las ideas de este urbanista sobre cómo vincular el paisaje y la naturaleza fueron toda una revolución en su tiempo.
 Forestier visitó La Habana en 1925, 1928 y 1930. Trazó, calculó, soñó; ¿resultado?, algunas buenas ideas, como el diseño de los jardines del Capitolio Nacional, la escalinata y los jardines de la Universidad de La Habana, más algunos parques. Pero otras ideas no lo fueron tanto, como la demolición de un kilómetro de casas y antiguos palacios a lo largo de la calle Teniente Rey, en La Habana Vieja, que permitiera una mejor visual del Capitolio Nacional desde la avenida del puerto. Por suerte este proyecto no llegó a ejecutarse nunca.
El que sí se llevó a obras, años más tarde, fue su intento de convertir a la Loma de los Catalanes en centro de la capital cubana en el año 2000. Así se trazó el conjunto urbanístico construido en los años ´50 y que recibió el nombre de Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución.
La Plaza Cívica, de acuerdo a su proyecto original, pretendía ser “la Acrópolis de América”, pero su construcción no se llevó totalmente a término. Aún 20 años después de su inauguración como plaza, las obras en el Teatro Nacional, uno de los edificios que la flanquean, permanecían inconclusas.
Sobre la Loma de los Catalanes se erigió el antiguo palacio de Justicia, hoy sede del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, las oficinas de Fidel Castro y del Consejo de Estado y de Ministros. Alrededor de esta plaza cuya área equivale a cinco campos de fútbol con medidas reglamentarias, y partiendo de la Loma de los Catalanes, se hallan, además del referido Teatro Nacional, los edificios que hoy ocupan el Ministerio del Interior, de Comunicaciones, de las Fuerzas Armadas, y la Biblioteca Nacional.
Ningún otro espacio de la capital cubana resulta tan emblemático de la historia revolucionaria como esta plaza que preside una escultura de José Martí de 18 metros de altura, obra del cubano Juan José Sicre, escoltada por el inmenso obelisco de mármol que aquí ha quedado en llamarse “la raspadura”, por su forma alargada y cónica lo mismo que los antiguos panes de azúcar o raspaduras que solían venderse en los mercados hace cuarenta años, y que también han desaparecido prácticamente, de ahí que muchos de cuantos la llaman así jamás hayan visto una raspadura.
La plaza incluye entre sus ornamentos un inmenso mural de Ché Guevara sobre la fachada del edificio que ocupa el Ministerio del Interior. La Plaza de la Revolución es visita indispensable para el viajero, quien ha de saber que, si bien desde el punto de vista urbanístico, la Loma de los Catalanes no es el centro de la capital cubana, su cota sí marca el centro político y de administración del Estado de la República de Cuba.


Memorial José Martí

Al pie del monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución. Está compuesto por cinco salas en las que en medio de un silencio sepulcral, se hace un recorrido documental por la vida y obra del más universal de los cubanos. La entrada cuesta 3 CUC a los turistas extranjeros, y 5 si desea ascender hasta el mirador del obelisco, a más de 100 metros de altura, y desde donde es posible obtener una vista excelente que abarca hasta 60 kilómetros de distancia. Este obelisco es la construcción más alta de la ciudad.



Coppelia

Lo que no pudo imaginar nunca Forestier es que el centro de la ciudad a las puertas del 2000 sería nada menos que una heladería, la mayor y más famosa de La Habana. Construida en la década de los ´60, su proyecto y construcción se debió a un famoso arquitecto cubano, Quintana, suerte de Niemeyer criollo.

Coppelia es un edificio de líneas futuristas, muy en boga en esos años entre arquitectos y urbanistas. Inmediatamente se convirtió en centro de reunión de intelectuales y melenudos que abogaban por la paz en Vietnam y la música de los Beatles (prohibida entonces).

El protagonismo de este sitio en la vida de la ciudad nadie lo discute. Enclavada en la esquina de 23 y L, en El Vedado, Coppelia no es sólo la catedral del helado, sino sitio de evocación obligada para los habaneros de cualquier generación.

Hoy su oferta incluye el pago en CUC o pesos, según si prefiere la planta alta, cómodamente acondicionada y sin colas, o la planta baja, menos confortable, largas colas, y con un surtido más pobre.

La Rampa

Se conoce así al tramo que abarca desde la esquina de 23 y L, en El vedado, bajando por la propia 23, hasta Malecón. El nombre de Rampa le viene de ahí precisamente, por la bajada que se inicia en esta esquina. A lo largo de sus 500 metros, aproximadamente, este tramo de calle agrupa, desde el Hotel Habana Libre, el cine Yara y la heladería Coppelia, en la esquina de 23 y L, hasta bares, restaurantes, comercios, el pabellón Cuba y una sala cinematográfica, La Rampa, donde se exiben películas seleccionadas entre lo mejor de la cinematografía. Pero La Rampa no es famosa únicamente por sus lugares para comer, beber o divertirse, sino porque ella misma es el mayor escenario donde concurre el habanero en son de conquista o simplemente a darse un baño de multitud. Cuando en muchos pueblos del interior del país aún se mantiene la costumbre entre los jóvenes de reunirse en el parque, las mujeres a darle la vuelta en sentido horario una y otra vez, en tanto los jóvenes lo hacen en sentido contrario, el habanero recorre La Rampa arriba y abajo una y otra vez. Así se encuentran viejos amigos o se hacen nuevas amistades, se toman unas copas, se invita al cine o se toman un helado. La marcha habanera ocurre mayormente en este tramo de calle, y a la acción de recorrerla es lo que se conoce como “rampear”.



Centro Gallego
Hoy Gran Teatro Nacional García Lorca, sede del Ballet Nacional de Cuba. A un costado del hotel Inglaterra y el Capitolio Nacional, frente al Parque Central. No se precisa más dirección.
Monumental edificio, rico en formas arquitectónicas, de un eclecticismo delirante,  resulta heredero directo del Teatro Tacón, demolido en 1909, aunque conservando todo lo aprovechable de la vieja estructura.
El Teatro Tacón debió su nombre a Miguel Tacón, Capitán General de la isla en el momento en que se inauguró en 1838. La obra fue financiada por Francisco (“Pancho”) Martí i Torrens, rico catalán que no escatimó en esta obra con tal de dotar a La Habana del más lujoso teatro de América. El teatro constaba de cinco pisos y capacidad para 3 mil espectadores. De su techo pendía una inmensa lámpara que era el asombro de los asistentes; de ahí esta tonada de la época: “Tres cosas tiene La Habana que causan admiración; son el Morro, la Cabaña y la araña de Tacón”.
Por su escenario pasaron las mejores compañías operísticas y teatrales de la época, cuando la ópera se convirtió en ingrediente consustancial de la vida habanera, y hasta los esclavos cantaban arias puestas de moda y que escuchaban una y otra vez en las veladas ofrecidas en los palacios de La Habana.
He aquí la descripción de este teatro hecha por Marmier, un viajero francés que conoció muy bien La Habana de entonces:
“Si hay en Europa teatros más grandes y donde resuene una orquesta más numerosa, no conozco de aspecto más aristocrático. No se ven en la sala más que chalecos y pantalones blancos (...) Aquí el traje de una mujer elegante no se parece al que brilla con tantos colores distintos por todo el ámbito de nuestra Ópera en un día de gran espectáculo”.
Por su parte, la Condesa Merlín, después de asistir a varias representaciones, dejó esta pincelada del teatro Tacón:
“Este teatro es rico y elegante a la vez; está pintado de blanco y oro... El patio está poblado de magníficos sillones, lo mismo que los palcos, en cuya delantera hay una ligera reja dorada que deja penetrar la vista de los curiosos hasta los pequeños pies de los espectadores. El palco del gobernador es más grande, y está mejor adornado que el del rey en otras partes. Sólo los primeros teatros de las grandes capitales de Europa pueden igualar al de La Habana en la belleza de las decoraciones, en el lujo del alumbrado, y en la elegancia de los espectadores”.


Castillo Farnés
Su nombre nos recuerda Santa Coloma de Farners, y no es casual.
En 1896, Francesc Puig i Barnill adquiere el local que entonces ocupaba la taberna Campana de Grácia (suponemos que en alusión al barrio de igual nombre en Barcelona), en la esquina formada por las calles Obrapía y Montserrat, donde instala una fonda a la que llamó Castillo de Farnés y en la que servía comida para cocheros. El local era más bien modesto, pero su comida excelente, lo que le ganó una justa fama incluso frente a la feroz competencia que le ofrecía El Florida a escasos cuarenta metros en la propia calle Montserrat.
Existen testimonios gráficos de que el sitio era frecuentado por Fidel Castro, un dato que pasa de ser una anécdota histórica para convertirse en referencia de su buena sazón, pues es notorio el exigente gusto cocinero del líder cubano. Y tanto, que allí volvió junto a su hermano Raúl Castro y Ché Guevara la noche del 9 de enero de 1959, apenas dos días después de su entrada triunfal a La Habana; y aunque desde 1944 el Castillo Farnés había pasado a la administración del asturiano Miguel Palacios, vale la pena reseñar que la paternidad de este lugar es también catalana.
El sitio aún conserva la modestia de las antiguas fondas habaneras y el regusto de la buena cocina casera.

Cristo mulato
La Habana, capital de un país oficialmente ateo, cuenta con un Cristo de 15 metros de alturas sobre pedestal de 3 metros. La imponente figura se eleva sobre la loma de La Cabaña y es visible desde cualquier punto aledaño a la bahía. Pero además llama la atención en esta escultura el capricho de su  escultora, la cubana Jilma Madera, que representó al mártir de Judea con  rostro anguloso, de galán de cine, y que parece besar la ciudad con labios carnosos, de mulato “sabrosón”.
La escultura, totalmente concebida en mármol de Carrara fue develada el 25 de diciembre de 1958 en presencia del dictador Fulgencio Batista, esperanzado en el milagro que le ayudara a salvar la difícil situación política y militar de su gobierno, y que una semana después le obligó abandonar el país.
Se dijo que Batista maldijo aquel Cristo poco solidario con su Mecenas, y que por eso al poco un rayo casi le decapita. 


Napoleón en La Habana


Su cuartel general puede ser hallado a pocos pasos de la Universidad de La Habana, en una mansión con aires de palacio florentino e influencia románica muy similar al que puede observarse en algunas antiguas casas de Girona. Aquí se atesora el más singular e inusitado de los homenajes que rinde la región caribeña a la memoria del emperador de los franceses.
Muchas de sus pertenencias, como las pistolas que llevara a la Batalla de Borodino, el bicornio y el catalejo utilizados por él en Santa Elena, o su  mascarilla mortuoria, traída a Cuba por Francesco Antommarchi, el médico que lo asistió hasta el último suspiro y de quien investigaciones posteriores especulan sobre si no fue él quien le envenenó lentamente hasta provocarle la muerte, se conservan intactas en el Museo Napoleónico de La Habana.
En general, mediante piezas, enseres, testimonios plásticos y una biblioteca con miles de títulos, el recinto recrea varios de los más trascendentes acontecimientos y etapas históricas de Francia y de toda Europa, particularmente aquellos que circundan la vida del célebre emperador. La colección, un verdadero tesoro tanto por su valor material como por su significado, fue adquirida en los años cincuenta por un multimillonario cubano, fanático del Gran Corso.
En 1961, estas piezas, devenidas patrimonio del país, colmaron las cuatro plantas del actual museo. Aquí puede apreciarse, entre otras, el retrato de Napoleón Bonaparte, de Antoine Jean Gros; La Campaña de Egipto, de Edouard Detaille; o Bonaparte en Champs de Boulogne, de Jean Baptiste Regnault. Existen otras piezas, como la lámpara que el emperador regaló a Josefina al regresar de su primera campaña en Italia, una silla curul utilizada por los mariscales de Francia en sus ceremonias, o el busto que le moldeara Antonio Cánova, el más alto representante del neoclasicismo italiano, y desde el cual el Primer Cónsul parece custodiar celosamente y con ojos vivos su palacete habanero.


El Bidet de Paulina.
Es una fuente que se alza a medio camino entre el aeropuerto internacional José Martí y el núcleo urbano de la ciudad, exactamente en la rotonda donde confluyen la Avenida Rancho Boyeros, la Vía Blanca y la Avenida 26.
Construida hace medio siglo, su existencia se debe al empuje de doña Paulina Alsina, cuñada del entonces presidente de la República, Ramón Grau San Martín. La tenaz dama, que además cargaba un portentoso trasero, decidió erigir la mayor fuente con que todavía hoy cuenta La Habana: “Fuente Luminosa”, leerá el visitante en los folletos para turistas, pero que el habanero contemporáneo reconoce como El Bidet de Paulina. Y es que tamaño bidet para tamaña señora.


La Bodeguita del Medio


Otro de los sitios indispensables en la ciudad, pero que el viajero debe asumir con ojo aguzado pues, hoy por hoy, es antro de turistas.
La Bodeguita nació en 1942, cuando Angel Martínez y su esposa Argelia, montaron una bodega a la que llamaron La Bodeguita del Medio, por estar a medianía cuadra en la calle Empedrado, entre Cuba y San Ignacio, Habana Vieja , y por diferenciarla de otra bodega mayor existente en la esquina de esta calle.
Cuando la Bodeguita nació, no solo se vendían víveres, sino que en las noches, Argelia preparaba las mejores papas rellenas de La Habana al alcance de cualquier bolsillo desfondado. Así ocurrió que se hizo de una clientela de vecinos y gente pobres, entre ellos no pocos poetas (en aquella época, como ahora, poeta y muerto de hambre, salvo ilustres excepciones, eran sinónimos).
Poco a poco, el lugar comenzó a ser frecuentado por personas que, pasado el tiempo, lograron cierto renombre, entre ellos Nicolás Guillén, quien llegó a convertirse en el Poeta Nacional de la isla; y como que Martínez era un hombre de escasos estudios, pero de insistentes inquietudes culturales, gustaba del trato con aquellos bohemios poetas, trovadores, pintores y actores que llegaban en horas de la noche, muy tarde, a saciar su hambre de todo el día. Él solía decir: “con el trato de poetas e intelectuales de todo tipo me hice de una acabada cultura de oído”.
Intimando con unos y otros, a golpes de papas rellenas y tragos de ron, Martínez y su Bodeguita comenzaron a ser imprescindibles en el itinerario de noctámbulos a quienes muchas veces fiaba, hasta que su propietario decidió convertirla en restaurante; más bien en fonda, que era como llamaban entonces a los sitios donde, por dos pesetas, cristianos y paganos resolvían las demandas de su estómago, convirtiendo a la Bodeguita era una especie de colmena a lo  Camilo José Cela, pero en clave cubana.
En poco tiempo, La Bodeguita del Medio alcanzó gran popularidad. Atraídos por la bohemia criolla, acudían además personajes de los más disímiles linajes y raleas igualmente conquistados por la excelente comida de Argelia y los exquisitos mojitos que aquí se preparaban.
En la Bodeguita todo, o casi todo, permanece como entonces, lastima que la alta rentabilidad de este negocio haya llevado a sus administradores (estatales, claro) a un ampliación que en buena medida deforma el espíritud original del sitio.
Pero no sólo la segunda planta de este lugar es falsa. Según un cartel que el parroquiano advierte en el bar de La Bodeguita, Hemingway afirmó: “Mi daiquirí en El Floridita, y mi mojito en La Bodeguita”, un texto que Norberto Fuentes pone en duda en  su acuciosa biografía Hemingway en Cuba.
Según Fuentes, el célebre novelista norteamericano jamás estuvo en la Bodeguita, y que fue Fernando de Campoamor, publicista amigo de Hemingway, quien pidió permiso a éste para redactar el conocido eslogan a pedido de Ángel Martínez, interesado en promover su negocio.
Fuentes sostiene  que el propio Martínez decía de Hemingway que era un gringo “más pesado que un saco de tuercas”, de donde se deduce que el premio Nobel nunca fue bienvenido a la Bodeguita que funcionaba como una especie de club de amigos. Y aunque en este lugar, entre fotos de los famosos, se exhibe una de Hemingway,  si el visitante se fija bien, comprobará que no fue tomada aquí. Pero ello no resta para que luminarias de Hollywood, escritores reconocidos, políticos y aplaudidos en general, sí decidieran visitar al que, con el tiempo, se convirtió en uno de los doce restaurantes más reconocidos del mundo... con Hemingway o sin él.

¿Cómo preparar su mojito?.
2 ramitas de hierbabuena
1 cucharada de azúcar
2 cubitos de hielo
2 onzas de Carta Blanca Havana Club
1 cucharada de zumo de lima (Aclaramos: en Cuba a la lima se le llama limón, por el contrario de lo que ocurre en Cataluña).
Disuelva el azúcar en el jugo de limón, agítelo con la hierbabuena para que suelten el jugo, agregue hielo y revuelva. Añada ron. Complete el vaso con agua efervescente. Adórnelo con una rodajita de limón.

Catalán padre del daiquirí.

No fue su creador, pero si el famosísimo cóctel hablara, le llamaría papá.
Constantí Rabalaigua i Vert, nacido en 1888 en Lloret de Mar, llegó un buen día de 1914 al Floridita donde se empleó como cantinero. Por entonces, este lugar no se llamaba así, ni tenía el aspecto elegante que luego alcanzó. Era más bien un bodegón de inmensa barra, abierto en sus flancos a la Ave. Monserrate y la calle Obispo. “Constante”, que así prefirían llamarle sus amigos, era un hombre ciertamente constante que consiguió no sólo comprar el local, sino convertirse en uno de los barman más famosos del mundo, a la vez que el más reconocido ejecutante del daiquirí.
Era el año de 1939 y Hemingway se alojaba en el hotel Ambos Mundos, también en la calle Obispo, dando los toques finales a Adiós a las Armas, la novela que recoge sus experiencias de la Primera Guerra mundial. Una mañana  inevitable,  el escritor desanduvo la calle Obispo hasta detenerse en el bodegón de Constante. El hombre de bermudas y barba pidió un daiquirí, lo degustó concienzudamente y comprobó lo que ya media Habana sabía, pero que él descubrió en ese instante: el daiquirí de Constante era brebaje de dioses.
Aquel primer daiquirí marcó el inicio de una amistad a la que siguió la adición del escritor por el cóctel de Constante. Hemingway se convirtió desde entonces en el más activo difusor del daiquirí en todo el mundo. En su novela Islas del Golfo, escribió: “Bebía daiquirí doble helado, el grandioso daiquirí que preparaba Constante y que no sabía a alcohol”.
Poco hay de concluyente sobre la partida de nacimiento del daiquirí. Unos señalan que nació a partir de la mezcla de agua, limón, azúcar y ron, una bebida que en la Cuba del siglo XIX se tenía por brevaje para borrachines de gran calado, a la que luego se le agregó hielo. Pero los hay quienes suponen sus ancestros en otra fórmula, esta vez a base de agua, zumo de naranja y ron, muy popular entre los cubanos que integraban las huestes independentistas. Lo que sí se sabe a ciencia cierta, es que fueron los soldados norteamericanos quienes le bautizaron con el nombre de daiquirí, pues, al parecer, le probaron inmediatamente a su desembarco en 1898 por la playa de Daiquirí muy cerca de Santiago de Cuba.

¿Cómo preparar un daiquirí?

1 cucharadita de azúcar.
Jugo de limón
1 onza y media de ron Carta Blanca
Hielo
Disuelva el azúcar en el jugo de limón, ponga el hielo y añada ron. Bátalo bien. Para que el daiquirí quede frappé, como si fuera helado, puede batirlo eléctricamente.

A lo Hemingway: Suprima el azúcar y doble la dosis de ron.

El Floridita hoy
Uno de los sitios imprescindibles de La Habana, conocido como “La Cuna del daiquirí”.  El Floridita abrió sus puertas en 1820, aunque con el nombre de la Piña de Plata. Alrededor de 1922, Constante compra el local a otro catalán, Narcís Sala Pereira en circunstancias que algunos aún discuten.
Rincón hemingwayano aún se conserva la banqueta y el sitio donde invariablemente solía sentarse el escritor norteamericano a beber sus entrañables daiquirís. Aquí traía a sus amigos cuando le visitaban en La Habana: José Dominguín, Jean Paul Sartre, Tenesse Williams, Rocky Marciano y Eva Gardner, entre otros.
Calle Obispo No. 557, esq. Monserrate.

Marina Hemingway


Punto y aparte merece la Marina Hemingway (el nombre con que se rebautizó 1962 este lugar es un homenaje al conocido escritor norteamericano)
Abandonada al triunfo de la Revolución como lugar de recalo de los yatistas norteamericanos, reverdeció laureles  a partir de la apertura cubana al turismo occidental. Otra vez frecuentada por sus antiguos inquilinos  -que llegan clandestinamente rehuyendo las disposiciones norteamericanas que condenan los viajes de ciudadanos de ese país a Cuba-, es también lugar de frecuentación de yatistas canadienses, italianos, mexicanos y de otros países.

Existe aquí un hotel de cinco estrellas, El Viejo y el Mar, además de excelentes boungalows que son los más caros de La Habana. El complejo de la Marina Hemingway cuenta con tiendas, restaurantes, bares y discoteca, constituyendo en sí mismo el mayor oasis turístico al oeste de la capital.

La marina presta servicio de alquiler de embarcaciones para la gran pesca o simplemente para tomarse un paseo. No es necesario adentrarse demasiado en las azules aguas del Golfo de México para conseguir una buena pesca. La Corriente del Golfo aquí se encuentra a escasa media milla náutica, y en ella es posible pescar grandes peces de aguas profundas prácticamente durante todo el año. Apenas entre los meses de diciembre a febrero la navegación puede quedar suspendida a causa de los frentes fríos que afectan con grandes marejadas el litoral norte cubano.

El más prestigioso torneo de pesca que se celebra en Cuba, tiene por base estas instalaciones y lleva el nombre de Hemingway. Se celebra desde 1950 en el mes de mayo, que es cuando corre el gran pez aguja en estas aguas, el equivalente a un gran león africano para los amantes de la pesca deportiva, mientras que el Blue Marlin se celebra en el mes de octubre.


Reseña de Museos

Museo Nacional de Bellas Artes
Construcción de los años ´50. Artes plásticas. Su exposición abarca un amplio período de la plástica cubana, desde las estampas coloniales de Landaluce, hasta la escuela cubana moderna. Calle Trocadero, entre Monserrate y Zulueta. Habana Vieja.

Museo de Artes Decorativas
Antigua casa de la Condesa de Revillas de Camargo, en El Vedado. El palacete, de gran refinamiento y clara inspiración francesa, recuerda el Petit Trianon. Su construcción se inició en 1924 concluyéndose tres años más tarde, aunque en la década de los ´30 sufrió una transformación. La decoración de este inmueble corrió a cargo de la casa Jansen de París. Aquí se exponen porcelanas (la mayor colección de vajillas y porcelanas de Indias del mundo), lamparas y vasijas Tiffany, biombos chinos, mobiliario en general, y un secreter que perteneció a María Antonieta (la de Luis XVI, obviamente). Calle 17 No. 502. El vedado.

Museo de Arte Colonial
Casa del Conde de Bayona. El ambiente doméstico de una casa principal en los tiempos coloniales. Destacan los tresillos de la época isabelina y los muebles de estilo imperio colonial. Plaza de la Catedral.

Museo Napoleónico
Antiguo palacio Ferrara. Objetos que pertenecieron al emperador de los franceses. Es la mayor colección de su tipo fuera de Francia y  se debió a un coleccionista millonario cubano, admirador de Napoleón. Calle San Miguel No. 1159, esq. Ronda. El Vedado.

Museo de la ciudad
Espléndido patio colonial, todo aquí recuerda la vida, la historia colonial. Excelente archivo documental sobre la capital cubana.  Calle Tacón, entre Obispo y O´Reilly. Habana Vieja.

Museo Nacional de Historia Natural
Capitolio Nacional. Objetos y piezas que explican la historia natural. Se ofrece también recorrido por los recintos del antiguo capitolio. Paseo del Prado, entre Dragones y San José. Centro Habana.

Museo Ernest Hemingway
Vivienda del escritor norteamericano que vivió un tercio de su vida en Cuba. La casa se conserva tal y como si en ella aún deambulara por los corredores el autor de El Viejo y el Mar. Finca Vigía es el nombre del refugio habanero de Heminway, donde se alojó en 1939 y que abandonó para siempre en 1960, dejando sus más de 9 mil libros, trofeos de caza, su vieja máquina de escribir y una abundante correspondencia que jamás leyó.
Después que  la glamorosa Pauline Pfeiffer abandonara al escritor, éste se casó casi inmediatamente con Marta Gellhorn, quien realizó todos los trámites para la compra de esta  magnífica mansión colonial de estilo afrancesado. Aquí vivía rodeado de cuatro perros, medio centenar de gatos y una docena de criados. Más tarde, y luego de su divorcio, Hemingway se casó nuevamente, esta vez con Mary Welsh, a quien trajo a vivir a este lugar y quien al parecer terminó de pagar la casa.
Finca Vigía. San Francisco de Paula. San Miguel del Padrón.

Museo Histórico de las Ciencias Carlos J. Finlay
La historia de la medicina tropical y los descubrimientos del eminente epidemiólogo cubano Carlos J. Finlay. A Carlos J. Finlay se debe el descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla y el método para su prevención. Calle Cuba No. 460, entre Amargura y Brasil. Habana Vieja.

Museo Casa Natal de José Martí
Modestísima vivienda en que naciera el Apóstol de Cuba. Se conservan objetos personales, fotos y cartas del más universal de los cubanos. Calle Paula No. 314. La Habana Vieja.

Museo Numismático
La mayor colección numismática de Cuba. Venta de ediciones especiales de monedas a coleccionistas. Calle Oficios No. 8. La Habana Vieja.

Museo de la Revolución 
Antiguo Palacio Presidencial. Se expone la historia de la Revolución Cubana. Calle Refugio No. 1, entre Zuleta y Av. de las Misiones. Habana Vieja.

Museo Nacional de la Música
Colección de instrumentos musicales de todas las épocas. También se exhiben piezas relacionadas con la música cubana (Ver Palacio Pons)

Parque Histórico Militar El Morro-La Cabaña
Conjunto de fortalezas de los siglos XVII y XVIII. Excelente museo de armas de todo el mundo. Av. Monumental, al otro lado de la bahía.

Playas del Este
Una vez recorridos los 700 metros de longitud del túnel que cruza bajo las aguas de la bahía habanera y circulando en dirección este ya está usted en camino al rosario de playas de la capital. A partir de aquí, y apenas unos 25 minutos, siempre recto, llegará a Marina Tarará. Esta marina, situada en el kilómetro 16 de la Vía Blanca, presta servicios de alquiler de barcos para pesca o contemplación subacuática. Posee además cafetería y una pequeña playa privada, no muy buena por cierto.
Más allá de Tarará, y siempre en camino al este, bordeando el litoral, hallará el hotel Tropicoco, y frente a éste, el tramo de arena más concurrido. Aquí cubanos y turistas alternan como en ningún otro lugar. Y es que los habaneros consideran a Santa María como su Varadero particular, un sentimiento de propiedad que defienden frente a la afluencia de turistas a estas costas.
De continuar el trayecto se adentrará en las playas de Boca Ciega y Guanabo antes de, por último, arribar a Brisas del Mar. Estas últimas de calidad no recomendable.

Alojamiento en Playas del Este
Club Atlántico. Av. Las Terrazas, playa Sta. María. Muy concurrido por el turismo italiano. Posee piscina privada. Antes del triunfo de la revolución en 1959, el cuerpo principal de este complejo turístico lo ocupó un club privado. Aún hoy conserva ese aspecto.
Villa Los Pinos. Av. Las Terrazas No. 4. Agrupa unas 87 casas de 2, 3 y más habitaciones que otras guías califican  como bungalows, pero que en realidad eran antiguas residencias de verano de la burguesía cubana. Muy confortables y amplias.
Tropicoco. Playa Santa María. El hotel consta de 188 habitaciones y es un ejemplo de la arquitectura modular que caracterizó las costrucciones en Cuba durante la década de los ´70 y ´80. El hotel fue reformado y arreglado de modo que cambió un tanto su aspecto, aunque sin conseguirlo del todo.
Apart-hotel Las Terrazas.  Av. Las Terrazas, entre 10 y Rotonda. Posee piscina y discoteca. Ubicado en la primera línea de mar, su aspecto es un tanto “cutre”, pues este apart-hotel no era sino un edificio de vivienda sin mayores encantos convertido en instalación turística.




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